
La proteína animal y los aceites serán motores del agro
Con una situación climática muy favorable y la corrección del dólar que nadie preveía, el cierre de 2024 fue muy positivo, sin ningún quiebre grave de aspectos productivos y con un alivio en las presiones de competitividad cambiaria que pocos —o nadie— esperaba. Esto permitió el ascenso sostenido de los precios de carne y lácteos a lo largo del año y cerró con una buena cosecha de cultivos de invierno, destacando especialmente la colza.
Aunque con base en lo anterior cabe proponer que el panorama 2025 es auspicioso, al cierre de este artículo, en la segunda quincena de enero, persisten varios factores de incertidumbre.
Aparecen señales que matizan el panorama favorable en términos generales. Por ejemplo, el principal cultivo por área en Uruguay, la soja, enfrenta una sobreproducción regional inédita. El crecimiento del área sembrada de los países vecinos, que en Brasil es estructural y en Argentina se vincula a la afinidad de la mayoría de los agricultores con el nuevo marco político, genera un excedente que presiona a la baja los precios hasta niveles mínimos desde 2020. El 2025 podría marcar el comienzo de una etapa estructural de bajos precios para la soja, lo que podría requerir replanteos en la agricultura de verano. Además, el crecimiento de China como comprador prácticamente se ha detenido, lo que implica que los excedentes crecientes de Brasil podrían afectar negativamente los precios internacionales.
En este contexto, se presenta una incógnita clave: el cambio político en Estados Unidos, que podría derivar en sanciones arancelarias hacia China que estimulen sus compras en Uruguay, pero que también profundicen el declive del crecimiento del gigante asiático.
La estabilización de las importaciones de China, aunque en niveles altos para productos clave de Uruguay, también abarca a la carne vacuna. El país, que en los últimos años fue el comprador principal, está revisando sus compras con el objetivo de proteger a sus propios productores ganaderos. En un escenario de enfrentamiento global, es previsible que el país asiático apueste cada vez más al autoabastecimiento en alimentos y energía.
A los riesgos de precios se suman, como siempre en el agro, los riesgos productivos.
Un enero de pocas lluvias podría agravar la situación, combinando bajos precios con una productividad insuficiente para cubrir los costos. La reserva de agua que los campos acumularon en la primavera, se ha agotado, y la incertidumbre ha regresado. El escenario base para la zafra de verano, que se cosecha en otoño, sigue apuntando a un volumen similar al del año pasado, aunque con precios y márgenes menores en soja. En contraste, en el caso del maíz, se podría esperar una demanda intensa desde la ganadería y la avicultura, lo que podría revertir esta tendencia.
El alto endeudamiento resultante, que todavía persiste en la ganadería, la lechería y algunos productores agrícolas, tras años de un dólar rezagado y los efectos de la sequía, ha dejado lastres importantes. El cumplimiento de los pasivos será un factor de peso en los costos del agro en los próximos años. Si el clima continúa favorable y la suba del dólar no es circunstancial, seguramente el endeudamiento irá retrocediendo. Pero, antes de que eso pueda proyectarse, falta considerar otro factor en un momento histórico como el presente: ¿se mantendrán las actuales reglas de juego?, ¿habrá cambios impositivos o de algún tipo que introduzcan condiciones nuevas?
La suma de conflictos hacia el cierre de 2024, tanto en la industria cárnica como en la láctea, puede dar la impresión de que el favorable marco externo se vea enturbiado por una lógica interna menos favorable para emprender, invertir y apostar al crecimiento. Este será de los grandes temas a observar a partir del 1.o de marzo de 2025. Tanto el cambio político en Estados Unidos en el plano global como el interno diseñarán una lógica con diferencias importantes respecto a los años anteriores.
Mercados externos tres carriles diferentes
Paradojalmente, en un año que comienza con la atención puesta sobre las empresas que han captado ahorro en el sector ganadero, las perspectivas del sector cárnico son favorables.
La simultánea escasez de oferta en Estados Unidos y Brasil jugará muy a favor. Sin embargo, aquí está otro de los riesgos importantes de 2025: la fragilidad de la moneda brasileña y la imprevisilidad de la lógica política de China, que obliga a mantener la cautela. La depreciación del real puede atenuar, en cierta medida, las oportunidades para la carne vacuna y puede golpear también a los lácteos y la carne ovina. Justamente, los mismos sectores que despuntaron por su destaque son los más directamente amenazados por un Brasil inestable.
El 2025 estará signado por el crecimiento de la cría, con un récord de terneros que saldrán al mercado en otoño y, probablemente, esa producción tan fuerte se mantenga en 2026. Las certezas que ha dado la exportación en pie han permitido que los criadores apuesten y ganen. Han pasado de ser el eslabón más débil de la ganadería a convertirse en un negocio de muy bajo riesgo y con ingresos netos mayores que en el pasado.
Los lácteos, aunque de forma más atenuada, siguieron una trayectoria similar a la carne en 2024, yendo de menos a más. Sin embargo, los volúmenes de producción no alcanzaron los niveles del año anterior. Los efectos posteriores a la sequía, sumados a un otoño excesivamente lluvioso, complicaron a un sector que lleva años en una meseta productiva.
Si Brasil no descarrila, las perspectivas para la proteína animal son favorables, con un crecimiento en la demanda por granos para optimizar la producción. Una aceleración del uso de granos contrasta con la situación actual de los mercados, donde el mundo está bien abastecido de maíz y soja, lo que genera relaciones carne/grano y leche/grano favorables. Por otra parte, las buenas cosechas de trigo y cebada este año, aunque con problemas de calidad, también generan una oferta de estos granos a un precio favorable tanto para el uso en ganadería de carne como de leche.
Las nuevas oleaginosas
En otoño de 2025 comenzará la siembra de cultivos de invierno, en la que factiblemente ocurrirá un leve aumento del área, siguiendo la tendencia de años anteriores, en este caso liderada por la colza. La irrupción de los llamados Sustainable Aviation Fuels (SAF), combustibles alternativos a los derivados de energías fósiles, está llevando a cambios inéditos en la agricultura de invierno, con los precios y la demanda como factores clave. En la cosecha pasada, la oleaginosa cotizó en el eje de USD 500, mientras la expectativa de la soja se ubica en torno a los USD 350.
Aunque son cultivos diferentes que no compiten por área, el diferencial de precios muestra las dificultades que mencioné antes en la oleaginosa de verano, cuyo destino principal es la harina para raciones, frente al panorama más atractivo de los granos con un contenido más alto de aceite.
Estos cultivos, con condicionantes ambientales definidas, muy probablemente han llegado para quedarse, generando una diversificación agrícola que podría consolidarse en 2025, incluyendo un gradual crecimiento del girasol. Cabe esperar más área de colza y carinata el próximo año. El mercado de aceites ha encontrado en los biocombustibles de nueva generación una nueva demanda, que seguirá creciendo por varios años, ofreciendo nuevas oportunidades. En términos de márgenes de cultivos de invierno la carinata fue la ganadora de 2024 y, por lo tanto, tendrá un crecimiento importante en 2025, al igual que la colza. También entran en esta categoría de nuevos cultivos de invierno la camelina, con un ciclo muy corto y bajo costo, y el lupino, un cultivo más forrajero pero que, gracias a los buenos resultados que viene mostrando, se va sumando a la paleta de posibilidades agrícolas de invierno.
El 2025 también traerá una aceleración de cambios tecnológicos importantes. El uso de la inteligencia artificial en el agro, el persistente desarrollo de los drones, una posible ley de campo natural que por ahora no logra consensos, la aproximación de las mediciones de carbono, la necesidad de demostrar la ausencia de deforestación en las exportaciones a Europa, y un posible acuerdo de libre comercio con la Unión Europea son algunos de los muchos aspectos que seguirán pautando el rediseño de un sector clave para la economía uruguaya.