Revista del IEEM
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Recrear una sociedad de oportunidades

Ninguna sociedad, cualquiera sea su contexto y la escala de desafíos que enfrenta, puede aspirar a lograr un desarrollo sostenible, equilibrado y justo si la educación no es un igualador efectivo de oportunidades desde cero a siempre. La evidencia mundial nos indica que países con sistemas educativos altamente inequitativos en oportunidades y resultados educativos, tienen bases endebles de desarrollo y están expuestos a situaciones de desigualdad que conducen inexorablemente a mayor segmentación y marginalidad. Más aún, una fuerte inequidad puede impactar en la adhesión a valores universales compartidos por la sociedad, así como erosionar la formación de ciudadanía democrática. En cambio, en las sociedades cuyos sistemas educativos logran congeniar altos niveles de equidad y calidad —el caso por excelencia de los países nórdicos—, las personas y las comunidades pueden progresar con independencia de su punto de partida. Precisamente el progreso individual y colectivo es un indicador de calidad democrática.

Lamentablemente, nuestro país no ha podido encontrar, hasta el presente, respuestas robustas y convincentes frente a tres maldiciones que jaquean al sistema educativo en su rol de facilitar oportunidades personalizadas de educarse y de aprender a todos los alumnos por igual. La primera de ellas tiene que ver con una calidad deficitaria en las alfabetizaciones fundamentales —por ejemplo, en lengua materna, matemática y ciencias naturales— que son la base de todo aprendizaje y de poder desempeñarse competentemente en la sociedad como persona, ciudadano, trabajador, emprendedor y miembro de la comunidad. Una segunda maldición se relaciona con la existencia de intolerables brechas económicas, sociales y culturales en el acceso, la permanencia, el egreso y el logro de aprendizajes. Una tercera da cuenta de niveles de excelencia en los alumnos, que son marginales, y no alentados por el sistema educativo. El destaque no es “bien visto”.

Frente a este cuadro de situación, EDUY21 propone una profunda transformación del sistema educativo para recrear una sociedad de oportunidades, desarrollo y convivencia (EDUY21, 2018). Nos parece que se debe empezar por abordar una interrogante largamente postergada en las últimas décadas. Esto es, qué visión de la educación y qué tipo de sistema educativo se requiere para plasmar un imaginario de una sociedad de oportunidades convocando y comprometiendo a diversidad de instituciones y actores de dentro y fuera del propio sistema educativo. Eludir esta pregunta contribuye a hipotecar el logro de una sociedad de oportunidades. O bien cuando no nos animamos a modificar los contenidos educativos a la luz de un mundo permeado por cambios disruptivos, o bien cuando seguimos enseñando sin comprender la creciente diversidad de los alumnos, o bien cuando asignamos inercialmente gastos e inversiones a un sistema educativo sin liderazgo y que funciona de manera fragmentaria, nos alejamos, por cierto, de cimentar una sociedad de oportunidades.

Desde EDUY21 proponemos formar en cuatro grandes bloques de conocimientos y competencias —esencialmente la capacidad de actuar competentemente en la sociedad— que orienten la formación desde los 3 a 18 años de manera de lograr aprendizajes compactos, progresivos y relevantes.

En primer lugar, la formación en lo que se denominan las alfabetizaciones fundamentales que suman a la lengua materna y la matemática, el multilingüismo en lenguas extranjeras y programación, así como ejercer la ciudadanía con valores y conocimiento de causa en múltiples temas —por ejemplo, medioambiente y sostenibilidad del desarrollo—. En segundo lugar, contribuir a forjar maneras de pensar, actuar y trabajar para responder a desafíos complejos y cambiantes que nos interpelan a diario, y que requieren pensamiento crítico e innovador, así como ingenio y empatía con otros para abordarlos. En tercer lugar, asumir el liderazgo de nuestras propias vidas, en lo individual y colectivo, en lo que refiere, por ejemplo, a nuestro proyecto de vida y de carrera, así como a apropiarse de estilos de vida saludables y solidarios. Por último, reconocernos como ciudadanos globales y locales, que nos hace partícipes de un mundo con valores universales compartidos, así como de la necesidad de entender un sinnúmero de diversidades que cruzan culturas, afiliaciones y estilos de vida.

Una de las claves de la propuesta impulsada por EDUY21 radica en buscar asegurar solidez y unicidad en los aprendizajes bajo el paraguas de una educación de 3 a 18 años. Quizá el símil con el fútbol ayude a visualizarlo. Nos referimos con orgullo como país a la idea plasmada de un proceso que, bajo un liderazgo sostenido y una visión compartida por todos quienes participan, se desarrolla progresivamente desde las selecciones adolescentes y juveniles a la mayor. En educación estamos advocando por un proceso de formación unitario, sustentado en un claro liderazgo político-técnico, protagonizado por docentes y alumnos, y que forme desde los 3 a los 18 años bajo una visión compartida en para qué, qué, cómo, dónde y cuándo enseñar y aprender.

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