«Soñamos con transformar la forma en que el mundo empresarial concibe y promueve la felicidad en el trabajo»

Patricia Otero
Directora del Centro de Estudios de la Felicidad del IEEM
¿Cómo nace tu interés por estudiar la felicidad?
Podría decir que este camino comenzó hace muchos años, en mi primer trabajo, donde la experiencia estuvo lejos de ser feliz. Aprendí muchísimo, sí, pero cuando me fui, la sensación era clara: sentía que salía del infierno. Ese contraste me hizo cuestionar profundamente si ese era el modelo de trabajo que debíamos aceptar como normal.
Con el tiempo, volví a encontrarme con esta inquietud, esta vez desde lo académico. En mis cursos de Sistemas de Control pensaba: si el gran desafío de cualquier directivo es lograr que las personas se alineen con los objetivos de la organización, ¿no tendría más sentido empezar por cuidar su bienestar? ¿No será que, si los empleados están felices, hay más probabilidad de que realmente se comprometan?
En una conversación sobre este tema con Alberto Ribera, profesor del IESE, nuestra escuela hermana, me compartió un artículo del Financial Times que decía: “Empleados felices generan accionistas felices”. Esa frase fue un verdadero disparador. Investigué el estudio que respaldaba esa afirmación, realizado por profesores de Oxford y Harvard, para entender qué había detrás. A partir de ahí, me metí de lleno en el tema: hice un curso de Martin Seligman sobre psicología positiva y me formé en la Happiness Studies Academy de Tal Ben-Shahar. Estoy convencida de que este tema no solo merece ser investigado con rigor, sino que puede transformar el liderazgo y las organizaciones desde su raíz.

«Estoy convencida de que este tema no solo merece ser investigado con rigor, sino que puede transformar el liderazgo y las organizaciones desde su raíz».
El IEEM creó el Centro de Estudios de la Felicidad del IEEM, ¿cuál es su propósito principal?
El CEF nace como un espacio para reflexionar, investigar y actuar en torno a un tema que consideramos fundamental: la felicidad en el trabajo. Nuestro propósito es claro: generar conocimiento riguroso y práctico que ayude a los líderes a gestionar este concepto con seriedad, sabiendo que no solo mejora la vida de las personas, sino que también es clave para alcanzar resultados sostenibles.
Soñamos con transformar la forma en que el mundo empresarial concibe y promueve la felicidad en el trabajo. Para ello, trabajamos activamente en la investigación y la difusión de buenas prácticas, con el objetivo de formar directivos capaces de construir entornos más humanos, saludables y productivos.
Desde el inicio, contamos con el valioso apoyo de nuestros antiguos alumnos, quienes se sumaron con entusiasmo a este proyecto. Su mirada, sus aportes y sus preguntas nutren nuestras investigaciones y nos impulsan a seguir profundizando en un tema que interpela cada vez más al liderazgo de hoy.
¿Qué impacto esperan generar con lo que investiguen? ¿A quién buscan llegar con sus hallazgos?
Queremos aportar mayor claridad sobre qué es lo que impulsa la felicidad de los empleados. En la investigación que presentamos durante la Asamblea de Antiguos Alumnos del IEEM, nos enfocamos en nuestros egresados para conocer cuán felices se sienten en su trabajo y qué elementos inciden en ello. Este fue apenas un primer paso: sabemos que el perfil del público IEEM tiene particularidades que no siempre se replican en todos los trabajadores. Por eso, ahora estamos ampliando el alcance del estudio para comprender estos impulsores en distintos niveles de la organización. El objetivo final es claro: identificar las palancas que los gerentes pueden activar para generar un impacto positivo y sostenible en sus equipos.
Al mismo tiempo, buscamos generar consciencia sobre la importancia de tomarse este tema en serio, no solo por su impacto directo en los resultados económicos, sino también por su efecto en la sociedad. Cuando promovemos entornos de trabajo más saludables, que fomenten el crecimiento, el desarrollo y vínculos humanos genuinos, contribuimos a que las personas regresen a sus hogares con una actitud más positiva. Y eso, a su vez, las convierte en mejores y padres, parejas, amigos y ciudadanos.
La felicidad en el trabajo suele verse como un tema blando. ¿Por qué considerás que es importante que las empresas —y quienes las lideran— se lo tomen en serio?
A lo largo de la historia, el trabajo ha ocupado un rol central en la vida de las personas, pero no siempre se lo pensó desde una mirada humanista. Durante la Revolución Industrial, por ejemplo, los trabajadores eran vistos como piezas de una gran maquinaria productiva, eran recursos a ser utilizados, e incluso “exprimidos”, con el único fin de maximizar la producción.
Ya avanzado el siglo XX, con el surgimiento de teorías como las de Elton Mayo y el movimiento de las relaciones humanas, se empezó a reconocer que las condiciones laborales influían en la productividad. Se comenzó a ver al trabajador como una persona. Pero, aun así, esa mirada seguía siendo transaccional: se mejoraban las condiciones solo para obtener un mayor rendimiento.

«Las personas quieren que las vean en su totalidad, con sus emociones, aspiraciones y valores».
Hoy estamos en otro momento. Las personas ya no quieren ser tratadas solo como medios para alcanzar fines empresariales; quieren que las vean en su totalidad, con sus emociones, aspiraciones y valores. Y ahí es donde entra en juego la felicidad en el trabajo: no como un beneficio accesorio, sino como una dimensión esencial del liderazgo responsable.
Por eso creo que los líderes deben tomarse este tema muy en serio. No solo porque impacta positivamente en los resultados —y está más que demostrado que lo hace—, sino porque también los desafía a ser mejores líderes. A crear espacios donde las personas puedan crecer, sentirse vistas y dar lo mejor de sí. Cuando eso sucede, las organizaciones no solo logran mejores resultados: se convierten en lugares donde vale la pena estar.
¿Qué proyecciones tienen a futuro para el centro? ¿Con qué sueñan?
Queremos seguir profundizando en el estudio de este tema, para generar cada vez más conocimiento sobre un fenómeno que, en el fondo, nos conecta con ideas que ya se discutían hace más de dos mil años. Aristóteles sostenía que la felicidad es el fin último del ser humano; de algún modo, se trata de volver a poner este concepto en el centro de nuestras decisiones y prácticas organizacionales.
Nuestro objetivo es brindar herramientas concretas a los gerentes para que puedan gestionarlo de forma consciente. Como dijimos en la Asamblea: no se trata de hacer felices a los empleados, nadie puede hacer feliz a otro, pero sí de no obstaculizar ese camino. Se trata de crear condiciones que favorezcan el florecimiento de las personas.
Si logramos que este mensaje cale hondo y que la felicidad empiece a ser un criterio relevante en la toma de decisiones empresariales, nos daremos por más que satisfechos.
En términos concretos, lanzaremos un podcast con antiguos alumnos, en el que compartiremos historias reales vinculadas a la felicidad en el trabajo y reflexionaremos juntos sobre estos temas. En lo personal, tengo pendiente terminar mi doctorado, que justamente estará enfocado en esta temática. Espero que desde allí podamos seguir generando investigaciones rigurosas y relevantes que arrojen luz sobre cómo liderar mejor en el mundo empresarial actual.
Rafael
“EDUCAR PARA SER FELICES”
Debemos empezar por definir la felicidad en sus dos componentes. Cuando alguien es feliz siente que tiene una buena vida, está satisfecho con ella y siente que está alcanzando sus objetivos, pero también siente a menudo emociones positivas, ya sea tranquilidad, entusiasmo, curiosidad, afecto u orgullo. Eso es la felicidad. Pero la felicidad no solo es buena para nosotros, no es solo algo que nos hace sentir bien, sino que es algo bueno para el mundo, porque cuando somos felices somos más generosos, más productivos, más creativos, incluso estamos más sanos, tenemos más energía, más posibilidades de perseguir un objetivo y tener éxito en ello, tenemos mejores relaciones, somos más generosos y tenemos más posibilidades de hacer amigos.
Por eso, cuando somos felices no solo nos sentimos bien nosotros, nuestras familias serán más felices, nuestros maridos o mujeres serán más felices, nuestros hijos, nuestros amigos y compañeros de trabajo también. La felicidad no es solo algo personal, es buena para nuestras familias, nuestras comunidades, para todo el mundo. Hay gente que cree que la felicidad o se tiene o no se tiene, que hay gente que nace feliz y otra que no, y que no se puede hacer nada al respecto. Hay cierto componente genético, pero eso no significa que no se pueda cambiar. De hecho, está comprobado que uno puede convertirse en alguien más feliz, ya sea bajo circunstancias normales o en circunstancias tan complicadas como las que vivimos hoy (Lyubomirsky, Sonja. 2008. La ciencia de la felicidad. Ediciones Urano S. A. Pág. 31).
“La felicidad es un deber moral, porque cuando todo el mundo siente que tiene la obligación de dar lo mejor de sí, construye una mejor sociedad”.
i. Felicidad, religión, filosofía y ciencia
Hace milenios que las religiones y la filosofía se ocupan de este terreno brumoso que es la felicidad humana. Sin embargo, ha habido que esperar a la era moderna para que la neurociencia aporte datos sobre lo que sucede en el cerebro de las personas felices. Algunos investigadores denominan “el cuarteto de la felicidad” a la dopamina, la oxitocina, la serotonina y la endorfina, neurotrasmisores que provocan este estado de bienestar.
Para un cristiano saber que Dios te creó y te ama, es un motivo de alegría. Y como Dios “no hace magia”, como repite en sus Misas un cura amigo, no debe disgustarnos que al sentirnos amados por Él, nos ocurra un chorro en sus medidas exactas de esas sustancias químicas en nuestro cerebro y que nos brinden felicidad. La relación del budismo y a felicidad es más directa, esta religión busca precisamente es ese estado en la tierra (Goleman, Daniel. 2003. Emociones destructivas. Un dialogo científico con el Dalai Lama. Ed. Vergara). Por tanto un país como Bután, por ser budista, le resulte natural que la felicidad sea una búsqueda propia de la nación. Bután fue el primer país del mundo en cambiar la tradicional medición del Producto Interno Bruto (PIB) por el de Felicidad Nacional Bruta (FNB), innovador concepto que lo hace el país más feliz de Asia. El sólo hecho de medir la felicidad del país, permite actuar sobre ella. ¿No sería una buena idea para el Uruguay?
Epicuro, filósofo presocrático, afirmó que la felicidad es el único propósito de la vida. Antiguamente dicha posición era muy rechazada. Para Epicuro, la búsqueda de la felicidad era un objetivo personal, en la modernidad se la ve como un proyecto colectivo.
«Es difícil encontrar la felicidad dentro de uno mismo, pero es imposible encontrarla en ningún otro lugar», dijo Arthur Schopenhauer.
Karl Popper (Popper, Karl R. 1997. El cuerpo y la mente. Ediciones Paidós Ibérica S. A. Pág. 76), se declara de orientación biológica de ideas evolucionistas, por lo que no puede estar en desacuerdo con lo que hoy dice la ciencia.
El filósofo contemporáneo Michel Onfray afirma que “no hay filosofía sin psicología, sin sociología, ni ciencias. Un filósofo piensa en función de las herramientas de que dispone; si no, piensa fuera de la realidad”.
ii. ¿Se cree en la ciencia?
La ciencia es una vida de exploración y descubrimiento. Se sabe que la ciencia incluye las hipótesis mejor corroboradas, ninguna teoría puede considerarse científica si no especifica las condiciones que pueden invalidarla (Popper, Karl R. 1994. El cuerpo y la mente. Ediciones Paidós Ibérica S. A.).
La pandemia y la consecuente creación del Grupo Asesor Científico Honorario (G.A.C.H.) permitieron que la ciencia tomara mucha mayor visibilidad y que gran parte de la población se afilie a sus postulados. La alta tasa de vacunación contra el covid 19 es otra muestra que la población uruguaya cree en la ciencia. Otra prueba que refuerza esta creencia, es cómo la ciencia permitió encontrar al asesino de Lola Chomnalez.
iii. ¿Entonces porque no usamos la ciencia para ser felices?
“El comportamiento humano está determinado por hormonas, genes y sinapsis, y no por el libre albedrío, o sea las mismas fuerzas que determinan el comportamiento de lobos, chimpancés y hormigas” (Harari, Yuval Noah. 2013. De animales a dioses. Penguin Random House. Grupo Editorial Sudamericana. Pág. 263).
Dado el avance de la tecnología en todas las áreas, las personas modernas bien podemos pensar que la felicidad es un problema técnico que debemos resolver. Hoy nos encontramos en “los últimos días del sufrimiento”. Porque, ¿cómo sufren los humanos? Los humanos sufrimos por fallos técnicos, mucho cortisol en sangre, desbalance en la adrenalina, bajo nivel de serotonina, de oxitocina, de endorfina y de dopamina. Todos son problemas técnicos.
¿Podemos medir la cantidad de felicidad que llegamos a sentir en un instante, o bien a lo largo de toda una vida? ¿Cuáles son los indicadores de la felicidad? Más noticias
Cada vez más, la felicidad se considera una medida que cuantifica el progreso social y que los gobiernos utilizan, mediante datos e investigaciones sobre ella, para arrojar políticas que puedan permitir a la gente vivir una vida mejor.
Pero, ¿si se puede medir la felicidad, se puede administrar? Lo que medimos, condiciona nuestro propósito.
La felicidad no es una meta a la que llegar, sino un estado emocional que cultivar: “Conlleva trabajo y esfuerzo como cualquier cosa que queramos conseguir en la vida”. Un 50% del nivel de felicidad en una persona está determinado genéticamente, un 10% depende de la situación y circunstancias de la vida, y el 40% restante está sujeto a nuestro control. ¿Por qué no aprovecharlo a nuestro favor en los tiempos que corren? Sonja Lyubomirsky (Doctora en Psicología social y de la personalidad por la Universidad de Stanford, profesora del Departamento de Psicología de la Universidad de California).
“La felicidad conlleva trabajo, como todo lo que importa en la vida, si quieres criar hijos exitosos, si quieres tener éxito en tu carrera, si quieres perder peso… Conseguir todo esto conlleva un trabajo, y la felicidad no es distinta. Mis estudios y los de otras personas muestran que todos podemos ser más felices si practicamos ciertas estrategias o actividades deliberadamente y con esfuerzo. Menciono ya algunas de ellas: cuando somos agradecidos, cuando somos amables, cuando disfrutamos de las cosas buenas, cuando hacemos ejercicio, cuando perseguimos nuestras metas, todo esto nos puede hacer más felices, pero son cosas deliberadas en las que hay que esforzarse. Lo bueno es que al principio puede que sea un esfuerzo y, quizás, incluso poco natural hacer todo esto, pero tras un tiempo se convierten en lo habitual, en hábitos, y cada vez es más fácil hacerlas. Tras más de treinta años de investigación, Lyubomirsky demuestra, que aquello que anhelamos casi nunca nos hace felices cuando lo conseguimos y que, en cambio, las adversidades a menudo contribuyen a nuestra felicidad, haciéndonos evolucionar, apreciar las cosas buenas y desarrollar nuestra creatividad.
Coincidiendo con esto, “La creencia de que podemos contar con accesos directos a la felicidad, la alegría, la comodidad y el éxtasis, en lugar de trabajar estos sentimientos con el ejercicio de las fortalezas y virtudes personales, conduce a legiones de personas que, en medio de una gran riqueza, están hambrientos espiritualmente”. Martin Seligman (Director del Departamento de Psicología de la Universidad de Pensilvania. Ex Presidente de la Asociación Estadounidense de Psicología – APA).
En Practicar la felicidad, Tal Ben-Shahar, (Tal Ben-Shahar. 2010. Practicar la felicidad. Un diario gratificante para tu realización en 52 semanas. McGraw Hill, Nueva York), nos presenta, a modo de diario, 52 reflexiones prácticas para conseguir una vida gratificante. No se trata de un recetario para alcanzar la perfección (quimera reservada para los libros de autoayuda y new age), sino de una serie de observaciones prácticas que ha ido recopilando a lo largo de su trayectoria como docente. Profesor y escritor con doble nacionalidad, estadounidense e israelí, Tal Ben-Shahar, sus libros han sido traducidos a 25 idiomas, entre ellos los bestsellers Happier y Being Happy. Especializado en Psicología Positiva, inició en 2006 un seminario en la Universidad de Harvard. Inicialmente apenas asistieron una decena de alumnos, no tardó en convertirse en la asignatura con mayor número de estudiantes de la historia de Harvard.
El cerebro de la gente feliz (Cases, Ferrán y Teller, Sara. 2021. EL CEREBRO DE LA GENTE FELIZ – SUPERA LA ANSIEDAD CON AYUDA DE LA NEUROCIENCIA. Editorial: GRIJALBO/DARGAUD),es un libro fruto de la colaboración entre la neurocientífica Sara Teller y el escritor Ferran Cases.
Ferran Cases y Sara Teller explican en su libro que podemos lograr un cerebro feliz con algunas de estas claves:
1. Vivir en modo presente en lugar de gastar energías proyectándote al pasado o al futuro. 2. Practicar la resiliencia, que es el arte de sobreponerse a las dificultades. 3. Probar cosas nuevas. 4. Echarle humor a la vida.
iv. Educación
Hoy se habla de cambio educativo, imprescindible para desarrollar el país.
El desarrollo del país requiere generar Capital Humano: Personas Capacitadas y Comprometidas.
CAPITAL HUMANO = CAPITAL INTELECTUAL X CAPITAL EMOCIONAL
Más ingenieros, biólogos, agrónomos, arquitectos, médicos, etc., etc. ¿De qué vale tener tantos profesionales si no se comprometen, no emprenden, no crean, no desarrollan, no inventan, etc. El signo de X significa que si el capital emocional es cero, se carece de capital humano. Algo parecido a esos profesionales que hoy desean ser empleados públicos para tener todos los beneficios que éstos tienen, sin riesgo, sin ser creativos y sin esforzarse mucho, ser unos perfectos mediocres.
Se requiere formar gente feliz, enamorada de la vida, de sus familias, de sus amigos y vecinos, enamorada de su país.
Si deseamos ser felices, debemos educar a los jóvenes para que lo sean. Hoy hay herramientas que permiten hacerlo. Ahí comienza el cambio educativo.
v. Epílogo
“La tasa de suicidio del Uruguay duplica el promedio mundial y es la más alta de las Américas”.
“Es un problema social que el país arrastra desde tiempos históricos”. Afecta a todas las clases sociales y profesiones, en el año 2019 se ubicó en 20,55 casos cada 100 mil habitantes, el doble del promedio mundial que se ubica en 10,5. Se estima que durante el primer semestre de 2021 hubo entre 18% y 23% más de suicidios que el promedio histórico de los primeros semestres del último lustro.
¿Alguno conoce a alguien que se suicidó de felicidad?
Rafael Rubio