Revista del IEEM
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Argentina, el FMI y la inflación

La parálisis en la toma de decisiones políticas compromete seriamente la situación económica.

Sobre fines de enero Argentina formalizó un acuerdo de entendimiento con el FMI después de dos años de postergación, en un ambiente de gran ambigüedad y de mensajes cruzados. Son buenas noticias porque se aleja el fantasma del default. Existe un compromiso fiscal que es positivo, ya que no es muy agresivo el programa pautado que procura cerrar el déficit primario. En este sentido es similar, en parte, al programa de Macri 2018-2019.

En lo monetario el compromiso es más duro, con el riesgo de que sea un poco voluntarista dada la dominancia fiscal que caracteriza a la economía argentina: lo fiscal por sobre lo monetario. En lo que se refiere al esquema, faltaría un plan de vuelo, un detalle más pormenorizado de cómo se van a alcanzar estas metas.

En una visión política, el FMI descomprime parcialmente el tema y no impone reformas estructurales ni metas muy duras. Es un esquema que favorece al peronismo porque puede postergar los pagos que habían quedado muy concentrados de acuerdo con el diseño de pago del megapréstamo tan demonizado por el kirchnerismo desde 2018, con cierta razón, aunque fue para solventar el endeudamiento del segundo gobierno de Cristina. Le pasa el problema al futuro gobierno, que es probable que sea de la oposición al peronismo, dominado por el kirchnerismo.

Tenemos que seguir el desarrollo político, mediático y de la sociedad civil de esta cuestión. Es clave lo que pase en marzo en el Congreso, pues se debería lograr un compromiso más concreto de las dos partes. Por primera vez en democracia, el Congreso tiene la última palabra y debe ser así. No tenemos tradición de cumplir los acuerdos con el Fondo, y nos embarcamos en una aventura más con su burocracia y con los países representados por su board. No parece que el acuerdo le dé gran aire a la gestión local y no va a ser un punto de inflexión, pero es una condición necesaria. De lo contrario, con distancia y grieta con el Fondo, el clima económico se hubiera enrarecido.

Es difícil ver cómo con este nivel de brecha entre el dólar libre y el oficial, superior al 100 %, se puede pensar en que crezcan las exportaciones. Otras dudas surgen respecto a otras variables como, por ejemplo, el monto de las reservas. El Fondo va a apoyar, pero no es suficiente, son pocos recursos. Preocupa pensar que el crecimiento va a ser relevante y no hace falta, entonces, disminuir el gasto público real como expresó el gobierno. El tema está abierto y se constituye en el núcleo de la discusión de corto y mediano plazo. Pone en un sendero frágil al sistema económico, que ya viene muy maltratado por la falta de rumbo político.

 

Una historia de inestabilidad económica

La economía argentina no logra establecerse en un sendero macroeconómico estable desde principios de la década de 2010. El crecimiento sostenido de la inflación, las presiones cambiarias más notorias y los grandes desequilibrios e inconsistencias macro generaron una economía frágil en términos financieros y reales. Todo esto después de una década valiosa como fue la de principios de siglo con baja inflación y crecimiento, apalancada por precios elevados de la soja a nivel internacional.

Al escenario frágil de esta década perdida se agregó la crisis sanitaria mundial de 2020, que afectó con mayor intensidad relativa a países con condiciones iniciales desfavorables como fue el caso argentino.

El shock COVID-19 generó acciones que tuvieron efectos adversos sobre la oferta agregada dada la interrupción de la producción, la disminución de los flujos de ingreso de la economía y una contracción significativa de la demanda. La consecuencia inmediata fue la caída del PBI, el aumento del desempleo y la pobreza creciente.

La incertidumbre política y la ausencia de un programa macroeconómico de estabilización y crecimiento coherente explican la caída enorme de la inversión de los últimos años.

Durante 2021 fue evidente la recuperación de la actividad económica, aunque los problemas estructurales y de fondo permanecen y podrían afectar la sostenibilidad del crecimiento de mediano plazo. En efecto, la inflación mensual se mantiene en torno al 3-4 %, la política fiscal expansiva financiada con emisión dio mayor impulso a la inflación con un nivel de actividad proyectado muy bajo hasta la llegada de la próxima administración a fines de 2023. La incertidumbre política en relación a la administración del poder por parte del partido de gobierno y la ausencia de un programa macroeconómico de estabilización y crecimiento coherente que coordine las expectativas de los agentes económicos explican la caída enorme de la inversión de los últimos años.

La política de regulación de precios se intensificó en los últimos meses y la expansión fiscal volvió a impulsarse en el segundo semestre del año pasado para llegar mejor a la elección de medio término.

 

Recuperación económica en un contexto de alta incertidumbre política

En 2021, la gestión económica continuó marcada por los efectos de la crisis sanitaria y las tensiones observadas en el espacio político del partido oficialista. La mala gestión económica y la ambigüedad en la gestión política no son favorables para impulsar la reactivación de la demanda agregada y, en particular, un necesario mayor nivel de inversión productiva.

Si bien se proyectaba que la economía se recuperara en torno al 9 % durante 2021, la caída del año 2020 fue de 10 %. En concreto, entre el período 2011-2020 el PBI acumula un retroceso anual de 1 % promedio anual con una inflación anual promedio de 35 %. Por lo tanto, estamos frente a un contexto de estanflación económica que no parece revertirse

La actividad industrial, el comercio y construcción tuvieron —por el rebote— una recuperación sustancial durante 2021. Sin embargo, esos desempeños son pobres si se comparan con las caídas inéditas del año 2020.

 

Inflación crónica

En economías con inflación crónica como el caso argentino, es clave anunciar un programa de estabilización con medidas concretas. Ese programa debería tener instrumentos que sirvan como anclas de expectativas, del tipo de cambio fijo y pautas para la reducción gradual del gasto público en relación al PBI.

Por otro lado, un proceso de desinflación de una economía con inflación crónica tendrá necesariamente efectos redistributivos de tipo regresivo.

Es imperioso el establecimiento de un programa de estabilización macroeconómico con metas de corto y mediano plazo.

Es imperioso el establecimiento de un programa de estabilización macroeconómico con metas de corto y mediano plazo, ya que las tensiones cambiarias e inflacionarias pueden converger a un nivel crítico. En efecto, un panorama de tanta incertidumbre que se refleja en el riesgo país restringe la consolidación de la reactivación económica y plantea riesgos severos para la economía y la estructura social nacional.

Nuevamente, destaco que es fundamental el esfuerzo sanitario, principalmente para que el avance de la vacunación se realice con la mayor celeridad posible a los efectos de evitar mayores costos sociales y económicos, los cuales pueden verse acrecentados de establecerse un confinamiento estricto en caso de que la pandemia no ceda.

Es esperable una modificación en la gestión de la política fiscal expansiva dados los efectos sobre los precios y las presiones cambiarias, teniendo en cuenta que el efecto sobre esas variables conforma un sesgo contractivo en la actividad económica.

La potencial estabilización sanitaria derivada de la difusión extendida de vacunas, de la acción expansiva de la política económica de los países y de un escenario con quizá menos tensiones comerciales tras el triunfo de Biden sostienen expectativas positivas en el crecimiento económico mundial.

La inflación, medida a través del nivel general del Índice de Precios al Consumidor (IPC) registra un promedio mensual de 3,5 % acumulando un crecimiento del 51 % durante 2021. Desde esa dinámica se proyecta que la inflación anual en 2022 será cercana al 60 % por los efectos esperados de una lógica devaluación del peso que viene fomentada por el retraso cambiario

El gobierno se quedó muy corto con su proyección de 33 % de inflación para 2022, será cerca del doble de lo presupuestado.

 

Política económica en el plano fiscal

Las condiciones económicas en las cuales arribó la crisis sanitaria fueron de estancamiento e inflación. En principio, la necesidad de administrar la crisis mediante el confinamiento social fue relativamente correcta dada la incertidumbre sobre la capacidad de las terapias intensivas del sistema sanitario. No obstante, la extensión de la cuarentena determinó la intensificación de la crisis económica. Esto derivó en la necesidad de implementar una política fiscal expansiva a los efectos de moderar los costos socioeconómicos.

Tras un 2020 de asistencia fiscal de emergencia inédita, la política fiscal del primer semestre de 2021 fue favorable en términos de estabilización, es decir, se suavizó y restringió la expansión del gasto y se suspendió la emisión monetaria. Esto generó, principalmente, que el déficit fiscal primario acumulado de durante el año pasado disminuyera bastante respecto al mismo período de 2020. El monto del rojo fiscal estuvo cerca del 3 % del PBI en 2021.

 

Sector externo

La economía internacional plantea serios interrogantes ante una nueva etapa inflacionaria luego de más de 40 años de estabilidad. En ese sentido, el impulso monetario de las economías en respuesta al shock sanitario tiene efectos sobre la dinámica inflacionaria, lo cual demandará recalibrar la estrategia de la autoridad monetaria de Estados Unidos con el fin de estabilizar los precios: la suba de la tasa de la Fed es inevitable y afectará a los países emergentes. Concretamente, ante un ascenso de la dinámica inflacionaria en Estados Unidos, la Fed está evaluando abandonar a comienzos de 2022 su política expansiva iniciada tras la crisis sanitaria mediante compras de activos financieros y el sostenimiento de la tasa de interés de referencia en un rango entre 0 % y 0,25 %.

Si bien ese contexto plantearía complejidades para las economías emergentes, incluyendo las del Cono Sur, dado que los flujos financieros podrían direccionarse hacia otras economías, el crecimiento en los flujos comerciales, esencialmente de las exportaciones, constituye un aspecto positivo para las economías con base en las materias primas.

Un mejor nivel de precios de los exportables y la recuperación del comercio internacional se constituyen en factores favorables para el comercio exterior argentino.

Un mejor nivel de precios de los exportables y la recuperación del comercio internacional, que se traduce también en un aumento interanual de las importaciones, ciertamente se constituyen en factores favorables para el comercio exterior argentino, para la posición financiera y para administrar el mercado cambiario. No obstante, si bien el aumento de los precios de bienes exportables es un factor favorable para la economía argentina, se presentan desafíos derivados de un contexto de incertidumbre cambiaria.

Durante 2021 las exportaciones alcanzaron los USD 80 000 millones y las importaciones, cerca de USD 70 000 millones. Así, la balanza comercial registró un superávit que representa un crecimiento de 11,3 % respecto al mismo período de 2020.

Desde esa dinámica, el relevamiento de proyecciones de mercado que realizado por el Banco Central sitúa las exportaciones anuales en el orden de los USD 75 721 millones y las importaciones en los USD 61 170 millones. En la comparación interanual, las exportaciones netas de importaciones representarían una mejora de USD 2000 millones. Esto es favorable dado que no solo las exportaciones crecen por mejora en precios de exportables, sino que las importaciones se establecieron en un proceso más dinámico con la reactivación económica.

En ese marco, el tipo de cambio real (TCR) de diciembre 2021, estimación clave para el comercio y la competitividad, se encuentra en un nivel menor. Esto se debe a la ligera variación del tipo de cambio nominal y a una elevada variación mensual del nivel de precios de la economía, es decir, que la variación de precios claramente deteriora a la ganancia de competitividad por la depreciación de la moneda nacional.

Mientras que el TCR se ubica 18 % por debajo del promedio histórico en la serie enero 1959-diciembre 2021, el nivel actual registra una apreciación real. En consecuencia, se plantea el desafío sobre la necesidad de una corrección.

En relación a las reservas internacionales, aún no se observa un sendero sostenible.  A pesar de haber obtenido aproximadamente USD 14 400 millones extra por aumento de exportaciones y recepción de los derechos especiales de giro (DEG) del FMI, el nivel de reservas brutas es muy bajo. En este sentido, el actual presidente del Banco Central ha aludido en varias ocasiones que, para tener un nivel de reservas sustentable con la necesidad de la economía argentina, principalmente en materia cambiaria, es necesario un nivel anual de exportaciones de USD 90 000 millones, es decir, alrededor de USD 20 000 millones adicionales al desempeño promedio de los últimos años.

Las reservas brutas hacia fin de 2021 se situaban en los USD 39 100 millones y se estima un saldo de USD 3000 millones netos (descontando swaps monetarios y encajes en moneda extranjera) en las reservas netas. Claramente, el nivel de activos internacionales es una consecuencia de un mercado cambiario sujeto a tensiones y fragilidad financiera derivada del sostenimiento de la inflación y un bajo nivel de intermediación financiera de las entidades. Se asume que el alto nivel de incertidumbre derivado del sector político continúa afectando las expectativas económicas de corto plazo y restringe los grados de libertad de la política económica. El gobierno posterga el acuerdo con el FMI y esto complica el riesgo país.

El problema es básicamente político, la economía tiene poco para decir. Se intuyen dos años muy difíciles en cuanto a actividad e inflación y el objetivo es superar una crisis de magnitud.

Autor

Ph.D. en Dirección de Empresas, IESE, Universidad de Navarra; licenciado en Economía, UBA; ingeniero industrial, UBA; Profesor de Economía, IAE, Universidad Austral.

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