Revista del IEEM
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Lecciones de liderazgo: una mirada desde el fútbol

Características de líderes deportivos extrapolables al mundo de la empresa

Al momento de ponerme a escribir este artículo estoy ansioso y con la emoción a flor de piel. Faltan solo unos días para que empiece el torneo del deporte más hermoso: el fútbol.

Como buen uruguayo, empiezo a palpitar la previa del Mundial de Fútbol de Catar y, como el tema viene por el lado del liderazgo, elegí para esta edición un enfoque desde el mundo del deporte, que es una cantera inagotable de lecciones que son muy extrapolables al entorno corporativo.

La literatura empresarial sobre el tema es inmensa y muy variada. Pero, hace un tiempo, llegó a mis manos un libro de Jorge Valdano (exfutbolista y campeón del mundo con Argentina en el mundial de 1986), que captó mi atención y me sorprendió por su agilidad, sencillez y la claridad de los conceptos. El libro se titula “Los once poderes del líder”.

El autor comienza con una discusión acerca de lo que es el talento. Para mí es un tema no menor, porque todos venimos a este mundo con algún talento. Esto es una verdad como un piano. El tema es descubrirlo y también poder desarrollarlo al máximo. Y aquí es cuando aparece con toda su luz el rol del líder. Según Valdano, hay determinados poderes que definen a un líder de un equipo de alto rendimiento. Examinemos algunos de ellos.

 

El poder del talento

El talento necesita un espacio y un lugar. Necesita libertad. También necesita exigencia y confianza, que es el mayor potenciador del talento. Esa confianza debe provenir de uno mismo y también de la que se recoge del entorno. Se debe dar en los momentos buenos, pero sobre todo en los que se cometen errores. El talento necesita también de estímulos para florecer y liberar todo el potencial. Finalmente, necesita motivación y de otros talentos. Ni Messi puede ganar solo un mundial. Hay que rodearlo y arroparlo bien. La esencia de un equipo es encontrar en el otro lo que a uno le falta.

Valdano da su definición de lo que es un equipo ideal: “Un equipo o grupo de personas cuyas capacidades individuales se complementan y se comprometen para una causa común, logran metas altas, operan con una metodología, comparten responsabilidades y gozan con todo eso”.

Pero… ¿qué es el talento? Una de las mejores respuestas también viene del mundo del deporte. Es muy recomendable la cápsula del entrenador de handball español, Xesco Espar, en YouTube, titulada “Los hábitos de la gente extraordinaria”. Ahí comenta que el talento es una conjunción de las habilidades y capacidades que tenemos, multiplicadas por el estado emocional (motivación) que tenemos. La acción es un producto (no una suma), en el que la motivación es un amplificador del talento.

Esta es la “fórmula del talento” que ya hemos visto con algunas variaciones según los autores. Pero Xesco le agrega un condimento cuando afirma que el talento es la capacidad que tenemos, sumado a la capacidad de usarlo cuando las condiciones son difíciles. Lo ejemplifica de maravilla cuando dice que un dribling en una práctica lo puede hacer cualquiera, el tema es hacerlo en un partido con un rival enfrente y el campo mojado. Y agrega una más: tener la iniciativa de intentarlo siempre y cuando la situación lo amerita.

Todos tenemos talento, el tema es usarlo. Si no lo usamos, el talento decrece y se marchita.

Todos tenemos talento, el tema es usarlo. Porque, si no lo usamos, el talento decrece y se marchita. Pero cuando lo hacemos, cuando lo usamos y lo empujamos al límite, ese talento crece y se desarrolla.

 

El poder del vestuario

La idea es que la principal tarea del líder sea gestionar “un estado de ánimo”. Esto es algo que tienen que entender todos los responsables del área de People and Culture, porque gestionar personas es igual a gestionar estados de ánimo. El poder del vestuario es el poder del equipo y el éxito se logra cuando el rendimiento colectivo es superior a la suma de los talentos.

Un equipo es mucho más que un grupo de personas. También es importante el componente individual. De hecho, el equipo pide una contribución personal. Cada persona tiene que poner algo del “yo” al servicio del “nosotros”. Un líder efectivo entiende la importancia de fortalecer un sentimiento solidario, lograr que todos se sientan orgullosos, importantes y que entiendan su contribución hacia la meta común. Porque si cada miembro se siente valorado por el grupo, a este vestuario dará gusto entrar.

Y, sin embargo, cuando miramos al mundo empresarial, a menudo nos encontramos con equipos a los que les falta vestuario, les faltan conversaciones. ¿Y qué son las empresas, sino una red de conversaciones? ¡Es lo que decimos y también lo que callamos! La invitación, entonces, pasa por tener más charlas, más instancias, más conversaciones. Esta es la fuerza del vestuario. ¿Se entiende?

 

El poder de la simplicidad

Dice Valdano que no hay nada más difícil que la simplicidad. Yo agregaría que tampoco hay nada más bello que lo simple.

Lo simple remite a la perfección, a lo esencial, a la pureza máxima. Por otra parte, no hay que confundir simplicidad con facilismo. Antoine de Saint Exupéry nos ilumina cuando dice: “Sabes que has alcanzado la perfección en el diseño, no cuando tienes nada más que añadir, sino cuando no tienes más que quitar”. Sospecho que algo sabía Steve Jobs de esto cuando lanzó el iPod y eligió el claim: “Mil canciones en tu bolsillo”.

 

 “La lluvia fina” del estilo

El estilo es todo. Es lo que nos hace únicos. Tiene que ver con la cultura, con las creencias y los valores.

El estilo es todo. Es lo que nos hace únicos. Tiene que ver con la cultura, con las creencias y los valores.

Para el autor de Los once poderes del líder es tan importante el estilo que incluso se la juega y afirma que es más importante que los resultados.

El estilo es algo así como la personalidad de un equipo, y esta no solo se construye en los momentos felices. Recordemos la frase de Churchill: “Nunca hay que desperdiciar una buena crisis”.

Es una manera de ser, un make-up y la invitación de Valdano es a nunca traicionarlo, porque “cuando se pierde un partido, hay otras oportunidades, pero cuando se pierde el estilo, se pierde todo”. Esto me hace mucho sentido cuando pienso en nuestra querida Celeste y lo que nos hace únicos: nuestra garra y tenacidad, y nuestra humildad. Esto es algo que entendemos todos y que a la mayoría nos duele cuando vemos que defeccionamos en esta dimensión. ¡Con eso no tranzamos!

Por eso el estilo debe ser defendido, y debe caer sobre la organización como una lluvia fina, todo el año.

Es algo fácil de entender, debe mantenerse con el tiempo, debe ser atractivo, sustentarse en viejos relatos. Pero cuidado: a no quedarse con el fantasma del Maracaná, debe estar abierto al futuro.

 

El poder de la palabra

Los líderes efectivos comunican muy bien sus ideas. Siempre buscan oportunidades para entablar conversaciones. Aumentan la frecuencia de las comunicaciones en las crisis. Saben abordar las cuestiones importantes y son optimistas. Hacen el esfuerzo para que todos se sientan parte del éxito y compartan el protagonismo. Cuentan historias relevantes y comunican con pasión. Es imperativo comunicar con claridad y hacerlo en abundancia. Al CEO de LinkedIn, Jeff Weiner, le gusta decir: “Cuando te cansas de repetirlo es cuando empiezan a escucharlo”. La lluvia fina… ¡otra vez!

Los otros poderes tienen relación con la credibilidad, la esperanza, la curiosidad, la pasión y la humildad.

Todos son muy importantes, pero vale la pena detenerse un poco en el de la humildad porque, como decía alguien, “es la madre de todas las virtudes”. ¡Ay de nosotros cuando la perdemos! Más de un lector recordará el video que se hizo viral unos días antes de empezada la contienda mundialista en el que se cantaba la canción de un Uruguay que se hacía el distinto de Argentina y Brasil con un tono burlón y nada humilde. Es algo que no gustó a la mayoría, porque justamente se pierde el estilo, la esencia de la que hablamos antes. Esto no se negocia: talento, pero con humildad. Garra y rebeldía. Coraje y sufrimiento.

Para finalizar este artículo quiero parafrasear a Edward Gibbon: “Los vientos y las olas siempre favorecen a los navegantes más hábiles”. ¿Estaría pensando en la Celeste? No perdamos la humildad, ¡pero tampoco la esperanza!

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