¿Qué relaciones de poder a nivel geopolítico serán claves este año?

La evolución de la relación entre China y EE. UU. será la cuestión que mayor impacto tendrá, no solo en 2022, sino en los próximos treinta años.

Además, cuando parecía que la Guerra Fría era cuestión de libros de Historia, se genera la situación de altísima tensión en Ucrania. Hoy Rusia tiene en Vladimir Putin a un líder impredecible, que entiende que la caída de la Unión Soviética fue la mayor tragedia geopolítica del siglo XX y que, envalentonado por un círculo de lo que algunos llaman “halcones”, parece estar dispuesto a aprovechar la enorme cantidad de frentes que tiene abiertos EE. UU., tanto a nivel doméstico como internacional, para recuperar la gloria perdida.

La gran interrogante es qué posición tomará China ante todo esto. Tal vez tengamos alguna pista luego de la cumbre entre Putin y Xi Jinping en Beijing en el marco de la visita del presidente ruso para participar de la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de invierno.

¿Qué aspectos específicos de China y Estados Unidos marcarán la cancha mundial?

La magnitud del desacople económico entre ambas potencias y la competencia por la supremacía tecnológica.

China se ha planteado el objetivo de ser una potencia tecnológica autosuficiente. Después del tremendo daño que las sanciones impuestas por EE. UU. le hicieron a Huawei, China no quiere que se repita con otras empresas. Para China esta es una cuestión de seguridad nacional, que va más allá de lo económico. Como se suele decir: “el que se quema con leche, ve la vaca y llora”. El punto llega a tal extremo que, por ejemplo, China no ha autorizado las vacunas de Pfizer —aún a sabiendas de que son más efectivas que las suyas— porque pretende desarrollar vacunas con tecnología mRNA de forma autónoma.

Más allá de esto, tanto China como EE. UU. comparten desafíos internos. El principal: evitar que la percepción de la desigualdad económica y de oportunidades se traduzca en inestabilidad social. Este asunto, justificadamente, desvela a los líderes de ambos gobiernos.

¿Cuáles son las oportunidades que tiene la región y Uruguay en este escenario?

Si la región se maneja con la suficiente inteligencia como para entender que la competencia entre China y EE. UU. no tiene por qué ser un juego de suma cero, se pueden abrir miles de oportunidades en materia de inversiones.

El nearshoring sigue siendo una oportunidad enorme, pero, lamentablemente, los gobiernos de la región no han concebido iniciativas concretas para traducir esa visión en una realidad.

Asimismo, con un sector tech que en EE. UU. ha abrazado completamente el trabajo remoto, la exportación de servicios puede multiplicarse exponencialmente. Claro, siempre y cuando logremos formar ingenieros domésticamente y, a su vez, atraer otros con programas de inmigración modernos como las visas para “nómades digitales”.

Mientras tanto, en China hay un socio que parece dispuesto a dar y dar en todos los campos. Atención a este dato: el gobierno de China otorga anualmente más becas para jóvenes de la región que el gobierno de EE. UU. China se está comiendo el pastel de EE. UU. y, al menos por ahora, a nosotros parece que nos está viniendo bien.

¿Qué desafíos identificás para las relaciones entre las partes si prospera el TLC con China?

El mayor desafío será lograr que las empresas uruguayas piensen más allá de lo obvio. Que no se vea al TLC simplemente como un instrumento para exportar más carne, soja o leche, sino como una herramienta para construir empresas de porte global.

Desde el vamos hay que pensar en generar empresas como la sueca Oatly, que, innovando con leche de avena, conquistó el mercado americano (y el Nasdaq) y en noviembre abrió su primera planta en China. Esto requiere que gobierno y sector privado estén en la misma sintonía. ¿Por qué no crear un fondo público-privado que invierta en startups que miren a China creativamente? Oregon Venture Fund, por ejemplo, es un modelo del que se puede aprender.

¿Cuáles son las recomendaciones, a partir de tu conocimiento del mercado chino, para hacer negocios con el gigante asiático?

Hace unos años participé de una conferencia organizada por Euromoney en Hangzhou, ciudad donde se encuentra el cuartel general de Alibaba, y escuché a un alto ejecutivo de esta empresa contar que, antes del desembarco de Alibaba en EE. UU., había quien les decía que el mercado norteamericano era complicado. Pero que, cuando Alibaba comenzó a operar allí, se dieron cuenta de que, al lado de China, era un juguete de niños. Esta anécdota la cuento para resaltar que China es, por lejos, el mercado más competitivo del mundo.

Las empresas extranjeras que efectivamente lo conquistan son multinacionales que tienen muchísimo capital para perder haciendo pruebas y aprendiendo a navegar este mercado tan complejo. En base a esto, mis recomendaciones son tres.

La primera, lanzarse con la mentalidad de que se va a perder mucho dinero en el proceso. La segunda, reclutar talento chino en las mejores escuelas de negocios del mundo para coliderar los proyectos. Y, por último, mantener los pies en la tierra, sin encandilarse con el tamaño del mercado chino y con memorandos de entendimiento repletos de promesas que parecen demasiado buenas para ser ciertas.

Como decía aquella cumbia de comienzos de los 2000: “falsas promesas, tu cariño, mi dolor”. A la hora de hacer negocios con China, más vale perder la inocencia temprano que tarde.