Revista del IEEM
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La naturaleza del trabajo y la pandemia en Uruguay

Ante la pandemia, los gobiernos y personas han adoptado políticas y cambiado sus hábitos con el fin de limitar la propagación del coronavirus. Varias de estas medidas de distanciamiento social, a pesar de ser efectivas en el control del virus, han precipitado el cierre de negocios y afectado la movilidad pública con consecuencias directas sobre la actividad económica, en particular el empleo.

Las políticas de distanciamiento social impactan de manera distinta a las diferentes ocupaciones laborales[1]. Trabajos que no se pueden hacer desde la casa son afectados de manera directa por medidas de encierro estrictas (como el cierre de negocios), mientras que trabajos que requieren un nivel de contacto físico alto son afectados de manera directa por medidas de distanciamiento social moderadas (como la elusión de aglomeraciones).

Motivado por esto, en un trabajo reciente intento cuantificar y caracterizar las ocupaciones de los trabajadores uruguayos según las posibilidades de trabajar desde la casa y el nivel de contacto físico de sus principales tareas laborales. En este artículo repaso algunos de los principales resultados relacionados al empleo total, desigualdad y potenciales efectos indirectos de la crisis.

 

Trabajo a distancia y de contacto en Uruguay

Comienzo por inferir, para cada trabajador en Uruguay, si la naturaleza de su ocupación le permite realizar su trabajo fácilmente a distancia y si el trabajo requiere contacto cercano con otras personas. Para esto combino microdatos de encuestas de hogares uruguayos con datos detallados de las tareas de cada ocupación[2].

Los datos de ocupaciones y tareas indican que las ocupaciones que se pueden hacer a distancia son, en su mayoría, actividades profesionales (abogados, asesores financieros, gerentes), y que en general tienen un nivel de contacto físico bajo[3]. Por otro lado, las ocupaciones que no se pueden hacer a distancia se pueden distinguir en dos, las de alto contacto y las de bajo contacto físico. A modo de ejemplo, las de alto contacto son ocupaciones relacionadas al sector de la construcción y el sector gastronómico, y las de bajo contacto son ocupaciones relacionadas a la industria manufacturera y al comercio al por mayor.

Casi cuatro de cada cinco trabajadores en el sector privado tienen dificultades para trabajar a distancia.

Combinando esta caracterización de las ocupaciones con datos de hogares encuentro que en Uruguay casi cuatro de cada cinco trabajadores en el sector privado tienen dificultades para trabajar a distancia, y más de uno de cada cinco tienen trabajos de muy alto contacto (se realizan habitualmente a menos de un brazo de distancia de otra persona). Por otro lado, tres de cada cinco no pueden trabajar a distancia y su trabajo no requiere alto contacto. Este último grupo es interesante porque sería afectado por medidas estrictas de encierro, pero no necesariamente por medidas de distanciamiento social moderadas.

 

Desigualdad en la naturaleza del empleo

No solo el trabajo a distancia es escaso en Uruguay, también se da de manera muy desigual. Más de la mitad de los trabajadores de mayores ingresos pueden trabajar a distancia, en cambio solo uno de cada diez de los trabajadores de menores ingresos puede hacerlo. Esto sugiere que medidas de encierro estricto pueden afectar en mayor medida a hogares de bajos ingresos.

También el trabajo de alto contacto físico se da de manera desigual, pero en menor magnitud. Alrededor de uno de cada cuatro de los trabajadores de menores ingresos trabaja a menos de un brazo de distancia de otra persona, en cambio solo uno de cada siete de los trabajadores de mayores ingresos tiene una ocupación con esta característica.

La menor desigualdad en el trabajo con contacto se traduce en que más del 65 % de los trabajadores de menores ingresos no pueden trabajar a distancia, pero tienen trabajos de bajo contacto, en cambio este valor es de 35 % para los trabajadores de mayores ingresos. Esta diferencia sugiere que la transición hacia medidas de distanciamiento más moderadas podrían favorecer en mayor medida a trabajadores de bajos ingresos.

 

El consumo y los efectos indirectos

La crisis actual tiene potenciales efectos indirectos relevantes. El acceso al crédito privado es muy limitado en Uruguay, lo que implica que poseer un nivel razonable de activos líquidos (por ejemplo, efectivo o cuentas bancarias) funciona como un colchón para evitar que una caída (mayormente) transitoria en el ingreso se traslade en un ajuste significativo del consumo[4]. Lo que observo en los datos es que casi siete de cada diez trabajadores no pueden trabajar a distancia y no cuentan con un nivel razonable de activos líquidos. Esto sugiere que inclusive en el escenario optimista de que esta crisis sea, en principio, puramente transitoria, es probable que el consumo se reduzca de manera significativa. Una contracción en la demanda agregada tiene el potencial de deprimir sectores no afectados de manera directa, profundizando así la crisis.

Una contracción en la demanda agregada tiene el potencial de deprimir sectores no afectados de manera directa, profundizando así la crisis.

Por otro lado, menos de dos de cada diez trabajadores tienen ocupaciones de alto contacto y no tienen un nivel razonable de activos líquidos. Es en este sentido que la transición hacia una política de distanciamiento moderada podría reducir significativamente la caída del consumo de varios hogares y los efectos indirectos del impacto sobre el empleo.

 

Comentarios finales

Las particularidades de la crisis derivada de la pandemia del coronavirus sugieren que la naturaleza del trabajo juega un rol de primer orden. En particular, aquellos trabajos que no se pueden hacer a distancia son limitados por un encierro estricto y aquellos con alto nivel de contacto físico son limitados por medidas de distanciamiento social moderadas.

Una descripción simple sugiere que para Uruguay un encierro estricto podría tener efectos significativos (y negativos) en el empleo, desigualdad y demanda agregada[5]. Por otro lado, la transición de un encierro estricto hacia una política de distanciamiento social más moderada, aunque todavía limita las posibilidades laborales de varias personas, podría revertir significativamente el impacto económico del encierro.

Referencias

[1] Distintos países y regiones han adoptado diversas variantes de políticas de distanciamiento social. En los extremos, España e Italia impusieron un encierro estricto, y Suecia ha permitido la apertura de comercios no esenciales y movilidad pública fluida. También los países han pasado y están pasando de políticas de distanciamiento duras a más blandas. Por ejemplo, la transición a la llamada nueva normalidad en Uruguay.

[2] Uso datos de la Encuesta Continua de Hogares 2019 (ECH) elaborada por el INE Uruguay, y uso datos de ocupaciones de O*NET que compila información detallada de las tareas de alrededor de mil ocupaciones. La metodología sigue a los trabajos de Mongey y Weinberg (2020), y Dingel y Neuman (2020) para EE. UU. Otros trabajos relacionados para Uruguay son el de Capotale, Pereira y Zunino (2020), y de los Santos y Fynn (2020) que se focalizan en informalidad y otras poblaciones vulnerables. Más detalles de la metodología y otros resultados en Guntín (2020).

[3] Las excepciones más claras son algunos trabajos en el sector educativo que se pueden hacer a distancia, pero tienen un alto nivel de contacto.

[4] Defino que un hogar tiene un nivel razonable de activos líquidos si tiene activos líquidos por más de dos semanas de ingreso. Los datos de activos líquidos son del modulo de la ECH 2017 que corresponde a la Encuesta Financiera de los Hogares Uruguayos (EFHU-3). Los activos líquidos incluyen dinero en efectivo, títulos valores y depósitos bancarios.

[5] Los impactos en el empleo ya se reflejan en el incremento abrupto en las solicitudes de subsidio por desempleo, y estimaciones del gobierno y privados de un aumento en el desempleo de al menos seis puntos porcentuales.

Autor

Economista, New York University

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