
Transformación cultural con base en datos
La transformación cultural en las organizaciones es un proceso complejo y que involucra a una multiplicidad de variables. Puede producirse de manera reactiva, para solucionar problemas que se identifican, o gestarse proactivamente, cuando se identifica la necesidad de un cambio para alcanzar el próximo escalón de desempeño. La escala es variable y puede abarcar desde pequeñas áreas de una organización hasta su totalidad, en múltiples puntos geográficos. Los ejes de la transformación pueden ser diversos: el desafío de adaptar la cultura a los nuevos avances tecnológicos (como la inteligencia artificial), la implementación de políticas y prácticas de diversidad e inclusión en los procesos de selección o la promoción de la innovación son algunos ejemplos.
La analítica de datos suele situarse en un marco operativo y comercial, donde los indicadores que se monitorean parecen desconectados de la cultura organizacional. Sin embargo, la cultura de una organización es inseparable del desempeño operativo y comercial. La manera de hacer las cosas, así como lo que se valora y prioriza, tiene naturalmente una incidencia en los resultados que se obtienen.
Por este motivo, encarar un proceso de transformación cultural con un enfoque con base en datos (data driven) no solo implica la ventaja de contar con una base objetiva y cuantificable para la toma de decisiones estratégicas, sino que contribuye a descubrir y enfatizar las variables clave que vinculan a la cultura organizacional con los resultados obtenidos, en otras palabras, con el éxito (o fracaso) empresarial.
Cuantificar lo intangible
Uno de los mayores desafíos en la transformación cultural radica en la naturaleza cualitativa y subjetiva de la cultura misma, manifiesta en valores, creencias y comportamientos, aspectos que no siempre son fáciles de cuantificar. Un enfoque con base en datos, con el análisis de la información recabada mediante métodos como las encuestas, entrevistas y focus groups, permite convertir percepciones y experiencias en indicadores concretos.
Uno de los mayores desafíos en la transformación cultural radica en la naturaleza cualitativa y subjetiva de la cultura misma.
Aplicar estas herramientas no solo proporciona una base más sólida y objetiva para hacer un análisis descriptivo de la cultura actual, que es el punto de partida. También contribuye a guiar el proceso de cambio cultural, midiendo el impacto de las iniciativas implementadas e identificando los ajustes necesarios en cada etapa del desafío.
En nuestra primera columna en Hacer Empresa citamos al físico y matemático William Thomson Kelvin, quien expresó: “Lo que no se mide, no se puede mejorar”. Esta afirmación no solo revela una verdad fundamental, que a menudo se pasa por alto por su aparente obviedad, sino que también sugiere un concepto de cambio. Mejorar, en mayor o menor medida, implica salir de una situación establecida. Para lograrlo, es de primer orden definir con la mayor claridad posible qué se quiere medir y cómo será medido. Es decir, cuáles son las variables y qué herramientas se implementarán para cuantificarlas.
Descubriendo correlaciones
Una vez definidas las variables y aplicados los métodos de recolección de datos, llega la parte más interesante: el análisis. El escenario que se obtiene con los indicadores construidos (por ejemplo, trabajo en equipo, inclinación a la innovación, apertura a la diversidad, resistencia al cambio) puede ser poderoso en sí mismo. Esto es así tanto por su capacidad de dimensionar y respaldar con datos las cualidades de la cultura que ya se intuían, como por su capacidad de señalar los “puntos ciegos”, que pueden ser tanto virtudes como defectos. Sin embargo, este es apenas el primer nivel de análisis.
Desagregar los datos de los indicadores según variables demográficas básicas como el género o la edad, así como la localización geográfica o las áreas funcionales de la empresa, permite entender cómo los diferentes grupos dentro de la organización viven la cultura y son partícipes de ella, incidiendo en los resultados. Esto puede representar una ventaja estratégica para la transformación buscada, en la medida en la que permite identificar qué grupos son más o menos sensibles a las medidas de cambio que se proponen. También permite entender qué valoran y priorizan, distinguiendo grupos que pueden ser potenciales líderes en el proceso de cambio y grupos que pueden requerir apoyo adicional, por ejemplo.
El desafío de mantener y profundizar el cambio
No son pocas las dificultades y desafíos de sostener un cambio cultural. Si proponer e iniciar un cambio ya es un reto considerable, atravesar las distintas etapas de la transformación puede serlo aún más. En su libro The Power of Habit: Why We Do What We Do in Life and Business, el escritor y periodista Charles Duhigg, ganador del premio Pulitzer, explica que es frecuente que los cambios pierdan fuerza luego del impulso inicial de motivación. Duhigg argumenta que, ante el riesgo de la discontinuidad, es conveniente que un cambio cultural se sostenga en hábitos. Estos pueden generar una inercia positiva y expandirse una vez que las bases están establecidas. Y, dado que los aspectos limitantes o problemáticos de una cultura también suelen expresarse en hábitos, medirlos es una parte esencial de sostener el cambio.
Dado que los aspectos limitantes o problemáticos de una cultura también suelen expresarse en hábitos, medirlos es una parte esencial de sostener el cambio.
Monitorear las acciones del cambio permite tener una imagen de alta definición de qué aspectos se están implementando, cuáles han sido las medidas más efectivas para alcanzar los resultados esperados, cómo están viviendo las personas el proceso, qué obstáculos y resistencias encontraron y cuáles pueden ser los próximos caminos a explorar.
Una de las principales ventajas de realizar un monitoreo frecuente y regular de los indicadores construidos es que abre la puerta a un nivel más profundo de insights, que proviene de correlacionar los indicadores culturales con datos de desempeño, productividad y satisfacción laboral. ¿La promoción de la innovación está teniendo un impacto decisivo en la rentabilidad? ¿Una mayor apertura a la diversidad en los equipos de trabajo se traduce en un mejor clima laboral? ¿El uso de nuevas tecnologías está incrementando la productividad? Son preguntas que solo se pueden responder sosteniendo las mediciones en el tiempo, y conduciendo la transformación cultural con un enfoque con base en datos.