Revista del IEEM
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Análisis y perspectivas económicas para Argentina

Un recorrido con foco sobre varios temas clave para la estabilidad del país.

El objetivo de estas líneas es reflexionar sobre la economía argentina, ya que posee impacto sobre la uruguaya, aunque claramente menor que en otras décadas. A grandes rasgos, el país persiste en una línea de declive que comenzó a principios de los años 70. Desde entonces se perdió el rumbo. Salvo episodios contados, como el ciclo Menem-Cavallo 1991-1996 o el rebote Kirchner-Lavagna 2003-2005, Argentina no ha encontrado un crecimiento sostenido. La inflación es crónica y está instalada desde 2005 en un nivel de 25-50 % anual. Ciertamente una enorme anomalía respecto a lo que ocurre en el resto del mundo, donde solo 15 países de 193 tienen inflación de dos dígitos. Si bien no es el momento de hacer un diagnóstico de por qué ha ocurrido esto, debemos notar que se trata de un proceso en el que la crisis es de la sociedad y la dirigencia en su conjunto y, sobre todo, de una institucionalidad muy frágil. Como dice el expresidente Sanguinetti, Argentina debe aprender de Uruguay en este tema, debe ser más republicana, menos anómica, más madura y de mayores consensos.

 

Economía

En el plano económico se espera más de la administración de Alberto Fernández, tanto en los números como en la orientación de la gestión. No obstante, el núcleo de la cuestión es político. Como es bien sabido por la clase empresarial, lo que era una incógnita en diciembre de 2019 se ha develado un año después. Cristina Kirchner conduce, forma agenda y decide frente a un presidente que, por personalidad, por su nulo caudal electoral previo a la elección de Cristina y por su falta de vocación de armar una línea política, influye cada vez menos. Como muestra de temas promovidos por la línea de Cristina que generan irritación en el empresariado podemos citar la acción sobre la empresa de comercialización de aceites Vicentín, que era simbólica, pero se leyó como la injerencia en el sector más importante y competitivo del país: el agro.

Hay una tónica regulacionista con poca confianza en los mercados y con una confianza desmedida en un Estado que ha demostrado ser muy ineficaz en el manejo de la pandemia.

A su vez, hubo toma de tierras consentidas parcialmente por el gobierno. Un tema complejo que afecta derechos de propiedad, y deja en evidencia que el problema de la vivienda es real. Las propuestas de mayor intervención del Estado sobre el sector sanitario se perciben distorsivas, se huele que el gobierno quiere parte de la caja del sector. Intervenciones en el área de las telecomunicaciones cayeron mal. En general, una tónica regulacionista con poca confianza en los mercados y con una confianza desmedida en un Estado que ha demostrado ser muy ineficaz en el manejo de la pandemia, de la vacunación, en el planteo de la infraestructura y en muchos otros frentes.

Esa línea ideológica, impulsada desde el Instituto Patria que promueve la vicepresidenta, se complementa con la agrupación La Cámpora, liderada por Máximo Kirchner, quien es el presidente más probable del país para el 2023 por el peronismo, dado que Cristina desea una continuidad familiar del poder y ella tiene los votos del conurbano. Máximo Kirchner también es el líder del Partido Justicialista en la provincia de Buenos Aires, cargo muy relevante. La Cámpora conoce de poder, busca territorio, influye en el conurbano y desafía a los intendentes del Gran Buenos Aires. Mientras que la línea de Alberto Fernández es más moderada y no le hace oposición.

El ministro de Economía, Martín Guzmán, luego de la peligrosa suba del tipo de cambio libre a 200 pesos por dólar de hace unos meses, expresión clara de desconfianza de los mercados, pretende ser más ortodoxo, armar un programa creíble con el Fondo Monetario Internacional (FMI), cerrar el déficit fiscal primario del 8 % a un 4 % del PBI para 2021. Sin embargo, el objetivo político de la línea kirchnerista es llegar a las elecciones de medio término, relevante para la toma de decisión política con una economía en la que no debe haber ajuste. ¿Podría esto ser posible? ¿No habría antes una corrida cambiaria? ¿No se agotarán las reservas netas que están virtualmente en cero?

El frente fiscal está muy dañado dada la caída de la recaudación, consecuencia de la retracción del PBI en 12 % durante 2020. A su vez, los gastos subieron por subsidios a energía y transporte y, sobre todo, creció el gasto por tres puntos del producto, explicados por los denominados programas IFE y ATP a los efectos de cubrir a los sectores más vulnerables. La idea inicial de Guzmán era mejorar las cuentas fiscales con la disminución del ingreso de jubilados, la suba de tarifas, el recorte de la obra pública y la reducción del salario real del sector público. Parece que este ajuste no va a ser posible y la orientación parece ser más pragmática y de corte populista.

En ese marco se presentan las negociaciones con el FMI, que se muestran sin avances. La directora del FMI, Kristalina Georgieva, observa que Argentina debe definir un rumbo de medio plazo. Pide que se reduzca la brecha a menos de 50 % y que el déficit primario sea cero. El gobierno no quiere pagar intereses antes de 2024. La idea es despejar los montos importantes de deuda incurridos por la administración Macri y gestionar un acuerdo de facilidades extendidas que llevaría implícito reformas estructurales, que por ahora están muy lejanas en la perspectiva política del gobierno. Concretamente, el empresariado se presenta a favor de una reforma laboral, aunque es un tema complejo de implementar porque se percibe como liberal, fundamentalista y sin sentido social. Por el contrario, es lo que podría alentar la formalización de la mano de obra. Hoy estamos en 45 % de mano de obra en la informalidad. Si bien es un patrón sudamericano, es un factor distorsivo que genera un mercado dual.

 

Pobreza

Si no se reactiva el crecimiento económico y no se reduce la inflación, la pobreza será un factor cada vez más complicado para la inseguridad y la protesta social. Para el año 2021 se espera llegar al 50 % de los hogares pobres con un 10 % de indigentes frente al potencial productivo compatible con alimentar a 400 millones de personas desde la pampa húmeda, algo muy paradójico. La distribución del ingreso se asocia con la pobreza que se ha deteriorado, claramente. Muy lejos del patrón europeo-uruguayo que supo tener el país hasta los 70, en este medio siglo transcurrido estamos en el promedio latinoamericano en el Índice de Gini. Esto ha generado una cultura del reparto, de dádiva, de clientelismo. La economía popular de bajísima productividad afecta a la cultura del trabajo. Los programas sociales son relevantes y muy aceptados en nuestro país, por ejemplo, la Asignación Universal por Hijo (AUH), pero hay muchos recursos para sostener a la población vulnerable que se presentan en la práctica como una renta universal para los pobres con dudosa eficiencia social.

Muy lejos del patrón europeo-uruguayo que supo tener el país hasta los 70, en este medio siglo transcurrido estamos en el promedio latinoamericano en el Índice de Gini.

Inversión

La inversión se sostiene en niveles bajos, reflejo del deterioro productivo. De acuerdo con el indicador IPAP (Índice de Precio de los Activos Productivos) realizado en el IAE hace doce años, a través del cual se anticipa entre uno y dos trimestres la evolución de la IBIF (Inversión Bruta Interna Fija), los resultados acompañan la dinámica resultante de la inversión. En concreto, en el último informe correspondiente al tercer trimestre de 2020, el IPAP registró una contracción interanual del orden de -7,5 %, aunque menor a la registrada en el trimestre anterior (-13,6 %), en un escenario macroeconómico desfavorable y sosteniendo su caída desde el tercer trimestre de 2018, es decir, bastante antes de la aparición de la pandemia.

 

Comercio exterior

El sector externo muestra luces y sombras. Por un lado, la brecha cambiaria originada por el cepo deja un marco poco propicio para el sector agropecuario, castigado por retenciones. Con el aumento reciente de la soja se espera que el gobierno recaude en 2021 aproximadamente USD 7000 millones. La soja en USD 500 es un gran precio, tiene que ver con la sequía causada por La Niña, con la devaluación del dólar frente al euro y por la mayor demanda de China. Mientras que las manufacturas de origen industrial (MOI) siguen flojas debido a que Brasil no empuja la demanda, la carne ha mejorado en ventas al exterior, el maíz venía muy bien, pero se lo ha desalentado con medidas en discusión. Energía, que es un sector clave, no arranca. Vaca Muerta todavía a la espera de un marco regulatorio adecuado, la minería con poca fuerza y las economías regionales en standby. Por el lado de los servicios, el turismo con un desempeño naturalmente muy desfavorable durante la pandemia. No obstante, los servicios basados en el conocimiento muestran un buen desempeño. Las importaciones están muy trabadas y reguladas porque se cuidan los dólares, y eso es contraproducente para el sistema productivo. La inversión extranjera directa se encuentra en los peores niveles desde los años 60. La generación de dólares se espera como un verdadero salvavidas hacia el segundo bimestre, punto necesario para fortalecer las reservas.

En definitiva, no hay valor para el dólar libre si no tiene ancla y plan concreto, y esto deriva en la volatilidad de las cotizaciones cambiarias alternativas. Este motivo generó las restricciones sobre el acceso al mercado cambiario en torno al límite de compra mensual de USD 200. En esa misma línea, el presidente del Banco Central plantea que el cepo se va a liberar cuando las exportaciones lleguen a USD 90 000 millones, pero en 2020 las ventas externas se situaron en USD 55 000 millones. A esto se agrega que las Reservas Internacionales netas están cediendo y se sitúan en un número muy bajo.

El gobierno se juega el año en combatir la inflación; los analistas la proyectan en 50 % durante el 2021.

El ministro Guzmán no insiste tanto en que el problema sea la falta de dólares, sino que su diagnóstico es que sobran pesos. Aquí se presenta un frente complejo, hay muchos pasivos remunerados (Leliqs), equivalentes a 10 puntos del PBI que pueden ser un factor de inflación potencial futura. El gobierno se juega el año en combatir la inflación; los analistas la proyectan en 50 % durante el 2021. Es un desafío muy grande por el componente inercial de las tarifas atrasadas, por la suma de los commodities que empujan a los alimentos y por una natural recuperación de actividad que podría llegar en el segundo semestre del año si la vacunación es efectiva.

 

¿Hay luz al final del túnel?

Debemos notar que estamos ante un típico gobierno que arranca sin plan y sin ministro de Economía fuerte. Quizá se deban seguir las ideas de Daniel Heymann, asesor de Guzmán y seguramente influyente en el ministro. Su idea es no tener plan en la emergencia, no bajar bruscamente la inflación y tener un objetivo tendencial de 3 % de crecimiento económico. Ciertamente, para Argentina es relevante la pospandemia, ya que lo que sigue ocurriendo es relevante y puede comprometer seriamente la recuperación futura.

Desde ese análisis, no son menores las señales o hechos simbólicos que hacen observar atentamente el proceso uruguayo muy difundido por el propio presidente Luis Lacalle Pou. En ese sentido, el intento de intervención a la empresa Vicentín fue una disrupción que parece haberse encaminado. Se suman los disturbios en Mercado Libre y la ley de alquileres, todo en la línea antimercado lo cual se presenta como un riesgo no menor dado el sesgo ideológico del gobierno. El empresariado no cree en el gobierno y la alternativa, que es Cambiemos, es también cuestionada porque fracasó en el campo económico.

Como conclusión, y con mirada global, el contexto internacional se presenta favorable para el año 2021. China se está recuperando a buen ritmo y en Estados Unidos la suba de la Bolsa supone expectativas de crecimiento futuro. Mientras que Europa corre más de atrás, en el corto plazo se descuenta una recuperación. Todo esto supeditado, naturalmente, a las condiciones sanitarias que en la actualidad presentan un futuro incierto.

La canciller alemana, Angela Merkel, ha sido un ejemplo de conducción en más de una década y en un marco vacío de liderazgo internacional. La elección de Estados Unidos fue relevante para la región y para Argentina. La victoria de Biden genera expectativas positivas, es un demócrata de centro, a diferencia de Sanders. Los demócratas paradójicamente se llevan bien con Wall Street y con el libre comercio, cuestionados ambos por Trump. Son claves estos meses para seguir las primeras definiciones de la nueva administración en Estados Unidos. Argentina precisa un liderazgo claro de la clase política hacia la racionalidad. El Consejo Económico Social puede ayudar. El argentino sigue siendo el cuarto PBI per cápita de la región después de Panamá, Uruguay y Chile, pero la falta de confianza empresarial es evidente, aunque reversible.

Autor

Ph.D. en Dirección de Empresas, IESE, Universidad de Navarra; licenciado en Economía, UBA; ingeniero industrial, UBA; Profesor de Economía, IAE, Universidad Austral.

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