
Coaching: una herramienta para llegar a destino
Aristóteles afirmaba que la felicidad es algo que elegimos por sí misma, por encima del honor, la riqueza y el placer.
Si avanzamos en los “porqués” y “para qué” de nuestras acciones, podemos comprobar que esto es cierto. En el acierto o en el error, todo lo que hacemos en nuestra vida personal y profesional es en busca de la felicidad. Es un estado al que aspiramos llegar, un camino que no termina jamás. Y aunque hay momentos en los que nos sentimos felices, la experiencia nos demuestra que es imposible mantenernos así por mucho tiempo.
¿Qué es la felicidad? ¿En qué se fundamenta? ¿Es hereditaria? El profesor de Harvard Arthur Brooks, a quien conocí en el simposio de coaching de la Unidad de Coaching del IESE en 2020, responde a estas preguntas:
- La felicidad es la combinación de tres factores, a los que define como los macronutrientes: el disfrute, el propósito y la satisfacción.
- Se apoya en cuatro pilares: la familia, los amigos, el trabajo y la espiritualidad, la que entiende no como una determinada religión —aunque tener una, ayuda—, sino a hacerse momentos en la vida que define de “zoom out”. Es la capacidad para hacerse las grandes preguntas: ¿Quién soy? ¿Cuál es el fin de mi vida? ¿Para qué trabajo? Y, dado que estamos en el tema, ¿cómo puedo ser más feliz y hacer más felices a los demás? En el trabajo se consigue si están presentes dos condiciones: la primera, que tenga impacto. Que no dé lo mismo si va o no va a trabajar. Se trata de hacerlo bien y ganarse el sueldo. La segunda, que sea de servicio para algo o alguien.
- Un 50 % de nuestra felicidad es hereditaria y entre un 10 % y un 25 % —el porcentaje varía según las fuentes— depende de las circunstancias. La buena noticia es que el porcentaje restante —entre un 25 % y un 40 %— son nuestros hábitos. Esto significa que una parte importante de nuestra felicidad depende de nosotros.
Si la felicidad es el destino, el coaching es uno de los medios que existen para acercarnos a ella.
El coaching ejecutivo parte de la base de que la persona tiene los recursos interiores para solucionar el problema, desafío u oportunidad que le está impidiendo alcanzar su potencial. En el caso de ser más felices, el coaching constituye un camino para desarrollar los hábitos que nos acerquen al objetivo. En un ambiente reservado y psicológicamente seguro, en donde quien lleva la agenda es el cliente, el coach escucha, hace preguntas que impulsan a la reflexión y alienta a la acción. Funciona como un espejo que refleja y señala posibles inconsistencias. Es un vehículo que te lleva del punto A, en donde te encontrás hoy, al punto B, que es a donde querés llegar.
Todos nacemos con un determinado temperamento, con el que lidiamos toda la vida, y un carácter, que podemos modificar a través de los hábitos. Para bien, si crecemos en virtudes, para mal, si caemos en vicios. En esto se apoya Alexandre Havard, en su libro El líder virtuoso, en el que fundamenta por qué el líder se hace. La felicidad no es solo un objetivo personal, sino también un efecto colateral del liderazgo virtuoso. El líder virtuoso, al ser un modelo a seguir, contribuye a la felicidad colectiva y crea un entorno donde otros pueden prosperar.
Una persona que desea ser más feliz tiene que trabajar en sí misma para adquirir las virtudes que lo lleven a mejorar. Crecer en virtudes significa adquirir hábitos buenos. Pero Andrew Abela enseña que hay determinados hábitos —de pensamientos, acciones y sentimientos— que conviene trabajar primero, entre ellos la gratitud, la humildad y el control, a los que llama los “súper hábitos”. En coaching, trabajar en estos hábitos puede transformar la mentalidad del cliente, llevándolo a un enfoque más positivo y proactivo en la vida. La práctica constante de la gratitud, por ejemplo, puede cambiar la perspectiva de una persona, ayudándola a apreciar más la vida y a construir relaciones más satisfactorias. Al fomentar el crecimiento personal, el coaching ayuda a las personas a alcanzar sus metas, y las prepara para impactar positivamente en los demás.
La felicidad es una elección activa que depende de nuestras acciones y decisiones. Es un viaje personal que se ve enriquecido por el desarrollo de la virtud, la autorreflexión y el liderazgo. El coaching facilita el autoconocimiento y la adquisición de hábitos positivos, en un espacio seguro para la reflexión y el crecimiento. Es una herramienta poderosa para ayudar a las personas a vivir de manera plena y significativa, contribuyendo al bienestar individual y colectivo.
El Coaching es una disciplina netamente de servicio y, como tal, colabora en hacer más feliz a quien la ejerce. Esto mismo sucede con la felicidad. Brooks nos propone un algoritmo de aprendizaje para comenzar este camino, que consta de tres pasos.
El primero es conocer la ciencia que sustenta a la felicidad. Los datos. La felicidad es un tema serio, y como tal, debemos comprender de qué se trata. El Centro de la Felicidad del IEEM será un referente en este sentido.
Pero no alcanza; hay que incorporar los hábitos que te llevan a ser más feliz. El segundo paso consiste en hacer carne el saber intelectual, desarrollando los hábitos que la ciencia nos señala. El Programa Líder Coach es la herramienta que te puede ayudar a conseguirlo.
Por último, hay que compartir lo aprendido. Para que la felicidad sea algo permanente en tu vida y en la de los demás, tenés que hacerlo de forma consciente. En términos de neurociencias, traerlo a tu corteza prefrontal. Y crear las condiciones, dentro de la empresa, para que todos puedan crecer. Porque cuando gestionas el bienestar de aquellos que lideras, tanto por motivos éticos como prácticos, estás cimentando tu propia felicidad.