Revista del IEEM
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Ser, hacer y parecer: hacia un liderazgo integral

Liderar desde el ser implica un trabajo de introspección para toda persona. ¿Cómo impacta en el negocio?

Desde tiempos remotos los hombres y mujeres nos preguntamos sobre el ser y el hacer: ¿cuál es la relación entre estos dos conceptos? ¿Primero somos y luego hacemos? ¿O son nuestras acciones las que definen el ser? Las vertientes filosóficas se debaten de un lado y otro de la teoría, pero lo cierto es que esta dicotomía (que veremos, no es tan dicotómica) se expandió y hoy es protagonista en el mundo laboral.

Hoy tanto talentos como organizaciones son interpelados en sus valores, en su transparencia, en cuáles son sus motivaciones para cada acción. Es por esto por lo que se habla de un liderazgo auténtico. El cargo no es lo que define, simplemente hace referencia a una responsabilidad, un deber que incluye cuidar del bienestar de todos los colaboradores que forman parte del equipo.

En este sentido, hay que señalar que liderar no es solo mandar o dirigir. Liderar implica asumir una responsabilidad para llevar a todo el equipo a alcanzar el objetivo buscado, y para esto quien lidera debe animar, motivar y capacitar a sus colaboradores.

El líder auténtico respeta y se mueve a partir de sus valores, su conducta se basa en sus virtudes, ya que desde allí puede impulsar el desarrollo del equipo. Su valor está en conocerse profundamente y saber qué elementos o habilidades blandas posee para apoyarse en ellas y ayudar a sus colaboradores a alcanzar sus mejores versiones.

Para ser un líder auténtico, la clave es que quien lidera actúe de acuerdo con sus valores, y que estos estén en sintonía con los de la empresa en la que trabaja. Así, se vuelve más eficiente y creativo, pudiendo dar su aporte de un modo genuino y contagiarlo al resto de la estructura.

En definitiva, hay cuatro características que, según diversos autores, califican a un líder como auténtico. La primera es la consciencia sobre sí mismo, es decir, que el líder reconozca sus fortalezas y debilidades, algo que ya señalé. Esto trae aparejado un segundo elemento: la transparencia, que significa justamente transmitirle al resto del equipo cuáles son sus falencias y puntos fuertes, para que haya un entendimiento profundo entre todos.

Luego entran las características más ligadas al negocio, o a alcanzar los objetivos. Por eso la tercera es la gestión equilibrada, que implica comunicar claramente qué debe lograr el equipo y cómo administrar los recursos para lograrlo, sin que nadie deje su salud mental en el camino. Y en este punto toma relevancia la cuarta dimensión: el líder debe tener un comportamiento moral, porque esto asegurará el cuidado de todos los talentos, pero también de los clientes, los proveedores y hasta la sostenibilidad de la empresa.

Pensemos en los líderes de la generación de Henry Ford. Ellos habían puesto la mirada en la efectividad, y las personas eran apenas un engranaje más en la línea de producción. Actualmente ese modelo quedó obsoleto, porque se evidenció que el desgaste humano tenía un impacto sumamente negativo para las organizaciones, para los talentos, sus familias e incluso los productos o servicios.

 

Auténtico, pero integral

Les pedimos a nuestros líderes que sean auténticos, pero con eso ya no alcanza. Quienes miren al futuro deben, además, ser integrales. ¿Qué significa esto? Podemos apelar al fútbol, donde los líderes son indispensables, para ejemplificar la evolución de “auténtico” a “integral”.

Les pedimos a nuestros líderes que sean auténticos, pero con eso ya no alcanza. Quienes miren al futuro deben, además, ser integrales.

Sin dudas, muchos reconocen a Maradona como un líder indiscutible: él era el amo dentro de la cancha, y a esto se le sumaban declaraciones explosivas que siempre estaban en consonancia con su pensamiento. Él simplemente se expresaba, sin pensar el impacto de sus palabras. Era auténtico, incluso en lo más negativo de su vida personal.

Ahora, en estos días, Messi es el líder del fútbol, y más allá de maravillar por su habilidad con el balón, muchos admiran su disciplina en los entrenamientos, su esfuerzo para superar las adversidades y no haber flaqueado, su perseverancia y, sobre todo, cómo su vida familiar va tan de la mano con su carrera profesional.

Entonces, no importa en qué industria o compañía esté el líder de hoy, se le pide que sea el Messi de su organización. Justamente esto se da porque se llegó a la conclusión de que la persona no puede escindirse, porque eso implicaría una pérdida grande de energía, un esfuerzo en aparentar ser algo que no se es, y, por ende, le quita efectividad para encarar sus tareas cotidianas.

Para conquistar esta integralidad, entonces, vale la pena volver a la pregunta inicial: ¿qué es el ser? ¿Quién soy? Este punto de partida, sencillo, conlleva un gran trabajo de introspección para toda persona, más allá del cargo que ocupe, que, dicho sea de paso, suele ser pasajero. ¿Por qué es imprescindible ver esta condición de transitoriedad? Porque cuando uno se convierte en lo que cree que es el cargo, entonces, se aleja de su esencia y corre el riesgo de caer en los vicios de los viejos liderazgos, en sesgos que aún hay que limpiar dentro de las estructuras.

Las preguntas son llaves que abren puertas, por eso siempre son tan útiles. Es por esto por lo que en el cuestionario básico de todo líder deberían estar otros cuestionamientos como: ¿es posible liderar si no es desde el ser? ¿Para liderar, primero está el ser o el hacer? ¿Se puede hacer sin haber explorado el ser?

Ser es poder entregar la mejor versión de uno, lo que no implica desconocer o esconder los puntos débiles o las sombras; todo lo contrario.

Definitivamente el ser es poder entregar la mejor versión de uno, lo que no implica desconocer o esconder los puntos débiles o las sombras; todo lo contrario, hay que haberlos transitado y saber anticiparse para cuando puedan surgir, y también poner en aviso al equipo. ¿Acaso todos tenemos días buenos? Seguro que no. Por eso, si hay momentos o jornadas en que el humor no es el óptimo, o que las cosas no salen como se espera, lo más aconsejable es comunicárselo a los colegas.

Recapitulando, las preguntas abren puertas, pero el mundo actual impone un ritmo que facilita la distracción, que pone a la productividad por encima del bienestar, y eso es lo que el líder integral tiene que transformar. Para esto, debe partir de esa esencia personal y asumir la responsabilidad de marcar el camino que hoy se pide y exige a las compañías para lograr que las empresas sigan con vida.

Por todo esto, se vuelve imperativo reconocer la importancia de contar con un líder integral, porque es un agente de cambio social, el que establece las bases para seguir creciendo como equipo, como profesionales, como personas, como empresa y, más importante, como sociedad.

Este valor agregado es una de las exigencias que los clientes y colaboradores tienen con las empresas y, por eso no pueden dejar pasar la oportunidad de contar con estos líderes en sus equipos.

¿Cómo se reconoce a este tipo de líder? Porque no se impone, ni tiene una postura que luego se transforma. Es la misma persona en la vida familiar y en la profesional, no manipula, ni juega al misterio. Brinda feedback continuo y positivo, apoya a sus talentos y le da a cada uno el reconocimiento (privado y público) que merece. Es alguien que disfruta de sus logros, pero mucho más de las construcciones colectivas y goza al darles a sus colaboradores el protagonismo.

Claro está que poder reunir todas estas cualidades en una persona implica mucho trabajo, y debe ser constante. No es capacitarse, aprobar una materia y salir al ruedo. Para ser un líder integral hay herramientas, como el coaching, que son sumamente imprescindibles, que le permiten a la persona tomarse el tiempo para contactar con sus sentimientos profundos, aquellos que son agradables y, los que no, también.

El coaching permite conocerse a uno mismo para poder dar la mejor versión de cada uno. Esto, incluso, facilita el encontrar el propósito en cada tarea que se encara y también en el cómo hacerla.

Además, el estar en contacto con un coach —también puede ser un mentor— le permite a la persona ir construyendo su carrera con elecciones ligadas estrechamente con sus valores, facilitando el transmitirlas al equipo, y también nutriendo a su área y hasta a la empresa.

Ser es la gran obligación que las personas, y, por ende, los profesionales tenemos. Es desde ahí que podemos actuar de un modo ético y ser íntegros. Esta base, además, facilita el cuidado de quienes nos rodean, tanto en el plano personal como en el laboral.

De este modo, podemos ser parte de la construcción de organizaciones verdaderas, con compromiso y la mirada puesta en los seres humanos. Estamos viviendo la transformación de un paradigma, y por eso es fundamental que se sumen a las empresas las personas que pueden liderar esta revolución que quiere darle al ser el lugar que se merece.

Las acciones que tienen un impacto en la sociedad, en los otros y hasta en los negocios, son aquellas que están fundamentadas, que tienen una esencia definida, cuidada y reconocida.

Autor

Gerenta general de ManpowerGroup Uruguay

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