Revista del IEEM
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La revolución silenciosa

Por qué hablar de felicidad es hacer empresa.

“Hay que tener un caos dentro de uno para dar a luz a una estrella danzante”, escribió Nietzsche. Del mismo modo, podríamos decir que, en un mundo donde la innovación se mide por algoritmos, donde la eficiencia se cuantifica en KPIs y donde la productividad sigue siendo la reina del tablero corporativo, hablar de felicidad puede parecer romántico. O, peor, naïf. Pero ignorarla, sencillamente, es ineficiente.

En realidad, el bienestar no es el resultado de una buena empresa: es su punto de partida. Y eso no lo dice un manifiesto utópico, sino la evidencia.

 

Una palabra todavía incómoda

La palabra “felicidad” despierta reacciones encontradas en el mundo laboral. Para algunos, es sinónimo de beneficios: un after office, un fruit day, una suscripción al gimnasio. Para otros, una idea incompatible con la seriedad que requiere trabajar en una empresa. Sin embargo, la historia, la ciencia y hasta el sentido común nos dicen otra cosa.

Durante siglos, filósofos de distintas épocas debatieron qué es la felicidad. Para Aristóteles era la eudaimonía: un florecimiento que se alcanza viviendo con propósito, virtud y realización. Epicuro la asociaba al placer mesurado, y Kant, con escepticismo, la subordinaba a la moral. Hoy, la ciencia del comportamiento humano le ha dado nueva vida a la pregunta. Desde la psicología positiva, Martin Seligman propuso un enfoque integral: emociones positivas, relaciones significativas, propósito, logros y compromiso. Sonja Lyubomirsky lo cuantificó: 50 % de nuestra felicidad viene de la genética, 10 % de las circunstancias y un 40 % de nuestras decisiones.

Si bien hay un fuerte componente individual en la construcción de la felicidad, las empresas también tienen un rol irremplazable: no pueden garantizar la felicidad de nadie, pero sí pueden construir un entorno donde florezca el bienestar o como mínimo que no reste felicidad a sus colaboradores.

 

A tu cerebro no le importa (pero a tu equipo sí)

Margarita Álvarez, referente española en felicidad organizacional, lo dice sin vueltas: “A tu cerebro le importa un bledo que seas feliz”. Está diseñado para sobrevivir, no para disfrutar. Buscar amenazas, no calma. Por eso, el bienestar necesita ser entrenado, pensado, construido. Y también protegido.

El espacio de trabajo puede ser un generador de cortisol o una incubadora de propósito. Puede drenar energía o multiplicarla. Puede ser fuente de estrés, o de conexión.

En ese sentido, las organizaciones tienen más poder del que creen. El espacio de trabajo puede ser un generador de cortisol o una incubadora de propósito. Puede drenar energía o multiplicarla. Puede ser fuente de estrés, o de conexión.

 

¿Qué se sabe del tema en Uruguay?

El estudio realizado por ManpowerGroup y Opción Consultores es la primera investigación de su tipo realizada sobre felicidad laboral en el país. Participaron 618 trabajadores de diversos sectores y regiones. Los resultados son reveladores: el 71 % de los encuestados se considera bastante o muy feliz hoy. Sin embargo, al reflexionar sobre su vida en general, ese número cae al 63 %.

Este desfasaje entre felicidad inmediata y satisfacción vital sugiere una percepción más matizada cuando se introduce la variable del tiempo. Mientras que las emociones presentes pueden ser positivas, la mirada retrospectiva revela ciertas tensiones entre expectativa y realidad.

 

Lo que realmente les importa a los uruguayos

No es una mesa de ping pong. Tampoco una frase en la pared. Según el estudio, al preguntar por lo más valorado por los trabajadores en Uruguay, la primera opción mencionada es el equilibrio entre vida laboral y personal (30 %), después aparece la remuneración (25 %) y, en tercer lugar, el ambiente de trabajo (17 %). Estos datos nos dicen algo muy interesante: el salario es necesario, pero no suficiente. Si bien sigue siendo muy importante, hay otros pilares a trabajar que van más por cuestiones intangibles, y es clave para las empresas tenerlo en cuenta.

Las principales áreas que los colaboradores desearían mejorar son la remuneración (30 %), el ambiente laboral y la comunicación (10 %).

De hecho, entre los factores que generan mayor satisfacción en el trabajo, el 21 % destaca el ambiente laboral y el trabajo en equipo como lo más valorado, seguido por el disfrute vocacional de las tareas (14 %). En contrapartida, las principales áreas que los colaboradores desearían mejorar son la remuneración (30 %), el ambiente laboral y la comunicación (10 %). El bienestar no se regala: se construye con relaciones, autonomía, respeto, desafíos y coherencia.

 

La importancia del reconocimiento

Según el estudio, solo el 55 % de los trabajadores siente que recibe reconocimiento suficiente.

Estos resultados reflejan una clara oportunidad para que las empresas revisen y fortalezcan sus estrategias de reconocimiento laboral. La falta de apoyo percibido por una parte significativa de los trabajadores sugiere que, en muchos casos, los esfuerzos organizacionales en este aspecto pueden no estar siendo efectivos o suficientemente visibles.

El reconocimiento en el ámbito laboral no solo es un factor clave para la motivación y el compromiso de los empleados, sino que también impacta en su bienestar y en la retención del talento. Implementar mecanismos más estructurados y frecuentes de reconocimiento, tanto formal como informal, puede contribuir a generar un entorno de trabajo más positivo, donde los colaboradores se sientan valorados por su desempeño y esfuerzo.

Fomentar una cultura organizacional con base en la retroalimentación constante y en la apreciación del trabajo bien hecho no solo mejoraría la percepción de apoyo, sino que también podría traducirse en mayores niveles de satisfacción y productividad laboral.

 

La felicidad y la productividad

Si todo esto fuera solo una cuestión ética, ya sería razón suficiente. Pero también es una cuestión de resultados. Según Gallup, los empleados felices pueden ser hasta casi un 20 % más productivos. No es una cuestión de optimismo. El bienestar impulsa la creatividad, reduce la rotación, mejora el clima y fortalece la cultura organizacional. La felicidad no es un lujo, ni una frivolidad. Es un multiplicador. Es un intangible que produce tangibles. Y, sobre todo, es una declaración de cómo queremos vivir, trabajar y liderar.

Por eso, no sorprende que un 78 % de los encuestados en Uruguay considere importante o muy importante hablar de felicidad en el trabajo. Esta percepción es especialmente fuerte entre las mujeres (85 %).

 

Un futuro más humano

El 59 % de los trabajadores cree que su situación laboral mejorará en los próximos cinco años. Este optimismo se convierte en una oportunidad: las organizaciones que sepan escuchar, adaptar y construir entornos donde las personas puedan florecer serán las que lideren el cambio.

 

Hablar de felicidad es hablar de estrategia

La palabra “felicidad” puede incomodar en ciertos contextos empresariales. Pero ignorarla es un lujo que las organizaciones no pueden darse. En tiempos de automatización y cambio constante, el diferencial está en lo humano. Y lo humano, está en el bienestar.

Construir felicidad en el trabajo no es una tarea épica. Es una revolución invisible, silenciosa, pero muy transformadora. Empieza por escuchar. Sigue por actuar. Y se consolida cuando una cultura organiza su éxito en torno al bienestar de su gente.

El futuro no se mide solo en innovación tecnológica o rentabilidad. También se mide en bienestar sostenido. En personas que se van a dormir orgullosas de su día. En equipos que no se quiebran ante el cambio, sino que lo atraviesan juntos.

Hablar de felicidad en el trabajo no es ingenuo: es urgente y profundamente estratégico.

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