A partir de lo vivido
Con base en la experiencia de Orsi como intendente de Canelones y la tradición del MPP, se analizan las posibles líneas de acción del nuevo gobierno.
Ya es una tradición que el número de Hacer Empresa del verano se dedica al panorama económico del año que comienza. Cada cinco años tiene una particularidad. Suma a la expectativa natural de cada comienzo lo que puede traer de novedad para los negocios la impronta del nuevo gobierno que asumirá la tarea ejecutiva. Cierto que, en un mundo tan globalizado, aunque hoy un poco menos, —y habrá que ver si es solo una golondrina o realmente un cambio de época— el Ejecutivo de un país tan tomador de precios no tiene grandes autonomías de acción. Sin embargo, aunque el espacio de actuación sea reducido, las decisiones locales pueden llegar a influir mucho en la suerte del hombre de empresa.
Por lo anterior, este artículo dejará de lado las variables macro y se concentrará en algunas pinceladas más autóctonas, que, si bien influidas o condicionadas por aquellas, pueden llegar a tener una injerencia muy grande en decisiones de planes de negocios para el quinquenio que ahora comienza.
Un poco de método
Para conocer a alguien o para anticipar su conducta es útil escuchar lo que esa misma persona dice que hará. Sin embargo, es ley de vida que los hechos valen más que las palabras. En tal sentido, en el caso del nuevo Ejecutivo que asume se puede hacer el ejercicio de prestar atención a los hechos del pasado que se conocen para extrapolar alguna cosa acerca del futuro.
El futuro presidente Orsi es una persona con una larga trayectoria de gobierno en un cargo que en nuestro país se puede ubicar como el tercero en volumen de trabajo ejecutivo, solo detrás del Ejecutivo nacional y del intendente capitalino. Por lo tanto, es razonable suponer que aquellas cosas que le funcionaron en su labor anterior las tienda a replicar en esta nueva administración. No será un calco de aquello, pero difícil que la naturaleza humana se aleje marcadamente de lo que ya incorporó como propio y que, en definitiva, fue lo que lo catapultó a esta nueva jerarquía.
Como intendente, Orsi mostró una línea bastante abierta a dar juego a empresas privadas para realizar proyectos o solucionar problemas.
En tal sentido, me animo aquí a señalar algunas líneas de acción. La primera, y más general, es claramente una apertura a la participación del sector privado. Como intendente, Orsi mostró una línea bastante abierta a dar juego a empresas privadas para realizar proyectos o solucionar problemas que perfectamente hubieran podido ser llevados a cabo exclusivamente por la administración departamental. Me corrijo. Muy posiblemente no hubieran podido ser llevadas a la práctica por la administración, pero sí podrían haber sido encaminadas, más allá de que luego se estancaran. Sea como sea, Orsi parece priorizar que las cosas se hagan más allá de quién las haga, lo que se traduce en una apertura al sector privado y a oportunidades de negocios.
Si por algo destacó la administración municipal de Canelones en estos dos períodos fue por el fuerte impulso que le dio a la construcción, llevando a sus límites las posibilidades que los regímenes de promoción le permitían. Esto se vio en la zonificación para proyectos de vivienda y en las autorizaciones para desarrollos con excepciones. Parece razonable pensar que en el ámbito nacional Orsi mantenga esta línea de acción, que se traduce en un fuerte empuje a la construcción privada, favoreciendo no solo a desarrolladores y empresas constructoras, sino a toda la cadena de valor que apoya al sector. Esto tendría un impacto de derrame muy fuerte a través de la generación de empleo en la industria de la construcción y afines.
También la trayectoria de Orsi como jefe municipal lo mostró receptivo a instrumentos fiduciarios, donde el sector privado encontró la oportunidad de invertir y de participar financiando el servicio o el suministro, como, por ejemplo, fue el caso de las luminarias públicas. Aquí lo que hace la diferencia no es la capacidad de ejecución, sino la capacidad de conseguir la financiación para llevar adelante grandes proyectos que el Estado por sí solo no puede llevar adelante. Cierto es que todo esto se basa en una entelequia contable, debido a que la erogación efectiva es lo que se considera gasto del período y no el compromiso a pagar en un futuro. Pero así es como se juega este juego y no solo en Uruguay, en casi todos los países del orbe es igual.
En estos años de gobierno canario el futuro mandatario también dio señales de ser una persona abierta a escuchar propuestas. Por lo tanto, aquellos empresarios que tengan la capacidad de presentar proyectos de interés para el Estado y, además, puedan captar los fondos necesarios para armar algún instrumento fiduciario o similar que permita tirar el pago a futuras administraciones, muy probablemente encontrarán un presidente abierto a escuchar y a analizar su conveniencia.
Hasta aquí lo que me animo a extrapolar del próximo presidente en funciones. Nuestra república tiene un sistema muy presidencialista, pero no es una autocracia. Para anticipar qué se puede esperar del gobierno, también debemos considerar los antecedentes que tiene el grupo político que acompaña al presidente electo. A la luz de los resultados electorales de octubre pasado, más que en el Frente Amplio debemos poner el foco en el MPP. En este sentido, hay antecedentes de cuando el MPP tuvo en sus manos la presidencia, en aquel momento con José Mujica sentado en la Torre Ejecutiva. Es razonable mirar aquel período y tratar de sacar alguna línea de acción relevante que pueda encontrar campo fértil para ser replicada.
A la luz de los resultados electorales de octubre pasado, más que en el Frente Amplio debemos poner el foco en el MPP.
Si algo caracterizó al gobierno de 2009-2014 fue su fuerte apuesta al consumo interno como motor de desarrollo de la economía. Esto se realizó en gran medida a través de Consejos de Salarios que laudaban aumentos significativamente más altos que la inflación y más allá de la realidad de los sectores. Los Consejos de Salarios tripartitos solían tener la representación empresarial en manos de las empresas más grandes del sector, cosa lógica por otra parte, por lo que los acuerdos que se alcanzaban tendían a ser de una naturaleza más favorable a los grandes y no tanto a los chicos. Esto se explicaba pues los grandes tenían capacidades de lograr eficiencias que compensaban en otras variables asociadas al volumen. En la construcción de ingeniería pública fueron significativos los aumentos extraordinarios que el Poder Ejecutivo, como cliente, habilitaba trasladar a precios.
¿A dónde va todo ese dinero en manos de la gran masa de ciudadanos? En un país como Uruguay, al consumo, empujando no solo el comercio y los servicios asociados, sino también traduciéndose en mayor empleo en ese sector, que a su vez volvía a generar dinero fresco que nuevamente volvía al consumo.
Esta política de “consumo primero” se vio favorecida por un enorme ingreso de divisas como no sucedía desde mediados del siglo XX, pero también por una norma de mantener el dólar bajo, en lo que estaba al alcance de la acción vernácula. En esto influyeron fenómenos de carry trade, exceso de ingreso de dólares por exportaciones y fuerte apuesta al bienestar, dentro del cual hay innumerables bienes apetecibles por el ciudadano de a pie que son importados.
Dentro del entorno se debe considerar la entrega al Partido Comunista de la cartera de Trabajo. Cualquier empresario medianamente avispado sabe leer que esto significará una corrida del péndulo hacia el lado de los trabajadores. O mejor dicho, para el de los sindicalizados, que no necesariamente es lo mismo. También es cierto que la praxis de este grupo es acuerdista para ir avanzando hacia sus objetivos finales, por lo cual, aquellas empresas o sectores que tengan algo para aportar que al Partido le sirva para su agenda, seguro lograrán llegar a acuerdos coyunturales. En general, aquí los más favorecidos suelen volver a ser las grandes empresas o los sectores con pocos competidores, que con relativa sencillez pueden presentar una posición común.
En mi vaticinio, el empresario debe esperar una gestión que se caracterizará por un fuerte empuje a la construcción de arquitectura y también de infraestructura, pero esto último a través de proyectos tipo PPP, IP o similares, que vengan con financiación abajo del brazo. Sumado a esto, un dólar todo lo bajo que sea posible dentro de lo que el contexto internacional permita. Esto quiere decir, si en el mundo está alto, acá también, pero en el piso del rango factible. También grandes oportunidades para las empresas que basan sus negocios en los sectores de consumo popular, principalmente si obtienen buenos accesos a planes de financiación. Aunque el futuro más atractivo es el de las empresas que ofrezcan enormes inversiones y tengan la capacidad de negociar de tú a tú con las autoridades.