Revista del IEEM
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Nosotros y el Mercosur

Hace ya dos décadas que el Mercosur no funciona como debería. En los últimos meses, la relación interna se ha tensado ante la necesidad de mejorar la inserción internacional de sus miembros. Uruguay, con el apoyo de Brasil, hizo formalmente el anuncio de que avanzará en una agenda propia de acuerdos comerciales.

Desde su origen en 1991, el Mercosur adoptó niveles arancelarios altos, alineados con el carácter proteccionista de Argentina y Brasil. El paliativo para Uruguay fue la existencia de regímenes “provisorios” como admisión temporaria, Drawback, requisitos de origen menos exigentes, regímenes especiales de importación para bienes de capital e insumos agropecuarios, excepciones al tratamiento de zonas francas, etc. Esto permitió el desarrollo de varios sectores productivos en el país.

Bajarse del Mercosur no está en la agenda del Gobierno. En cada discurso, el presidente de la República enfatiza la pertenencia al bloque. De todas formas, es relevante tener presente que, si Uruguay se bajase del Mercosur —como le fue sugerido por el presidente de Argentina— a nivel agregado no se perjudicaría por los nuevos aranceles que debería pagar, sino todo lo contrario, dado que se compra más de los que se vende al resto de los socios. Sí sería un gran problema para aquellos sectores que dependen de venderle al Mercosur. Romper con el Mercosur también podría afectar la continuidad de los regímenes “provisorios” que favorecen a Uruguay y aumentar el riesgo de reacción de alguno de sus socios en otros frentes, como en el pasado lo fueron el corte de puentes o la guerra de puertos.

La situación jurídica sobre la posibilidad de que Uruguay avance individualmente con nuevos acuerdos comerciales no es clara. Por un lado, se argumenta que se podría avanzar sin pedir permiso; que la Decisión 32/00 (que impide firmar acuerdos de comercio de forma individual) es una declaración sin fuerza legal, por no haber sido aprobada por los parlamentos. Por otro lado, algunos expertos en la materia sostienen que ese “compromiso” está plasmado en el propio Tratado de Asunción, fundacional del Mercosur.

Hace ya dos décadas que el Mercosur no funciona como debería. En los últimos meses, la relación interna se ha tensado ante la necesidad de mejorar la inserción internacional de sus miembros.

Más allá del permiso del Mercosur, siempre está latente la duda de si Uruguay podrá, por su cuenta, firmar nuevos acuerdos de comercio relevantes. Tenemos alimentos valiosos, que podrían ser el equivalente a los metales de Chile y Perú, que fueron clave para que pudieran firmar TLC con grandes mercados. Por nuestro tamaño no generamos reacciones proteccionistas. Sin embargo, cuando en el pasado se intentó, no fue fácil que nos abrieran las puertas.

Las grandes excepciones fueron Estados Unidos y China: dos trenes que vimos pasar y que lamentablemente están lejos, uno mucho más que el otro. Con Estados Unidos, en 2006, se había abierto la puerta tras seis años de esfuerzo y negociación, pero hoy habría que empezar de cero. Con China la puerta está abierta, pero entrar ahora es mucho más complejo que cuando se puso sobre la mesa en 2017. La guerra geopolítica entre China y Estados Unidos cada día se profundiza más y complica el asunto.

La evidencia muestra que la apertura comercial se traduce en desarrollo económico al sofisticar y mejorar la calidad de la producción local, lo que se logra con intraemprendimiento o innovación. No por casualidad los países con empresas más innovadoras abiertas al comercio exterior son los mismos en los que su población presenta los mayores niveles de desarrollo humano.

Datos de encuestas a empresarios a nivel global muestran que casi todas las firmas exportadoras consideran a la innovación como prioridad para sobrevivir, mientras que este número se reduce a la mitad para las que venden solo al mercado interno. Al mismo tiempo, importar bienes con un mayor contenido tecnológico a los disponibles en el mercado local genera la posibilidad de mejorar la eficiencia y aumentar la calidad de la producción.

La evidencia muestra que la apertura comercial se traduce en desarrollo económico al sofisticar y mejorar la calidad de la producción local, lo que se logra con intraemprendimiento o innovación.

Prácticamente no existen países que se hayan desarrollado sin utilizar la apertura comercial como herramienta fundamental. Una mayor apertura comercial genera oportunidades para colocar productos en el mundo. Y esto exige innovación permanente y desafía a los productores locales al profundizar la competencia de los productos importados —lo que implica innovación permanente—.

El apoyo parlamentario actual es clave, algo que no existía en la mayoría parlamentaria de los tres gobiernos anteriores. El último documento oficial del Frente Amplio (FA) sobre inserción internacional deja clara su posición contraria a los tratados de libre comercio. Ahora hay una ventana de oportunidad para avanzar. La Radiografía Parlamentaria presentada este año por CERES muestra que el 71 % de los actuales legisladores consideran que Uruguay debe priorizar acuerdos comerciales por fuera del Mercosur.

El 71 % de los actuales legisladores consideran que Uruguay debe priorizar acuerdos comerciales por fuera del Mercosur.

Está escrito en los programas elevados a la ciudadanía en las elecciones de 2019. Mientras que el programa del FA se centraba en el Mercosur y planteaba buscar una mayor coordinación entre los países del bloque y la región, los programas de los partidos de la Coalición Multicolor planteaban impulsar dentro del Mercosur la posibilidad de negociar nuevos acuerdos bilaterales fuera del bloque.

El país necesita, urgente, mejorar su inserción internacional. No hay duda. Y la evidencia es contundente: más del 80 % de los países que escalaron posiciones relativas en desarrollo humano en los últimos 25 años lo hicieron abriendo la economía con menores tarifas al comercio exterior. Al mismo tiempo, la mitad de los que no logran avanzar en desarrollo humano, también habían abierto la economía al comercio. Lo que sugiere que la apertura se debe complementar con otras políticas públicas para ser exitosa. No es un camino fácil, ni exento de riesgos.

Autor

Profesor de Economía en

PhD en Economía, Universidad de San Andrés (Argentina); máster en Economía, Universidad de Chicago; Programa de Alta Dirección, IEEM, Universidad de Montevideo; licenciado en Economía y Analista en Contabilidad y Administración, Universidad de la República (Uruguay); GloColl, Harvard Business School.

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