«Aunque nuestros enfoques sean distintos, ambos parten de lo mismo: las personas. Una trabaja desde la equidad de género y la otra desde el autoconocimiento»

Maca Botta
Cofundadora de BRAVA
Maia Saps
Directora de Iceberg Consultora
Ambas son líderes que impulsan el cambio en el ámbito laboral, ¿cuándo sintieron que su trabajo se convirtió en activismo? ¿Qué temas las inspiran a seguir transformando realidades?
MB: Para mí, el activismo empezó cuando me di cuenta de que las herramientas que había usado para enfrentar mis propios desafíos podían ser útiles para otras personas. Me apasiona resolver problemas y crear espacios en los que todas y todos tengan las mismas oportunidades, independientemente de quiénes son o de dónde vienen. Mi foco está en lograr que las personas se sientan incluidas y valoradas en su trabajo.
MS: Mi activismo empezó en las ONG, trabajando en el desarrollo de habilidades socioemocionales. Enseñaba a maestros y adolescentes, y me di cuenta de que en el mundo adulto esas habilidades, como la vulnerabilidad y la empatía, son igual de importantes, pero nadie nos las enseña. Me mueve crear equipos de alto rendimiento en los que las personas puedan ser auténticas, sentirse seguras y conectadas con quienes son. Cuando logramos eso, los resultados vienen solos.
Maca, trabajás por la equidad de género y el desarrollo del talento. Maia, por el autoconocimiento y los equipos de alto rendimiento. ¿Cómo se complementan sus enfoques?
MB: Lo que tenemos claro es que el cambio empieza por una misma. Yo trabajo mucho con los sesgos y cómo estos afectan el desarrollo del talento, mientras que Maia se enfoca en el autoconocimiento y en cómo los líderes pueden identificar sus fortalezas y áreas de mejora. Al final, buscamos lo mismo: equipos diversos e inclusivos, pero sobre todo humanos. Nos complementamos perfecto porque venimos de lugares diferentes, pero coincidimos en lo esencial.
MS: Exacto, aunque nuestros enfoques sean distintos, ambos parten de lo mismo: las personas. Maca trabaja más desde la equidad de género y yo desde el autoconocimiento, pero al final, todo se trata de poner a las personas en el centro. Juntas creamos espacios donde los líderes pueden parar, reflexionar y construir algo más fuerte y conectado.
En su programa “Habilidades para el cambio”, ¿qué impacto buscan en las líderes? ¿Cuál ha sido la mayor transformación que han visto en las participantes?
MB: Queremos que las personas líderes que participan en el programa se conozcan mejor a sí mismas, que conecten con su propósito y que lideren desde la autenticidad. Muchas veces, ser líder no significa tener todas las respuestas, sino saber escuchar, conectar con el equipo y tomar decisiones desde la empatía. Nuestro programa busca que cada líder descubra su mejor versión y pueda transmitirlo a su equipo.

«Ser líder no significa tener todas las respuestas, sino saber escuchar, conectar con el equipo y tomar decisiones desde la empatía».
MS: Lo que buscamos es una transformación desde adentro hacia afuera. El primer paso siempre es el autoliderazgo, porque si no sabes quién sos ni qué quieres lograr es difícil liderar a otros. En la primera sesión, trabajamos el autoconocimiento y el propósito personal, y desde ahí, vamos armando un liderazgo más consciente y humano a través de herramientas concretas. Les propusimos una estructura de peer coaching y les compartimos una guía de mentoring para poder pasar de la intención a la acción, acompañados en este camino que muchas veces es solitario.
Proponen un liderazgo más humano y consciente. ¿Qué barreras enfrentan al desafiar el modelo tradicional y qué papel juega el activismo en esto?
MB: Una de las grandes barreras es que en muchas organizaciones todavía se priorizan los resultados por encima de las personas. Pero un equipo de alto rendimiento no se construye de la noche a la mañana; necesitas tiempo para tener las conversaciones importantes, generar confianza y entender quién es cada uno. El activismo para mí es justamente esto: desafiar la idea de que lo único que importa son los números y reivindicar que somos personas trabajando con personas.
MS: Totalmente. Además, las empresas están siempre corriendo detrás de lo urgente, con agendas llenas, de reunión en reunión y eso muchas veces impide que se tomen el tiempo para lo importante: las conversaciones difíciles, el cuidado del equipo, la construcción de confianza. Las nuevas generaciones buscan espacios de trabajo en los que puedan ser ellas mismas y donde no sientan que tienen que pagar «derecho de piso» para ser valoradas. Y ahí es donde el activismo juega un papel fundamental, en cambiar estas dinámicas. Ser activista es pasar de protestas a propuestas, siendo protagonista del cambio que quiero ver.
¿Cómo ven la conexión humana en el liderazgo y cómo la potencian en sus talleres conjuntos?
MS: Potenciamos la conexión humana ofreciendo a los líderes herramientas para generar conversaciones genuinas y auténticas. No se trata de tener todas las respuestas, sino de facilitar esos espacios en los que el equipo pueda hablar, resolver conflictos y crecer juntos. Queremos que los líderes aprendan a ser facilitadores de esas conversaciones, y no solo “jefes” por un título formal. Y para eso hay que ver la vulnerabilidad como fortaleza, como valentía de poder admitir cuando nos equivocamos, pedir ayuda, decir no sé, compartir cuando no estoy bien y así habilitar un espacio seguro para que el equipo pueda ser su mejor versión sintiéndose cómodos siendo quienes son.

«No se trata de tener todas las respuestas, sino de facilitar esos espacios en los que el equipo pueda hablar, resolver conflictos y crecer juntos».
MB: Exactamente, para mí la conexión humana es lo más importante en el liderazgo. Si no podés conectar contigo misma, difícilmente podrás inspirar o liderar a otros. En nuestros talleres, trabajamos mucho en crear espacios en los que las personas puedan ser ellas mismas, donde puedan compartir lo que realmente sienten y desde ahí construir equipos más sólidos. Un equipo que confía es un equipo que logra cosas increíbles.