La viralización de las estrategias de ESG
Cada vez más empresas incorporan buenas prácticas de protección ambiental, social y de gobierno corporativo, en una corriente de alcance global y con un nivel de contagio acelerado.
Hace 30 años, ante la pregunta de cuál es la finalidad de la empresa, expertos y empresarios por igual habrían respondido, sin dudas ni matices, que no es otra que maximizar las ganancias para los socios en el emprendimiento. Y, en el mismo sentido, la función del director general sería la de incrementar el retorno financiero total del negocio para el socio o accionista.
Nuevos desarrollos teóricos en materia de organizaciones, inversión y gobierno corporativo han ido cambiando esos paradigmas, impulsados por un entorno cada vez más sensible a la cuestión social y medioambiental. De esta forma surge la corriente de implementación de políticas ESG (environmental, social and governance).
Un cambio de paradigma
La empresa no es un ente aislado. Existe actualmente una mayor conciencia del ecosistema en el que funciona, en el que los accionistas no son los únicos que importan. En ese ecosistema, la empresa convive e interactúa con otros centros de interés (stakeholders) distintos de los socios, en los que la actuación de la empresa tiene un impacto más o menos directo. Los trabajadores se ven inmediatamente afectados si, preocupada por bajar costos, la empresa descuida la higiene y la seguridad del lugar de trabajo. Los acreedores de la empresa siguen con celo su nivel de endeudamiento y la habilidad de hacer frente al pago de sus obligaciones en el futuro. Y, en general, la sociedad toda se ve afectada por sus políticas de manejo de datos personales, tratamiento de residuos o prevención de lavado de activos y lucha contra la corrupción.
En efecto, la actividad empresarial tiene un impacto en la sociedad que es evidente y relevante. Es la preocupación por ese impacto lo que dio lugar al movimiento ESG: una corriente que promueve la adopción en las empresas de políticas ambientales, sociales y de gobernanza.
El origen de esa corriente se encuentra en las buenas prácticas de gobierno corporativo y en el concepto de inversión sustentable, abrazada por inversores institucionales (como son los fondos de pensión) durante los años 90 en busca de un equilibrio entre los resultados a corto y largo plazo. Por su carácter institucional, la participación de este tipo de inversores implicaba un vínculo de propiedad más permanente y a largo plazo, de lo cual se deriva un interés económico concreto en utilizar los mecanismos de gobierno corporativo para mejorar la gestión de las sociedades, a través de un mayor activismo. Pero es recién en 2004 que aparece por primera vez el acrónimo ESG. En un reporte de ese año el sector de Iniciativa Financiera del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) sugirió que se incorporaran criterios ambientales, sociales y de gobierno corporativo en el proceso de evaluación de inversiones.
Desde entonces, las inversiones socialmente responsables o sustentables —que ocupaban un nicho reducido en el mercado de capitales— experimentaron un crecimiento notable y el concepto de políticas ESG se hizo viral. En 2006, PNUMA publicó los Principios para la Inversión Responsable o PRI (Principles for Responsible Investment), que promueve la adopción de criterios ESG en el proceso de análisis y concreción de inversiones. En 2020, 3038 inversores institucionales habían adherido a los PRI, reuniendo más de USD 100 billones en activos administrados. Según el último estudio de la Global Sustainable Investment Alliance, el mercado de inversión sustentable directa a fines de 2020 alcanzó USD 35,3 billones en los cinco mercados más importantes: Europa, Estados Unidos, Canadá, Australasia y Japón. Esto supone un incremento del 15 % respecto del informe anterior de 2018. En estos mercados, las inversiones sustentables representan un 35,9 % del total de activos administrados, frente al 33,4 % de 2018.
La propia evolución del fenómeno de ESG evidencia un formidable dinamismo que no está exento de cierta indeterminación. Y esa falta de determinación puede generar inquietud en los operadores. ¿Qué comprenden los criterios ESG? ¿Cuáles son sus límites? MSCI ha diseñado un modelo de calificación de desempeño en materia de ESG que descompone los tres pilares fundamentales en 10 áreas y 37 aspectos clave, como se muestra en el siguiente cuadro. Este listado de aspectos clave señala la dirección de la agenda ESG.

Como puede percibirse del listado de temas comprendidos dentro del ámbito ESG, las políticas que en ese sentido adopte cualquier empresa están más alineadas a objetivos de largo plazo y a su misión o propósito, que a la obtención de un retorno económico inmediato. Es lógico, por tanto, que el impulso de esas políticas haya venido de mano de inversores institucionales en los mercados de capitales, que tienen una vocación de permanencia en el capital. Pero ¿cómo es que se generaliza este fenómeno?
Entre la libertad de mercado y la regulación
Los fondos y las administradoras de activos con importantes inversiones en empresas cotizadas dan el primer paso profundizando la sustentabilidad de sus inversiones sin imposiciones externas. ¿Por qué? Cabría manejar la hipótesis de que tiene valor hacer lo correcto pensando a largo plazo y de que, sencillamente, el mundo no puede darse el lujo de actuar en función de metas de corto plazo a expensas de su entorno, del entramado social y de las instituciones.
En su libro Reimagining Capitalism in a World on Fire, Rebecca Henderson presenta el caso de modo convincente. Allí señala los tres problemas más acuciantes que enfrenta la humanidad: una degradación medioambiental masiva, asociada al cambio climático, el manejo de residuos y el agotamiento de los recursos; una aceleración de la desigualdad social, con aumento de la pobreza, la exclusión social y la falta de oportunidades; y un debilitamiento en las instituciones y en la confianza en el sistema, que aumenta la propensión de brotes de populismo. En respuesta a estos problemas propone un modelo de empresa con base en valores y con un marcado sentido de propósito. Este es un modelo con oportunidades reales de crear empresas pujantes que no solo sean muy rentables, sino que también hagan un aporte efectivo a la solución de los grandes problemas de la humanidad.
Este ideal fue adoptado tempranamente no solo por inversores institucionales con posiciones en el capital de las empresas, como es el caso de los fondos de pensión (por ejemplo, CalPERS, GPIF, APG, PGGM) y las empresas de seguro (por ejemplo, Axa y Allianz). También son parte fundamental del movimiento ESG las empresas administradoras de activos como BlackRock, Vanguard, Parnassus, Storebrand y BNP Paribas.
Estos operadores tienen un enorme efecto multiplicador, pues incorporan políticas sustentables en sus propios modelos de dirección, fijan estándares para las empresas en las que tienen activos e impulsan cambios normativos y en la regulación con alcance general.
Las buenas prácticas ESG adoptadas y exigidas por quienes tienen poder de decisión sobre las inversiones van permeando progresivamente hacia empresas que no cotizan en bolsa y hasta en pequeñas y medianas empresas. En el otro extremo, el activismo del consumidor final presiona en el mismo sentido. Quienes no cumplan con estándares mínimos de ESG, se exponen cada vez más a perder clientes, oportunidades de negocio y la posibilidad de reducir riesgos y costos. El resultado es la creciente tendencia ESG de la que somos testigos.
Quienes no cumplan con estándares mínimos de ESG, se exponen cada vez más a perder clientes, oportunidades de negocio y la posibilidad de reducir riesgos y costos.
Pero entre una tendencia y un cambio sistémico hay un abismo. Para lograr este último es necesario que con carácter general se integren objetivos de largo plazo en la gestión de las empresas. Es necesario que existan incentivos adecuados hacia una cooperación a gran escala en línea con las políticas de ESG, y que se establezcan mecanismos de control y sanciones para quienes no las cumplan. Obtener esas condiciones puede ser imposible sin que las tendencias vayan acompañadas de cambios normativos.
Estos esfuerzos de regular en materia de ESG comienzan a verse, principalmente en Europa. El “Plan de Acción para Financiar el Desarrollo Sostenible”, lanzado a nivel de la Unión Europea en 2018, es una de las iniciativas más importantes. Su objetivo es reorientar los flujos de capital hacia una economía más sostenible; gestionar los riesgos financieros derivados del cambio climático, el impacto en los recursos y el medioambiente y los problemas sociales; y fomentar la transparencia y el largoplacismo en las actividades financieras y económicas. Uno de los resultados de este plan fue la publicación de la taxonomía europea para determinar si una actividad económica es sustentable desde el punto de vista medioambiental y los métodos para definir los estándares en esa materia a nivel europeo.
En Estados Unidos, de momento, las iniciativas se mantienen en el ámbito de la autorregulación. Un ejemplo es el de la Sustainability Accounting Standards Board (SASB). Las normas de funcionamiento de cualquier mercado de valores exigen que los emisores de valores comuniquen al organismo regulador y al mercado cualquier “información relevante”. Por lo general, se entiende relevante cualquier información que pudiera alterar la decisión del inversor de invertir en el valor en cuestión. Desde 2012 la SASB establece estándares para el reporte a la Securities and Exchange Commission (SEC) de información relevante desde el punto de vista financiero, vinculada a sustentabilidad y desempeño en materia de ESG para 77 sectores de actividad.
La estrategia de ESG para la creación de valor
Más allá de los estímulos normativos externos, puede argumentarse que tener una estrategia de desarrollo de ESG puede crear valor para la empresa. Estudios académicos recientes muestran que superar los estándares mínimos de ESG no impacta negativamente en los resultados y que, en cambio, existe evidencia de una correlación positiva con los resultados financieros.
Las estrategias de ESG pueden crear valor para las empresas de diferentes maneras.
- Determinación del propósito de la empresa y alineamiento de las estrategias para su consecución. Pensar en políticas de ESG obliga a preguntarse acerca de los últimos “para qué” de la empresa, sus objetivos a largo plazo y la forma de alcanzarlos. Cuando la dirección general tiene claro estos aspectos, los esfuerzos en todas las áreas están más focalizados en la generación de valor permanente y sostenible en el tiempo.
- Generación de oportunidades de negocios, abriendo el acceso a mercados y segmentos de clientes que valoran o exigen estándares mínimos de ESG. Es probable que con mayor frecuencia el cumplimiento de mínimos sea puesto como condición para suministrar materia prima, proveer servicios, actuar como representante o distribuidor o participar en licitaciones públicas.
- Reducción de costos por optimización del uso de recursos naturales, gastos de energía y generación de residuos. La disminución de los costos también está asociada a la gestión de riesgos por incumplimiento que puede traer aparejado sanciones por el regulador, penalidades previstas contractualmente o un encarecimiento de los seguros.
- Atracción y retención de talento y motivación de los empleados. La satisfacción y motivación de los empleados no está asociada solamente a la remuneración y al reconocimiento de sus logros. El sentido de propósito y la identificación con la misión y cultura de la empresa está cada vez más presente entre las prioridades de cualquier trabajador. Una propuesta de ESG corporativa más robusta contribuye en ese sentido. Y empleados más motivados se traduce en mayor productividad.
Incorporar criterios de ESG en el plan de inversiones y en la propia gestión de la empresa no es una cuestión de mero altruismo, sino que la hace sostenible a largo plazo.
En definitiva, incorporar criterios de ESG en el plan de inversiones y en la propia gestión de la empresa no es una cuestión de mero altruismo o corrección política, sino que genera valor para la empresa y la hace sostenible a largo plazo. Por otra parte, ya sea por imposición de la práctica de los negocios o por un mandato de una norma externa, es factible que el margen de discrecionalidad para adoptar medidas de ESG sea cada vez más reducido. Los problemas ambientales, sociales y de gobernanza son cada vez más apremiantes y la actividad empresarial está llamada a jugar un rol ineludible en la búsqueda de soluciones.