Revista del IEEM
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Luces y sombras de la economía

Arrancó el año. Y, como siempre, hay luces y sombras en la economía. Si bien la sequía y el atraso cambiario son dramáticos para el sector agroexportador, hay otros factores muy relevantes que afectan a la economía del país que están mejor de lo esperado.

La seca es grave y los pronósticos meteorológicos no son buenos, se prevén solo dos episodios modestos de lluvias en el corto plazo y es difícil proyectar el daño. Al mismo tiempo, el atraso cambiario es un problema serio para todos los exportadores y no tiene fácil arreglo.

Mientras tanto, la temporada turística viene mucho mejor de lo esperado, a pesar de que la suba del dólar en Argentina hace que el diferencial de precios con nuestro principal cliente sea grande. El turismo interno ha sido un gran protagonista en la temporada.

Por su parte, las señales financieras globales son mejores de lo que se esperaba hace unos meses atrás. Históricamente, una gran proporción del movimiento del PBI de Uruguay en el corto plazo se puede rastrear en la dinámica de factores del contexto económico internacional. Ahí hay cambios positivos.

A nivel global la inflación mundial empezó a ceder, luego de que el año pasado se aplicara la receta tradicional de la suba de las tasas de interés. Después de haber llegado a su pico en junio, la inflación en EE. UU. baja todos los meses. Con algo de rezago, lo mismo sucede en Europa. Los registros todavía siguen altos, la enfermedad no está curada; pero hubo respuesta a la medicina aplicada. Como consecuencia, el costo del financiamiento externo está ahora bastante por debajo de lo que se esperaba y mejoran las perspectivas de crecimiento de las principales economías del mundo. A su vez, los precios globales de los principales productos del sector agroexportador, que habían caído fuerte el año pasado, dejaron de bajar y se estabilizaron.

Dicho lo anterior; a pesar de la sequía y el atraso cambiario, el 2023 puede ser un buen año para la economía del país.

 

El mercado laboral

Los números del mercado de trabajo son buenos, pero no pueden nublar una realidad subyacente complicada. Hay cerca de 400 000 personas en Uruguay en situación de alta vulnerabilidad laboral, porque realizan tareas rutinarias y poco sofisticadas, fácilmente automatizables. Esta realidad va mucho más allá de las perspectivas macro para 2023, es una preocupación de largo aliento.

La producción industrial es bastante superior a la prepandemia y para ello se contrata significativamente menos horas de trabajo. Esto es una ganancia relevante de productividad que vino de la mano de la automatización. Pero también trajo consigo una menor demanda de puestos de trabajo rutinarios y poco calificados. Mientras la tecnología se vuelve cada vez más accesible, las empresas son más exigentes al contratar trabajadores.

Hemos reflexionado casi de forma permanente sobre este tema en los últimos años, lo hemos discutido en foros locales e internacionales, y estamos convencidos de que hay que mejorar las políticas sociales vigentes.

 

Uruguay y el dólar

El valor actual del dólar es un gran problema, que hay que reconocer. Aunque no hay que esperar magia, ni pedir lo que no se puede dar. El dólar tiene el valor que le da el mercado lo que se explica por varias razones: ingreso de dólares por exportaciones y turismo, endeudamiento externo del gobierno y atracción financiera por la suba de la tasa de interés en pesos. Pero se puede hacer algo de equilibrismo. Se puede subir en algo el valor del dólar si se baja la tasa en pesos del Banco Central y esperar que no suba mucho la inflación. Aunque en el fondo, lo que hay son dos caminos muy diferentes.

Por un lado, está el camino corto, el que asume que no podemos seguir siendo un país con los actuales salarios en dólares, o sea, con el actual nivel de vida, y fuerza una devaluación del peso uruguayo, que siempre se puede hacer con señales contundentes a los mercados. Ahí la suba del dólar reduce las enormes barreras a la competitividad que impone Uruguay a las empresas. Por otro lado, está el camino largo, por el que estoy convencido de que Uruguay debe transitar: bajar las barreras a la competitividad para poder sostener el actual nivel de vida. Es el camino por el que se propuso ir la coalición de gobierno y en el que hay que apretar el acelerador. Bajar barreras a la competitividad es mejorar la inserción internacional, las regulaciones internas y la eficiencia del Estado, además de la inversión en infraestructura y en educación.

Profesor de Economía en

PhD en Economía, Universidad de San Andrés (Argentina); máster en Economía, Universidad de Chicago; Programa de Alta Dirección, IEEM, Universidad de Montevideo; licenciado en Economía y Analista en Contabilidad y Administración, Universidad de la República (Uruguay); GloColl, Harvard Business School.

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