Revista del IEEM
TOP

La ciencia como patrimonio

Por qué deberíamos invertir más en ciencia y tender puentes con el sector empresarial

La ciencia es un patrimonio de toda la humanidad y los grandes desafíos de nuestra especie requieren de su aporte (cambio climático, desafío energético, hambre, pobreza, etc.). Asimismo, como afirma Ulrich Beck, debemos ser conscientes de que vivimos en la sociedad del riesgo y la producción de riqueza, que, muchas veces motorizada por la ciencia y la tecnología, también genera simultáneamente la producción social de riesgos.

Actualmente las temáticas de mayor actualidad y debate científico en el mundo se relacionan a las técnicas de edición genética, la revolución digital, la inteligencia artificial y lo que algunos expertos denominan el “Antropoceno”, un término que se refiere a cómo las acciones del ser humano impactan en el cambio climático, la capa de ozono y la pérdida de biodiversidad. Estos debates contemplan aspectos científicos, bioéticos, regulatorios, económicos, así como temas vinculados al poder y la geopolítica.

Hoy es ampliamente reconocido que la ciencia, la tecnología y la innovación (CTI) son motores impulsores de desarrollo en las sociedades actuales. Y, en tal sentido, los diversos bloques geopolíticos en el mundo buscan liderar o ser protagonistas en CTI.

El campo de la CTI es un terreno en disputa por su liderazgo. En agosto de 2022 sucedió algo trascendente (y que , como comenta Xavier Ferras, para muchos pasó desapercibido): el informe del Instituto Nacional de Política Científica y Tecnológica de Japón afirmó que por primera vez China pasó a EE. UU. en producción científica en el promedio en el período 2018-2020. El informe también reveló que la investigación china comprendía el 27,2 % del 1 % de los trabajos más citados del mundo. El 24,9 % de los estudios más citados corresponde a EE. UU., mientras que los del Reino Unido ocupan el tercer lugar, con un 5,5 %.

Del mismo modo, la resistencia de Trump a permitir a la empresa China Huawei desplegar su tecnología de 5G en EE. UU. obedece a una disputa tecnopolítica. Asia ha desarrollado una estrategia diferente a la que concebimos en occidente. Nosotros pensamos en I+D+I, incluso la I final de innovación muchas veces se pone con minúscula. Partimos mentalmente de la ciencia, luego vienen los desarrollos tecnológicos para luego llegar a la innovación. En Asia, y en concreto China, se hizo al revés. Partieron de desarrollar la fabricación básica, luego desarrollaron productos básicos —muchas veces copiando productos extranjeros—, después desarrollaron productos más complejos y la tecnología que los soporta y finalmente controlaron la ciencia. Siempre con un rol activo de su industria. En 2016, Xi Jinping se planteó liderar la investigación en inteligencia artificial, invirtiendo USD 100 000 millones en su desarrollo. Esta tecnología se considera clave en relación con el cambio climático, la defensa y la ciberseguridad, entre otros aspectos.

América Latina y Uruguay tienen el desafío de no ser atrapados ni por la trampa de los ingresos medios ni por la maldición de los recursos naturales.

América Latina y Uruguay tienen el desafío de no ser atrapados ni por la trampa de los ingresos medios ni por la maldición de los recursos naturales. Y eso depende de quiénes habitamos estas tierras. El contar con materias primas (agrícolas, minerales, etc.), biodiversidad y agua, entre otros elementos estratégicos para el planeta, debiera ser una fuente de oportunidad para generar riqueza y distribuirla de mejor manera.

La región y nuestro país deben afrontar el triple desafío de generar riqueza, eliminar la pobreza y reducir la desigualdad, haciéndolo de forma sostenible ambientalmente.

Este triple desafío requiere de ciencia, tecnología e innovación, generada con capacidades propias y en redes internacionales, pero teniendo siempre presentes los aspectos de soberanía tecnológica, alimentaria, energética y política que permitan tomar decisiones en defensa de los intereses propios.

Las denominadas “maldición de los recursos naturales” y “trampa de los ingresos medios”, comentadas por varios expertos en condiciones y regiones similares a la nuestra, debieran ser tenidas en cuenta para desarrollar estrategias que eviten su concreción.

La ciencia también tiene que reconocer con humildad que estamos en un mundo VUCA (volátil, incierto, complejo y ambiguo), en el que tenemos que abordar problemas complejos sobre los cuales tenemos mucho conocimiento, pero a la vez hay mucha incertidumbre e ignorancia. Se deben contemplar también otros saberes, conocimientos y experiencias que residen en las comunidades, los productores, los trabajadores, empresarios y tomadores de decisiones públicas.

Uruguay invierte un 0,49 % de su PBI en I+D. La media de América Latina es 0,64 %, el promedio de Europa es 2,03 % y en el tope están Israel y Corea del Sur con 4,94 % y 4,53 %, respectivamente.

Datos y retos

Según datos de la RICYT de 2019 y OCDE de 2020, Uruguay invierte un 0,49 % de su PBI en I+D. La media de América Latina es 0,64 %, el promedio de Europa es 2,03 % y en el tope están Israel y Corea del Sur con 4,94 % y 4,53 %, respectivamente. Uruguay cuenta con 1,57 investigadores cada 1000 habitantes de población económicamente activa (PEA), el promedio de América Latina es de 1,74, el promedio en Europa es 8,8 y en Corea del Sur es 18,8. La gran parte del presupuesto que financia la I+D en Uruguay es público —cercano al 80 %— y los investigadores son empleados en un 80 % por ámbitos académicos. En las empresas (privadas y públicas) solo un 1,16 %. En el promedio de América Latina un 58 % es financiación privada y un 36 % de empresas, estando un 72 % de los investigadores en ámbitos académicos y un 10 % en las empresas. En el promedio de Europa un 60 % de la financiación es privada y en Corea del Sur un 76,6 %. Los investigadores europeos en un 52,8 % se insertan en empresas y en Corea del Sur en un 82 %.

Con estos cifras podemos ver que Uruguay tiene una inversión de I+D  y número de investigadores cada 1000 habitantes de PEA por debajo de la media de América Latina. El aporte mayoritario de la financiación viene del ámbito público y la inserción mayoritaria de los investigadores es en los ámbitos académicos. Es, por tanto, fundamental mejorar la participación privada en los temas de I+D+i y promover una mayor inserción de los investigadores en los ámbitos empresariales (públicos y privados) existentes, así como promover la creación de empresas de base tecnológica que permitan generar dinámicas virtuosas de colaboración entre la academia, las empresas y el Estado.

 

Reflexiones finales

Uruguay tiene que desarrollar una política de CTI que sea transversal a los diversos ámbitos ministeriales y sectoriales; formando parte y dinamizando la estrategia de desarrollo que aborde los principales desafíos de la sociedad uruguaya. Si bien la ciencia se desarrolla fundamentalmente en redes globales, la innovación se desarrolla en ecosistemas locales y regionales, en torno a los cuales se generan capacidades científicas, tecnológicas, empresariales, culturales y políticas para volver a dicho entorno atractivo y próspero.

Sin dudas queda mucho por hacer. Debemos invertir más en ciencia y vincularla más y mejor con la sociedad y el sector empresarial. La inversión en CTI, como pudimos constatar en la pandemia, tiene un alto retorno social y es patrimonio de la sociedad uruguaya. Es un proceso de siembra continuo y de sedimentación acumulativa durante generaciones y períodos de gobiernos. Las políticas de CTI tienen que ser políticas de Estado, con miradas de medio y largo plazo, conscientes de que construir capacidades lleva décadas.

La ciencia es un patrimonio de la sociedad uruguaya que debemos valorar y reconocer, en su presente y su pasado, pero sin autocomplacencia ni autoflagelación, generando espacios plurales para cuestionar la realidad existente y experimentar caminos alternativos que nos permitan construir un futuro mejor.

Autor

Gerente de Innovación y Comunicación del INIA y expresidente del Conicyt

Postear un comentario