Revista del IEEM
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Tres niñas y un calentamiento

El agro uruguayo empezó el 2023 con las preocupaciones inevitables derivadas de un tercer año en muchas zonas —incluso un cuarto año en algunas— en las que la primavera trajo poca agua y el verano resultó tremendamente dificultoso. No hay incertidumbre mayor que la de no saber si se va a producir algo. Una vez asegurada la producción, llegan las preocupaciones sobre los vaivenes de los mercados.

En el comienzo de 2023 se prolongan las dificultades del segundo semestre de 2022, que fue un año inusualmente dividido en dos partes radicalmente diferentes: un excelente primer semestre, tanto para agricultura como para ganadería, y un segundo semestre en el que los precios ganaderos se derrumbaron y las dificultades productivas se fueron incrementando.

La Niña estaba largamente pronosticada y, en tiempos de crisis climática, el peligro nunca puede ser subestimado. Los productores que vendieron el ganado preventivamente en el invierno de 2022, y esperaron la primavera y verano con los campos aliviados y una reserva para pagar costos adicionales de alimentación, empiezan el año en una situación de defensas firmes. Los productores que subestimaron los pronósticos de La Niña probablemente vendieron mal y tarde, o se quedaron con el ganado a la espera de una lluvia salvadora, se encuentran en una situación más compleja.

La Niña de 2022-23 es al cierre de enero muy grave, aunque algunas lluvias en el oeste deben permitir que la cosecha de verano evite un desastre. En el caso de los granos, los precios se lograron a mantener en niveles interesantes, más allá de que 2023 es un año con viento en contra para los precios de las materias primas. Justamente el clima recorta la producción de granos clave y sostiene precios.

En carne y lácteos el panorama es más complejo. Los sobrecostos que genera la sequía son acompañados por precios modestos que, en el caso de la carne, tienen el agregado de un dólar debilitado frente al peso uruguayo durante 2022.

El segundo semestre de 2022 y el comienzo de 2023 muestran una baja pronunciada de la actividad de faena y un leve retroceso de la producción lechera, que seguramente se realiza con un mayor costo de producción. En el caso de la lechería, además, con un nivel de dificultades crecientes por parte de las industrias pequeñas y medianas, cuyos costos se disparan de la mano de una baja captación de leche para sus industrias.

En ambas actividades las tendencias parecen ser favorables. Por el lado del clima, la salida de La Niña debe normalizar el régimen de lluvias o aún llevarlo a precipitaciones mayores a lo normal en la próxima primavera.

Por el lado de los mercados, el cambio de política sanitaria de China se espera que encamine una mayor tasa de crecimiento y consumo que vaya encauzando los precios de las materias primas. En el resto del mundo, aunque las tasas de interés más altas y el crecimiento débil de 2023 resultarán en un freno para los precios, no hay una perspectiva de recesión aguda ni en EE. UU. ni en la Unión Europea ni en China que genere un desplome de precios.

En una mirada más de largo plazo, 2023 seguramente determinará una pausa en una trayectoria de crecimiento del agro uruguayo que impactará en 2024 con una menor producción de terneros, lo que se hará sentir también en 2025.

Para el sector lechero hay desafíos adicionales, como los tiene también el sector ovino, que tuvo también un ajuste fuerte de precios y de las condiciones de los compradores tanto en carne como en lana.

La guerra es un gran factor de incertidumbre. Hizo estallar el precio del trigo y aceites en su comienzo, pero luego los acuerdos patrocinados por Naciones Unidas trajeron moderación a las cotizaciones. A la inversa del resto de los granos, las cotizaciones del arroz tuvieron un fuerte impulso en el segundo semestre de 2022, que ha continuado en 2023. La escasa disponibilidad de arroz de Brasil y Argentina puede ser una ayuda para Uruguay, aunque al momento de escribir esta nota hay peligro de abastecimiento de agua para muchos productores y es inusualmente bajo el nivel de la Laguna Merín.

El 2022 ha dejado, entiendo, enseñanzas importantes. El calentamiento global es un problema serio que el agro debe atender, para adaptarse lo mejor posible —agua y sombra para el ganado, riego en la agricultura y granja—. Pero también para mostrarle al mundo que hacemos esfuerzos de mitigación, optimizando la captura de carbono de los suelos, avanzando en certificaciones que premien a los sistemas productivos que mejoran el balance de gases de efecto invernadero, la biodiversidad y el cuidado de las aguas circundantes. Eso es lo que los consumidores a los que Uruguay apunta valorarán crecientemente a lo largo de esta década. Prevenir en su acepción de corto y de largo plazo.

Si el escenario de salida de La Niña y de normalización de la economía de China se confirman, la situación del agro uruguayo mejorará en el segundo semestre, pero sacudirse los efectos de tres Niñas en una época de veranos cada vez más recalentados, será una tarea que insumirá todo 2023 y tal vez parte de 2024 para la ganadería.

El Niño, si se confirma, es también un riesgo relevante para la agricultura de invierno —trigo, cebada y la emergente colza—, que vienen de tres años consecutivos de alto rendimiento, en una agricultura que sigue mostrando una solidez muy destacable.

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