Revista del IEEM
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El año de la incertidumbre

El año 2020 comienza con dificultades muy grandes para establecer un panorama claro respecto al marco del agro. En verdad, dicho marco ha pasado de ser tremendamente estimulante —a partir de una situación muy favorable para la carne vacuna y relativamente favorable para granos, lanas y lácteos hasta mediados de noviembre—,  a ser un entorno de incertidumbre plena al propagarse la epidemia de coronavirus desde China. Es decir, el principal comprador de los productos del agro uruguayo ha pasado de la avidez, que parecía infinita, a una parálisis económica, derivada de una crisis sanitaria grave. Para hacer las cosas más paradojales, el virus de la fiebre porcina africana dio un envión hacia adelante en la demanda, pero luego otro virus la frenó bruscamente.

Seguramente algo ya sabían las autoridades chinas que el 15 de noviembre frenaron abruptamente una fuerte tendencia a comprar cada vez más carne al precio que fuera. En cambio, la sustituyeron por una renegociación drástica de contratos ya firmados, imponiendo rebajas en el orden del 30 % en el precio de los productos. Al momento de escribir esta nota, comienzos de febrero, se espera el final de los feriados vinculados al año nuevo chino para evaluar qué panorama tendrá el reinicio de la actividad comercial. Pero un público atemorizado por el contagio del virus no concurre a restaurantes, una vía de salida fundamental para la carne vacuna y ovina.

Esto trae contratiempos en dos niveles: para la industria frigorífica, que compró ganado caro en octubre y noviembre en base a negocios pactados, cuyas condiciones fueron cambiadas. Y para quienes salgan en este otoño a comprar ganado de reposición para engordar, habrá una total incertidumbre respecto al precio de venta.

Por lo pronto, el precio del ganado gordo se derrumbó de USD 4,40 a USD 3,50 por kilo de carcasa de novillo y es impredecible un precio piso.  Excepto por la fuerte exportación en pie de años anteriores, la oferta de ganado gordo es muy baja. De modo similar, el precio del cordero bajó de USD 4,10 a USD 3,80.

Por otro lado, la faena bajó estrepitosamente. La de enero es la más baja de este siglo, menor aún que en enero de 2001, cuando la aftosa había llegado a Artigas y amenazaba al país entero. Hay que remontarse a enero de 1999 para encontrar a una faena tan baja como la de enero de 2020, de apenas 150 mil vacunos, cuando en enero de 2019 fue de 200 mil.

Es sintómático lo que sucedió con la lana. El final de 2019 parecía mostrar un fortalecimiento de la economía mundial. China y EE. UU. se aprestaban a firmar el acuerdo de paz comercial, las bolsas en EE. UU. batían récords, las economías de España y Portugal mantenían un buen ritmo. Los temores de recesión parecían disiparse. Al comenzar los remates en Australia, el precio de la lana tuvo un fuerte repunte. El Indicador de Mercados del Este marcaba un precio de USD 10,55 por kilo de lana base limpia al final de 2019. Luego saltó a USD 11,34 al 15 de enero. Pero desde allí bajó a USD 10,43 al cierre del mes. Mientras dure la epidemia muchas fábricas no estarán operativas y el consumo de textiles será totalmente prescindible.

En lácteos, China es un mercado que viene ganando importancia, pero todavía no es decisivo como en carne, lana o soja. El final de 2019 y el comienzo de 2020 fue aceptablemente bueno. El precio en los remates de Fonterra subió en los dos últimos remates, es decir, en las ventas de enero. Pero parece difícil que ese repunte pueda sostenerse en febrero.

Los mercados agrícolas también están complicados. La soja tuvo su momento de euforia en torno a la firma del acuerdo comercial entre China y EE. UU. y los productores pudieron vender su futura cosecha a USD 330 por tonelada. Un precio aceptable, sin euforias. Pero del 15 de enero en adelante la oleaginosa perdió USD 20 por tonelada y el margen económico que pueda dejar el cultivo ha pasado a ser dudoso.

En el caso de la soja hay una competencia muy fuerte con Brasil, que viene creciendo a un ritmo muy fuerte y parejo. Este año debe superar las 120 millones de toneladas, tal vez llegando a 124 millones, récord absoluto para un país que hasta 2015 nunca había llegado a 100 millones de toneladas producidas.

¿Qué es lo que escapa de la tendencia? Un caso puede ser el arroz, que es tan inmune a los auges de precios como a las caídas. Parece ser un rubro que permanece relativamente ajeno a la situación de China. Las ventas hacia Brasil se han reactivado y los productores se encaminan nuevamente a un precio de unos USD 10 por bolsa. Estable y poco estimulante. El área arrocera va en baja y será un gran desafío para el próximo gobierno encontrar medidas que vuelvan atractivo al cultivo, especialmente para aquellos que deben alquilar tierra y agua —una proporción importante de los cultivadores—, que a estos precios tienen grandes dificultades para hacer un margen y enfrentar el pago de créditos.

Un aspecto interesante de la situación del agro uruguayo que no debe interrumpir su crecimiento es el de los cultivos agrícolas invernales. Aquí tampoco vemos una incidencia directa de China. El área de colza y carinata, dos oleaginosas de invierno relativamente nuevas en el paisaje del agro uruguayo, debe seguir en aumento y acercarse por primera vez a las 100 mil hectáreas. El cultivo de cebada tendrá en 2020 la ampliación de la capacidad industrial y, por lo tanto, la posibilidad de crecer en superficie. Además, los precios de referencia internacional en el mercado de Chicago están 10 % arriba con respecto al año pasado y, con cotizaciones mayores a USD 200 por tonelada, el cultivo se vuelve atractivo. El cultivo de trigo puede sostener un área que ya tuvo un crecimiento interesante en 2019. Durante el siglo XX, los cultivos de invierno fueron mayoría en la agricultura uruguaya. La llegada masiva de la soja en este siglo dejó el área de cultivos de verano arriba de un millón de hectáreas, mientras la de invierno quedó en unas 400 000. En los últimos tres años se observa una estabilización o leve retroceso del área de verano y un crecimiento de la superficie sembrada en invierno. Esa tendencia debe continuar en 2020.

La granja uruguaya busca su destino. Se ha propuesto un Instituto Nacional de la Granja, hay algunos esfuerzos exportadores y hay potencial de crecimiento y restructura en los cítricos.

La llegada de un marco político nuevo genera expectativas y cierta tranquilidad en cuanto a que no habrá aumento en las cargas impositivas y ha habido un discurso favorable a promover al agro como motor de crecimiento de la economía uruguaya.

El crecimiento del consumo de alimentos de China es estructural y no va a cambiar. De modo que el desempeño del agro en 2020, y tal vez más adelante, depende de un factor totalmente fuera del agro, es decir, de cuándo se encontrarán las vacunas para la fiebre africana de los cerdos y para el coronavirus. Mientras la fiebre de los cerdos se mantenga, la producción interna de carne de China será escasa y las necesidades de importación muy fuertes. Cuando la vacuna al coronavirus solucione el problema sanitario actual, volverá el consumo fuerte de proteínas animales y prendas de vestir.

Es difícil de estimar cuánto tiempo durará la incertidumbre actual, pero puestos a apostar diríamos que ambas vacunas llegarán en este 2020. Además de solucionar los dos graves problemas sanitarios, seguramente se procesará un cambio profundo en la normativa del sector ganadero de cerdos y aves de China y también en todas las normas sanitarias. Aparecerán nuevas exigencias de higiene y habrá más competencia de EE. UU.

Esperamos un primer semestre muy cauteloso y, si la ciencia logra superar ambas dificultades, un segundo semestre más normal. Productivamente apunta a ser un año interesante. Habrá una buena producción de terneros en la próxima primavera y los cultivos de verano —tanto arroz, como soja, maíz y sorgo— se perfilan a rendimientos aceptables. En el verano, aunque no sobraron las lluvias, hasta mitad de febrero parecen alcanzar con lo justo para que la producción se sostenga en niveles aceptables. Debe sostenerse una producción de soja similar a la del año pasado y la de maíz puede superar la de 2019, con más área y algo menos de rendimiento. La clave es que no se caiga la demanda del comprador principal de la mayoría de los productos del agro uruguayo.

El agro no generará un gran crecimiento en la economía de 2020, pero tampoco será un factor recesivo. Y con una buena parición de vacunos en la primavera de este año y la esperanza de que vuelva la calma a China, la perspectiva de mediano plazo de Uruguay, en tanto siga apostando fuerte a la calidad y la inocuidad, siguen siendo favorables.

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