Revista del IEEM
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2024: Riesgos, definiciones y predicciones en el Año del Dragón

Este año promete ser decisivo para la pugna entre Estados Unidos y China y los países aliados que ambos puedan atraer en su rivalidad por el liderazgo global.

El 2024 será un año clave en la definición del nuevo orden internacional y el realineamiento que ya hemos empezado a ver en torno a las dos superpotencias rivales: Estados Unidos y China. En esta segunda guerra fría, la expansión de los BRICS liderados por China, el abroquelamiento del G7 con Estados Unidos y sus aliados occidentales, las guerras, la lucha por el poder y la influencia en África y en Asia, y el resultado de la elección en Estados Unidos, jalonarán todo el 2024 actuando como una fuerza moldeadora de la política global, que hoy, como nunca, se encuentra ante la más clara encrucijada geopolítica.

En lo militar, la guerra de Rusia y Ucrania, los golpes y dinámicas de poder en África y la guerra de Israel en Gaza, que amenaza con extenderse a todo Medio Oriente, seguirán siendo el foco principal de volatilidad para el mundo en general. En la política interna de los países, se llevarán a cabo no menos de 40 elecciones; un factor que, sin duda, puede afectar a la política internacional, pero ninguna como las presidenciales de Estados Unidos el próximo 5 de noviembre.

 

El año económico y geopolítico

En lo económico, como en lo geopolítico, el 2024 continuará su curso sostenido hacia un mundo multipolar, aunque siempre con la bipolaridad como subtexto dada la creciente rivalidad entre China y Estados Unidos, que continuará aglutinando países hacia ambos bloques antagónicos.

Sin embargo, será el crecimiento de China lo que seguirá marcando el compás de la economía internacional. Por lo cual los países del Sur Global continuarán plegándose a su liderazgo en lo que ya se conoce como un nuevo Movimiento de Países No Alineados (similar al que se formó el siglo pasado ante la bipolaridad soviético-estadounidense, pero esta vez con un perfil independiente de la influencia de Estados Unidos más marcado). Lo que inició a mediados de la década pasada como una pugna entre Washington y Beijing por la influencia entre los países latinoamericanos, ya se ha extendido a África y a Asia con resultados variados: mientras en África una mayoría de países ya se ha alineado con China, los vecinos del gigante asiático mantienen su alineación con Estados Unidos en lo estratégico y militar, si bien en lo económico-comercial China es su principal socio; y esa tendencia se profundizará aun más en 2024.

Mientras en África una mayoría de países ya se ha alineado con China, los vecinos del gigante asiático mantienen su alineación con Estados Unidos en lo estratégico y militar.

China ya es el mayor socio comercial de más de 120 países; entre ellos, casi todos los latinoamericanos, africanos y asiáticos. Su Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI) continuará llevando a cabo megaproyectos de infraestructura en casi todas las regiones del mundo; y los BRICS (hasta ahora, Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), bloque liderado por Beijing, se ampliará para incluir a Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Egipto, Irán y Etiopía.

Por otra parte, en lo estrictamente geopolítico, el incesante bombardeo de Israel en Gaza ya se ha cobrado la vida de 25 000 palestinos y ha desplazado de sus hogares al menos a un millón de personas. En ese contexto, el respaldo incondicional de Estados Unidos a Israel no solo continuará debilitando el apoyo internacional a Ucrania en 2024, sino que también intensificará la búsqueda de los países del Sur Global por marcar un perfil regional más autónomo y fortalecer sus posiciones en instituciones como las Naciones Unidas, donde el veto de Estados Unidos impidió la posibilidad de un cese al fuego en Gaza en tres ocasiones durante 2023.

Ese es el principal objetivo detrás de este nuevo Movimiento de los No Alineados (NOAL), además de intentar guardar la neutralidad en todo lo posible y, más allá de tener mayor inclinación por Beijing, no dejarse arrastrar a la disputa de ambas superpotencias y quedar en medio de una trifulca entre dos gigantes.

Además, volviendo a lo económico, si miramos los últimos 20 o 25 años, los países que más han crecido con diferencia son los BRICS, liderados por China en primerísimo lugar. Estados Unidos y los países occidentales no crecen. Y, en un mundo cada vez más intereconómico e interconectado, lo más lógico es que la hegemonía la lleve la potencia que más crece económicamente. Y esa es China.

Entretanto, el crecimiento también sostenido de potencias aún regionales como India y Brasil profundizará el advenimiento de un mundo multipolar este año y acrecentará la influencia y el poder de los países del Sur Global.

Sin embargo, no será 2024 el año en que finalmente la economía china supere a la de Estados Unidos; el dólar seguirá siendo la principal moneda de intercambio y reserva global, y, en términos de tecnología, por ejemplo, la ventaja de Estados Unidos seguirá siendo significativa.

China continuará su denuedo por la desdolarización, algo en lo que en 2023 logró avances considerables a pesar del veto de India a adoptar una moneda común para los BRICS, que hubiera sido el yuan. Pero todavía estamos lejos de un nuevo Bretton Woods que establezca la hegemonía de otra moneda global, o monedas, que no sean el dólar.

 

El año militar

Pero más allá de toda consideración, la única manera en que Estados Unidos pudiera romper la dinámica de crecimiento que eventualmente conduzca a una hegemonía global de China que hoy parece inevitable, sería por medio de una guerra. Y en el campo militar, la superioridad de Estados Unidos continúa siendo abismal. Si hablamos de un claro advenimiento de un mundo multipolar en términos económicos, en lo militar, en cambio, ni siquiera es bipolar: seguimos viviendo en un mundo unipolar donde Estados Unidos es la única superpotencia militar capaz de controlar los mares y los aires del planeta.

Si hablamos de un claro advenimiento de un mundo multipolar en términos económicos, en lo militar, en cambio, ni siquiera es bipolar.

De cualquier modo, a pesar de que los primeros días de enero ganó las elecciones en Taiwán el separatista Partido Progresista Democrático (PPD) apoyado por Estados Unidos, y en consecuencia continuarán las tensiones con Beijing, además de que la guerra en Medio Oriente amenaza con extenderse, Estados Unidos tiene ahora mismo las manos llenas entre Ucrania e Israel como para embarcarse en un gran conflicto de alcances impredecibles.

La crisis del Mar Rojo, con los hutíes bloqueando el tráfico marítimo, ha probado hasta ahora ser un hueso duro de roer para la flota norteamericana; pero no es algo que se vaya a extender por mucho tiempo más. Y en cuanto a la publicación del tabloide alemán Bild, que hace unos días causó gran revuelo al revelar un “plan secreto” del ejército alemán para frenar una supuesta invasión de Rusia a la OTAN en 2024, no parece más que un típico estudio de posibles escenarios como hacen todos los ejércitos de todas las potencias, grandes o medianas, y no tan potencias también.

 

El año y sus riesgos

Si las tensiones entre Washington y Beijing se agravan al punto de algo, aunque más no sea, cercano a una conflagración, los países más pequeños y los medianos no querrán tomar partido. Preferirán ―como están prefiriendo― mantenerse al margen de la pugna entre ambas potencias. A partir de ahora, sea en la guerra o en la paz, se alinearán con una u otra según sus intereses. Muchos de estos países ya están adoptando lo que yo llamo una política pendular. Más allá de simpatías y antipatías, filias y fobias, pertenencias al Sur Global o desacuerdos con las políticas del Norte Global, la neutralidad sigue siendo la carta más buscada. Y eso se acentuará en 2024.

Estos realineamientos geopolíticos podrían, sin embargo, verse afectados por los resultados de las elecciones en algunos países. En 2024 habrá elecciones en más de 40 países. Como se repite una y otra vez en los análisis noticiosos, “cerca de la mitad de la población mundial renovará a sus gobernantes”. Y en efecto, habrá elecciones en países como India, Rusia y México; en seis meses se celebrarán también las elecciones europeas; y desde luego la más importante: la elección de Estados Unidos.

Pero bien mirado, esta es la única que tiene realmente el potencial de cambiar algo: en la India es imposible que Narendra Modi pierda el poder; en México lo mismo, a pesar de que Andrés Manuel López Obrador ya no estará en la boleta, su protegida Claudia Sheinbaum ganará caminando; en las elecciones europeas nada variará la orientación geopolítica de los 27; y en Rusia, quién le va a hacer sombra a Vladimir Putin. En Estados Unidos, en cambio, existe la posibilidad real de que Donald Trump vuelva a la Casa Blanca, y eso sí podría implicar un giro significativo en la geopolítica de la superpotencia, un posible golpe de timón que vuelva a trastocar las dinámicas globales en tensión.

Sin embargo, no menos importante, al menos para nosotros, será la elección en Uruguay. Están en juego muchas cosas. En primer lugar, el 2024 se perfila auspicioso en términos de lograr, por fin, una mayor apertura del Mercosur tras la llegada de Javier Milei a la Casa Rosada. Eso podría tal vez reabrir una nueva instancia de diálogo o consideración para el TLC con China, aun cuando Brasil continuará siendo el principal escollo en ese sentido. Pero al mismo tiempo, el resultado de la elección uruguaya a fin de año podría incidir en la política pendular con la que el país se mueve entre Estados Unidos y China. Hasta ahora, Uruguay ha mantenido a China como su principal socio comercial. Sin embargo, en términos estratégicos, el alineamiento del gobierno de Lacalle Pou con Washington es total. Ese alineamiento ante un eventual triunfo del Frente Amplio podría no ser tan incondicional; en tal caso, es posible que veamos una mayor inclinación hacia la agenda de los países del Sur Global en algunos temas.

Como sea, conviene no ver las crisis geopolíticas de la actualidad en términos de blanco o negro. Y en ese sentido, a mayor neutralidad, se estará en una mejor posición. En este momento, la neutralidad uruguaya es el mayor activo que el país puede exhibir.

Autor

Analista internacional y columnista del diario El Observador

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