Revista del IEEM
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La voz de Sebastián Torterolo

«Una señal emocional profunda es cómo se siente esa persona el domingo antes de acostarse a dormir»

Sebastián Torterolo | Gerente de RR. HH. de SAAM Towage Uruguay, miembro de la junta directiva de DCH y expresidente de AGH

Cultivar la felicidad

La felicidad en el trabajo no se reduce a disfrutar de lo que hacemos, sino a encontrar sentido en ello y a sentirnos conectados emocionalmente con quienes nos rodean. Es experimentar que nuestras contribuciones importan y que nuestra presencia suma a un propósito colectivo.

En este contexto, Recursos Humanos tiene un rol crucial: no puede fabricar felicidad, pero sí puede diseñar ecosistemas humanos donde florezca. ¿Cómo? Fomentando culturas organizacionales basadas en la confianza, el reconocimiento genuino y la calidez relacional. Cultivar relaciones interpersonales sanas, dar espacio al crecimiento personal y cuidar los pequeños detalles emocionales son estrategias mucho más efectivas a largo plazo que cualquier incentivo aislado.

 

Señales claras

La felicidad en el trabajo se percibe en comportamientos cotidianos: el entusiasmo al compartir ideas, la espontaneidad para colaborar, la resiliencia ante las adversidades y el orgullo por pertenecer a un equipo. Son personas que no solo cumplen tareas, sino que se involucran con energía positiva en los proyectos y en las relaciones.

Tal Ben-Shahar señala que «la clave de la felicidad está en permitirnos disfrutar del camino, no solo de las metas». En el trabajo, las personas felices disfrutan tanto del logro como del proceso diario, especialmente del vínculo humano que el trabajo con otros genera.

Una señal emocional profunda es cómo se siente esa persona el domingo antes de acostarse a dormir. Si predomina el deseo de reencontrarse con su equipo y de aportar nuevamente ―en lugar de ansiedad o desgaste―, entonces estamos ante una cultura organizacional que genera condiciones para la felicidad de manera auténtica.

 

Desafíos en las empresas

El primer gran desafío es entender que la felicidad no se decreta: no alcanza con campañas internas ni con beneficios dispersos. Requiere un trabajo estructural sobre los vínculos: cómo se lidera, cómo se reconoce, cómo se escucha en el día a día y, especialmente, cómo se comunica el propósito de la empresa.

El segundo desafío es asumir que las organizaciones son, ante todo, comunidades de personas. Promover la felicidad implica preguntarse con honestidad: ¿estamos construyendo un entorno que favorezca relaciones que realmente enriquecen la vida de quienes trabajan aquí?

Finalmente, está el desafío cultural: dejar de ver la felicidad como una moda pasajera o una estrategia para figurar en rankings, y empezar a reconocerla como un activo estratégico. Una organización en la que las personas se sienten valoradas y conectadas genera más innovación, mayor compromiso y gran resiliencia frente a los cambios.

Como decía Viktor Frankl: «La felicidad no puede ser perseguida; debe sobrevenir como efecto secundario de la dedicación a una causa mayor que uno mismo». Las empresas que logran inspirar a sus equipos con un propósito genuino construyen la base para su sostenibilidad a largo plazo.

Comentarios (2)

  • Yessenia

    Excelente artículo. Me gustó mucho como abordaste el tema de la felicidad en el trabajo y su importancia en el bienestar personal. Los líderes deben esforzarse en crear entornos que generen una sensación de felicidad por sentirse en un entorno positivo.

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  • Gabriel Bensusan

    Excelente punto de vista Sebastián. Gracias.

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