
El pequeño narciso que todos llevamos dentro
Al escribir esta columna, se publicó la noticia de que la Asociación de prensa extranjera de Hollywood en los últimos Globos de Oro premió a Demi Moore como mejor actriz de comedia por su papel en La sustancia. En realidad, esa película, por lo que reseñan las críticas, más que una comedia es un drama de terror sobre una actriz en declive que comienza un tratamiento de eterna juventud con una sustancia secreta, que deviene en un proceso grotesco y sangriento. Aunque las críticas están muy divididas sobre su valor artístico, pienso que coinciden en que es una feroz —y, por eso, quizá efectiva— advertencia acerca de que nadie está a salvo del narcisismo y la soledad.
El término “narcisismo”, procede del mito de Narciso, un joven de muy hermosa apariencia y engreído, que es castigado por Némesis a enamorarse de su propia imagen reflejada en un estanque y acaba arrojándose a las aguas. En psicología, el narcisismo es un trastorno de la personalidad que se manifiesta en una creencia acentuada en la propia singularidad; demanda continua de admiración y de trato especial; exageración de los propias cualidades y logros; falta de empatía; trato manipulador hacia los demás; celos mórbidos —patológicos—; convicción de que los demás los envidian; e incapacidad para afrontar las críticas.
En cierto sentido todos corremos el riesgo de padecer, aunque sea levemente, algunos de esos síntomas. Seguramente no llegamos a un grado de arrogancia y de egoísmo llamativos, pero el consumismo y el individualismo contemporáneos aumentan nuestra predisposición por la propia imagen, y se está manifestando de modo particular en la educación de los niños.
Parte del problema radica en que una de las recomendaciones comunes para educar a los hijos es alimentar su autoestima. Existen libros llenos de frases del tipo: “Sos importante”, “Creé en vos mismo” o “Conquistá el mundo”. Son consejos valiosos, pero vale la pena preguntarse: ¿dónde acaba una sana autoestima y empieza un peligroso narcisismo?
El consumismo y el individualismo contemporáneos aumentan nuestra predisposición por la propia imagen, y se está manifestando de modo particular en la educación de los niños.
El narcisismo contiene elementos de psicopatía (por ejemplo, la falta de empatía), pero también se distingue por el miedo al fracaso y a “no ser nadie”. Esto se agrava porque los narcisistas se resisten a acudir a terapia: dicen que no ven un problema en su comportamiento, y piensan que tienen un “alto nivel de exigencia” hacia los demás.
Viktor Frankl (1905-1997), el fundador de la logoterapia, llamó la atención sobre el vacío existencial del hombre moderno. Señaló la paradoja de que la excesiva concentración en el yo lleva al neuroticismo, que es un rasgo de la personalidad caracterizado por un estado de ansiedad y emociones negativas. Posteriormente, Christopher Lasch, autor del libro La cultura del narcisismo (1979), destacó la influencia del consumismo y el individualismo egocéntrico en la aparición del narcisismo.
La devaluación de valores fuertes y solidarios como la responsabilidad y el altruismo fomenta el egoísmo. Internet y las redes sociales lo amplían ulteriormente fomentando —a veces hasta ridículamente— una imagen superficial del yo. Es llamativo que, antes, muchas fotos se centraban en el entorno y los recuerdos. Ahora, el 80 % del encuadre lo ocupa la cara del autor y el fondo queda relegado a un segundo plano.
Resulta cada vez más urgente educar a los jóvenes en un espíritu de responsabilidad social. Por ejemplo, cambiar desde niños la habitual perspectiva de “¿Qué me merezco?” a “¿Cómo puedo ayudar a los demás?”. A continuación, sugiero cinco campos concretos, importantes en la educación de los jóvenes, pero que también son eficaces para los adultos.
Resulta cada vez más urgente educar a los jóvenes en un espíritu de responsabilidad social. Por ejemplo, cambiar desde niños la habitual perspectiva de “¿Qué me merezco?” a “¿Cómo puedo ayudar a los demás?”.
- Tiempo para el voluntariado: animarlos a ayudar a los demás, desarrollar la empatía y, sobre todo, mostrarles que el mundo no gira alrededor de ellos.
- Realismo: enseñarles a tener una visión sana de sí mismos, señalando de modo adecuado y en el momento oportuno sus puntos fuertes, así como sus defectos, que los tienen y cuanto más los conozcan y reconozcan con humildad, mejor.
- Responsabilidad: darles un encargo para que ayuden en la casa. Aunque sea sacar la basura, poner la mesa, etc. Involucrarlos en tareas concretas, pocas, pero que exijan perseverancia y compromiso.
- Principios morales: desarrollar la ética y las virtudes humanas (generosidad, laboriosidad, alegría, sinceridad, etc.) desde niños. Tomar conciencia de los principios ayuda a evitar conductas egoístas
- Redes sociales: limitar su uso, ya que llevan a encerrarse en su mundo, estar pendiente de la imagen y de las opiniones de los demás.
En definitiva, se trata de ganar en humildad. Les Luthiers decían que “el ego es ese pequeño argentino que todos llevamos dentro”. Frase injusta o incompleta. El siguiente texto de San Josemaría Escrivá nos puede ayudar a descubrir el pequeño Narciso que nos acompaña:
“Déjame que te recuerde, entre otras, algunas señales evidentes de falta de humildad: pensar que lo que haces o dices está mejor hecho o dicho que lo de los demás; querer salirte siempre con la tuya; disputar sin razón o cuando la tienes insistir con tozudez y de mala manera; dar tu parecer sin que te lo pidan, ni lo exija la caridad; despreciar el punto de vista de los demás; no mirar todos tus dones y cualidades como prestados; (…) citarte a ti mismo como ejemplo en las conversaciones; hablar mal de ti mismo, para que formen un buen juicio de ti o te contradigan; excusarte cuando se te reprende; (…) oír con complacencia que te alaben, o alegrarte de que hayan hablado bien de ti; dolerte de que otros sean más estimados que tú; negarte a desempeñar oficios inferiores; buscar o desear singularizarte; insinuar en la conversación palabras de alabanza propia o que dan a entender tu honradez, tu ingenio o destreza, tu prestigio profesional…; avergonzarte porque careces de ciertos bienes…” (Surco, n.o 263).
Efraim Serra
Hola Padre Carlos. Clarito todo lo que usted fue enumerando, por momentos como si me mirara a un espejo. Abrazo grande. Feliz Pascua