
Guía para crecer profesionalmente: curiosidad y aprendizaje
En mis veranos adolescentes tenía agenda completa. Vivía en una ciudad balnearia, mis padres trabajaban más que nunca en el año y los más chicos debíamos tener actividades asignadas para no andar todo el día sueltos por la playa. En esos veranos aprendí desde dactilografía hasta canto coral, pasando por un largo etcétera que incluía muchos deportes, incluso aquellos que no me generaban ni un poquito de interés.
Creo que entonces protesté alguna vez por tanto curso, pero por el resto de mi vida le he agradecido a mis padres por fomentar mi curiosidad y mi inquietud por entender, lo que me convirtió no solo en periodista, sino en una orgullosa generalista. Tantas veces creemos que la mega especialización es una virtud, y tal vez lo sea en algunos contextos. En este mundo dinámico y mareador, sin embargo, la habilidad para aprender solo o con ayuda de otros sobre temas muy diversos, es una gran ventaja.
Mi carrera profesional se ha visto marcada por esos veranos y por mi constante sed de aprendizaje. Me he movido, conscientemente o inconscientemente, al ritmo de una necesidad innata de aprender cosas nuevas y de experimentar nuevas formas de hacer. El “modo aprendizaje” —así le digo yo— me ha enriquecido constantemente y es uno de los factores que más busco en las personas que integran mis equipos.
Tal vez ese espíritu, que puede ser maravillosamente divertido y al mismo tiempo severamente estresante, es el que me llevó a tirarme a la piscina sin pensar demasiado si había mucha agua. A veces eso fue un gran sí; en algunas ocasiones fue un gran no. En todos los casos, valió la pena.
Mi camino parecía claro y bastante recto; durante años trabajé como periodista de prensa escrita y, con el tiempo, comencé a especializarme en reportajes sobre temas sociales, así como en perfiles y crónicas. Escribir sigue siendo una de mis tareas favoritas y tanto entonces como ahora valoro la independencia de poder realizar el proceso entero en solitario, con el agregado de las correcciones y puntos de vista de un editor, que siempre enriquecen.
Sigo pensando que escribir bien te ayuda a pensar bien, o que escribir es transmitir de forma ordenada nuestros pensamientos. Y por eso creo que la prensa escrita es la forma madre del periodismo. En algún momento una compañera me pidió que le hiciera un favor y me presentara en un casting para un programa de televisión. Nunca fue para mí un objetivo trabajar frente a las cámaras, pero terminé conduciendo un periodístico en Canal 12, en el que aprendí otra forma de lenguaje, así como el valor del trabajo en equipo para que un informe estuviera bien ideado, bien guionado y bien editado.
Mi pasaje por la televisión, primero como periodista y luego como gerente de informativo, derivó en un nuevo capítulo de mi carrera, cuando empecé a reflexionar sobre la confluencia de formatos que hasta hace pocos más de 20 años eran compartimentos estancos. Con la llegada de Internet para todos, los formatos multimedia nos permitieron a los periodistas experimentar con un nuevo medio que aceptaba todos los formatos. Así me zambullí a aprender más sobre todas esas formas de hacer periodismo, sumando texto, imágenes fijas y móviles, audios y animaciones para contar historias.
Durante 10 años fui gerente de contenidos digitales en El Observador y el proceso de transformación que vivimos todos para hacer el giro digital fue de los mejores y más intensos aprendizajes que recuerdo. Como parte de ese cambio tuvimos por el año 2013 una sección de blogs y ahí me zambullí a escribir sobre Tecnología, para luego supervisar la creación de un sitio web, Cromo, dedicado a la ciencia y a la tecnología. En el medio fui columnista en El Observador TV y experimenté en el mundo de los podcasts, conduciendo y produciendo Rompecristales, sobre la brecha de género, otra experiencia que me enriqueció y que dejó grabada la preocupación por concientizar sobre este tema.
La carrera nunca termina, pero hace falta ser consciente sobre la velocidad a la que decidís correr. Solía llegar con la lengua afuera; ahora corro mirando el paisaje para quedarme con lo mejor de cada experiencia. O lo intento. Eso me pasa todo los martes, cuando escribo Pícnic!, una newsletter sobre cultura en el sentido más amplio, y sobre todo lo bueno que tiene la vida al alcance de la mano que, sin embargo, tantas veces dejamos pasar. Me pasa cuando escribo las columnas de análisis de El Observador y cuando me siento en RadioMundo a conversar con personas que no paran de enseñarme tantas cosas que no sé, como sucede en La Sobremesa o en La Tertulia.
Me pasa cuando desarrollo un plan de comunicación o un nuevo enfoque en esta área para algunas de las empresas o personas que asesoramos en Signo Consultores en Comunicación, una nueva zambullida que di hace casi dos años para aprender más sobre el otro lado de la comunicación, que disfruto enormemente por la tarea y por el equipo que conformamos.
Soy periodista, docente, consultora, conductora de radio, lectora contumaz, tejedora tardía, cocinera empeñosa, viajera de mundos reales e imaginados. Éxitos y fracasos me han hecho aún más curiosa y, espero, más reflexiva. De algo estoy segura: volvería a hacer todos esos cursos de verano, volvería a meterme en una clase sobre liderazgo o sobre el cerebro humano como las que tomé en Harvard durante la Nieman Fellowship. Volvería a hacer todo lo que, con gracia o a los tropezones, me enseñó que aprender es la única clave para no perder nunca la pasión por descubrir.
maria teresa miro
me encantò, y comparto sus criterios, y su vivir nuevamente con todos esos sucesos , que en su momento, tal vez no tuvieron explicaciòn. gracias Carina, me encanta escucharte. tere