Revista del IEEM
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“Mi relación con el arte es profundamente espiritual; es un encuentro con la trascendencia en momentos clave de mi vida”

Diego Lev

Director de Notable y artista plástico

¿Cómo llegó el arte a tu vida?

Siempre estuvo presente. Desde niño fui muy lector, por lo que creo que el arte inicialmente llegó a mi vida a través de la literatura, que es una de sus formas. Me apasionaba leer y sentía un gran deseo de escribir. Siempre sentí que la realidad no me satisfacía y buscaba algo más profundo que encontraba en el arte, especialmente a través de la lectura.

Ya en la facultad, cuando tenía 19 o 20 años, tuve mi primera publicación y empecé a tomar clases de arte y sociedad. Me fascinaba la historia del arte del siglo XX. La curiosidad y una coincidencias familiares me llevaron al taller del artista y maestro, Nelson Ramos.

Recuerdo muy bien el día que conocí a Nelson. Fue un día muy importante porque mi vida cambió para siempre. Pasé horas dibujando y pintando con crayolas en hojas caballito. Pasaron ocho horas así, y, al salir, me sentí mareado, con una sensación extraña en el cuerpo, casi de una persona narcotizada. No exagero.

A partir de ese momento, no paré de ir. Lo curioso fue que pocos meses después, José David me invitó a hacer una exposición en la Nueva Congregación Israelita del Uruguay.

Me agarró completamente por sorpresa. Yo era un chico muy joven que jamás había pensado en la posibilidad de ser artista o dedicarse a eso.

Una vez que acepté, sentí que fui expulsado del paraíso. Antes trabajaba en arte con absoluta inocencia, solo con la mirada de mi maestro orientándome, sin la mirada de un tercero. Nunca más pude crear arte sin considerar que finalmente tendría la mirada de otro sobre mi trabajo. Este fue mi primer paso hacia el profesionalismo.

«Además de ser artista, soy un publicista full-time. Hemos construido una agencia fantástica, con trabajos memorables que me hacen feliz».

Entiendo que ser un artista profesional no significa necesariamente vender arte o vivir de él. Además de ser artista, soy un publicista full-time. Junto a mi socio Pipe y a mis compañeros, hemos consrtuido una agencia fantástica, con trabajos memorables que me hacen feliz y que me permiten vivir una vida llena de aventuras. Así que mis días tienen 48 horas.

 

¿Cómo definirías tu mirada como artista? ¿Hay temáticas o afinidades estéticas que te muevan?

Mi relación con el arte es profundamente espiritual; es un encuentro con la trascendencia en momentos clave de mi vida. Para mí, la dimensión espiritual es fundamental. El arte es un puente hacia esa dimensión en cualquiera de sus expresiones, ya sea a través de la música, el cine o la poesía. Encuentro en el arte un sostén, un abrazo.

Siempre sentí alguna atracción que no podía explicar por Japón. Durante nuestra luna de miel con mi mujer en Indonesia, me di cuenta de que estábamos a solo siete horas de Japón y que nunca había estado tan cerca. Compré dos pasajes y una campera (porque hacía frío en Japón) y allá fuimos. A pesar de las barreras lingüísticas, logré reservar un hotel por teléfono y tomar el metro desde el aeropuerto, saliendo directamente en la estación del hotel, sin GPS. Caminé por las calles como si las conociera de toda la vida. Siempre me sentí como en casa ahí.Bottom of Form

A partir de ese momento, empecé a interesarme en la filosofía y la cultura japonesas y a leer sobre el budismo Zen. Un libro que me impactó profundamente fue El elogio de la sombra de Junichiro Tanizaki, que es un tratado de estética y arquitectura, y defiende la belleza del arte japonés frente a la creciente influencia de la estética occidental. Es una afirmación apasionada de la estética japonesa. Influyó muchísimo mi trabajo sobre sombras y luz, temas que reflejan mi propia vida y pérdidas personales. Pero mi conexión con el arte japonés no es solo estética, es una parte esencial de mi expresión artística y mi búsqueda espiritual.

A partir de la muerte de mi perro Marciano, empecé a trabajar sobre la sombra. Marciano fue mi compañero fiel durante muchos años. Yo estaba muy triste, esa tristeza que también puede resultar dulce, que trae consigo una sensibilidad que te permite conectar con aspectos más profundos de la vida. Porque el dolor tiene eso: a veces te despierta y te conecta con lo verdaderamente bello, lo esencial.

En ese momento, mi mujer, con una sabiduría profunda, me sugirió viajar a Japón otra vez. Ese viaje fue una peregrinación en la que me sumergí en la contemplación de la naturaleza, explorando montañas y leyendo haikus. El haiku, en particular, me fascina por la conexión que sus autores tienen con la naturaleza y su forma de vida contemplativa. Así, me aventuré solo por las montañas, absorbiendo la esencia del haiku y adquiriendo papeles artesanales para mi arte. Este viaje fue muy personal y necesario para mi desarrollo creativo.

 

¿Cuál fue tu motivación para elegir Comunicación como carrera? ¿Qué es lo que más te cautiva de la publicidad?

Desde la escuela, lo que más recuerdo es que la parte que realmente me interesaba era cuando nos pedían hacer redacciones. Sentía que los ejercicios de matemáticas requerían un esfuerzo enorme de mi parte, pero la profesora ya conocía el resultado. Eso me aburría. En cambio, al escribir, sabía que lo que estaba creando era único y nadie podía anticipar qué surgiría. Esa libertad creativa de imaginar lo nunca antes visto me cautivaba cuando era niño, y sigue cautivándome hoy, 40 años después.

«La libertad creativa de imaginar lo nunca antes visto me cautivaba cuando era niño, y sigue cautivándome hoy, 40 años después».

Siempre existió en mí esa necesidad innata de crear. Desde pequeño, la publicidad siempre me interesó porque era un niño extrovertido que disfrutaba viendo anuncios y tenía un sentido del humor que conectaba con la publicidad. Elegí estudiar Comunicación, entendiendo que en las palabras y en la capacidad de crear estaba mi vocación. No me interesaba especialmente la publicidad hasta que mi primo, Pipe Stein, me invitó a hacer una pasantía en su agencia. Empecé como pasante, y la siguiente semana, un aviso mío fue publicado en El País. Fue un shock absoluto para mí ver que mis palabras eran leídas por miles de personas.

El proceso de la publicidad es sumamente creativo. Los proyectos pueden durar uno, dos o tres meses, pero rápidamente salen al aire. Esto me cautivó. Tenía la oportunidad de crear cosas que funcionaban rápidamente y que podía comprender con rapidez. Aprendí a valorar las obras gráficas y el impacto visual en la publicidad, algo que siempre disfruté. Además, la publicidad me permitió conectar con artistas, actores, músicos, locutores y diseñadores, así como con empresarios de quienes aprendí mucho.

Con el tiempo, fui comprendiendo las lógicas detrás de este campo, y se convirtió en mi profesión y oficio. En los proyectos creativos, que a veces se sienten como carreras de caballos, puedo intuir cuándo una idea está a punto de nacer y cuándo necesita más trabajo. Confío mucho en mi intuición en este mundo creativo.

 

¿Cómo interactúan y enriquecen mutuamente esos dos aspectos de tu identidad?

Me considero tanto artista como publicista. En cierto punto, el arte y la publicidad son caminos paralelos que parecen no cruzarse porque son completamente diferentes. En mi arte, actúo con absoluta libertad, sin buscar un resultado predefinido. Mi arte no tiene un objetivo concreto en principio, mientras que la publicidad siempre busca alcanzar objetivos específicos para los clientes con los que trabajo.

En este sentido, las actividades son muy diferentes. Sin embargo, donde se encuentran esos dos caminos es en mí mismo; soy la misma persona en los dos roles. Puedo estar pensando de una manera u otra, pero siempre soy la misma persona.

Además, las industrias creativas están todas en contacto. El arte, el entretenimiento y la publicidad son cercanas por naturaleza. Las definiciones del arte son muy laxas. Lo importante para mí es reconocer cuándo se vive una experiencia artística genuina y profunda, que tiene una actualidad diferente a otras. Es un momento especial que no se puede forzar ni prever.

Mi forma de concebir el arte es como una conexión única, diferente a lo que puede ofrecer la industria del entretenimiento, la publicidad u otras industrias cercanas. Todas estas esferas están interrelacionadas, y a menudo los profesionales que trabajamos en una también lo hacemos en otras. Enriquecerse cultivando diversos intereses y perseguirlos con coraje es fundamental.

La creatividad nunca se agota. Es una forma de vida para cualquier persona que esté abierta a conectar consigo misma y a proponer su mirada del mundo a los demás. En este sentido, una de las principales características de la creatividad es que no tiene método, forma preconcebida o fin definido. Es infinita por naturaleza, porque es lo que aún no ha sido creado, lo que aún no ha sido pensado. La creatividad es una potencia de lo desconocido. No puede agotarse nunca porque, por definición, es una potencialidad infinita.

Es un tema en el que he reflexionado mucho y llegado a la conclusión de que la creatividad no es exclusiva de ciertas industrias, como puede ser el caso del arte. Es cierto que en mi dinámica hay momentos de mayor o menor productividad, son ciclos naturales de la vida. Sin embargo, cada vez que la creatividad parece escaparse, sé que la luz siempre vuelve. Es natural tener temores al enfrentar nuevos proyectos, ya sea una campaña publicitaria o una idea artística. El hecho de haber hecho muchas campañas o exposiciones en el pasado no garantiza la inspiración futura; de hecho, a veces es mejor olvidarlas para no condicionar el proceso creativo.

Un concepto que me influenció mucho, proveniente del budismo zen, me ayudó en este dilema entre ser artista o publicista. Es vivir la vida como un artista, donde lo importante no es tanto cómo te ven los demás (si como pintor o publicista), sino cómo experimentás la vida con sensibilidad. Vivo mi vida con esta mentalidad: cada caminata por la playa, cada poema leído, cada libro absorbido, cada conversación con un empresario son oportunidades para aprender y crecer.

Creo que una persona con más intereses y experiencias será un mejor profesional en lo que decida hacer. No se trata solo de lo que hacés, sino de cómo experimentás profundamente cada aspecto de tu vida.

 

¿Qué te inspira a seguir explorando el arte plástico y exhibiendo tu trabajo?

Cuando estoy encerrado en mi taller con mi música, aunque no todo el tiempo (pues hay momentos de trabajo y otros de desasosiego, que quizás son más frecuentes), entre el barro y la labor, llega un momento, quizás a medianoche, cuando estoy en la penumbra con una pequeña luz y suena jazz, que siento una gran felicidad y agradezco profundamente mi vida. Este momento es lo mejor de mi obra. Y yo soy su único espectador.

Las exposiciones son necesarias para cerrar ciclos y abrir nuevos caminos. Mostrar mi obra retroalimenta y abre puertas. No me enfoco en vender demasiado porque me apego mucho a cada creación. Expongo principalmente para permitir que la obra fluya y dé paso a nuevas ideas. Necesito exponer, vender, regalar y moverme, pero no se trata solo de eso. Se trata de esos segundos en mi taller, o en mis muestras, cuando mis hijos y padres observan mis obras.

Comentarios (1)

  • maria teresa miro

    ME REQUETE ENCANTO TODA LA INTREVISTA. ESTOY EN ALGO MUY DISTINTO, PERO ME SENTÌ MUY CERCA. GRACIAS tere miro

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