Revista del IEEM
TOP

Ver el cambio, luego innovar: una fórmula siempre vigente

En estas épocas de drásticos cambios tecnológicos se suele pensar que toda innovación potente debe ser disruptiva, cambiando radicalmente la naturaleza del servicio o producto ofrecido. Se suele olvidar que el factor esencial para el éxito en la innovación ha sido —y es— la sensibilidad al cambio de las circunstancias y la aplicación de la creatividad con un claro sentido de propósito. El caso de Tesla es un ejemplo actual y paradigmático al respecto, que tiene ilustres predecesores. En este artículo lo invitamos a retroceder 75 años para analizar uno de los casos que mejor expone estas ideas.

¿Qué podría hacer una gran empresa italiana de fabricación de aeronaves y material rodante luego de la Segunda Guerra Mundial? La empresa estaba en ruinas, sus fábricas habían sido bombardeadas y, si pudiera recuperar su capacidad de producción, sería dudoso que pudiera acceder al mercado civil, quedando definitivamente descartado el militar. La empresa había pasado de una plantilla de más de 10 000 personas antes de la guerra a una de 60. Esa era la situación a la que se enfrentaban los hermanos Armando y Enrico Piaggio cuando debieron plantearse la reconversión industrial de la fábrica que habían heredado de su padre.

Enrico observó una economía destruida, un transporte público escaso y deficiente, un país a reconstruir, una sociedad cuyos ingresos se habían visto drásticamente reducidos y consideró que las oportunidades estaban en la fabricación de vehículos populares, de bajo costo. Todo ello en un contexto peor al que motivara, años antes, los sendos éxitos del escarabajo alemán y la seicento italiana. Y así optó por construir una moto.

El factor esencial para el éxito en la innovación ha sido —y es— la sensibilidad al cambio de las circunstancias y la aplicación de la creatividad con un claro sentido de propósito.

Ahora bien, más allá de la identificación de una necesidad de mercado, no es lo mismo diseñar un nuevo producto siendo un emprendimiento, que siendo una empresa establecida. Esta tiene una personalidad que se materializa a través de una misión vivida, en un conjunto de valores e ideas respecto a qué es lo que configura la identidad de la empresa. Cuando una empresa que construía aviones decide pasar a construir motos, es comprensible que asigne el cometido de diseñar el producto a un ingeniero aeronáutico. El primer modelo fue concebido por el ingeniero Renzo Spolti, fue bautizada como “Paperino” y estaba inspirada en las motos plegables que usaban los paracaidistas ingleses en la Segunda Guerra Mundial. Su diseño no convenció a Enrico Piaggio, quien pasó a asignarle el desafío al inventor, Corradino D’Ascanio, y el resultado fue la Vespa. D’Ascanio detestaba las motos por entonces existentes. Esto fue visto como una ventaja por Piaggio, quien deseaba que el producto —más allá de práctico y asequible— fuera altamente innovador y de buen diseño.

El de las motos era un mercado maduro y, como consecuencia, existía un diseño dominante. Es decir, una idea compartida por fabricantes y consumidores respecto de cómo debía ser una moto. Una vez que un diseño dominante se ha impuesto es muy difícil ignorarlo, porque pasa a ser parte de las expectativas de los consumidores. D’Ascanio desafió ese diseño dominante exitosamente. Esa es la razón por la cual este caso es muy interesante de analizar. Combina los desafíos de un proceso de reconversión, el ingreso de una empresa en otro sector y la introducción de innovaciones de producto en un mercado consolidado.

¿Cuál es el punto de partida? Siempre es el mismo, la identificación clara de lo que el consumidor necesita y la formulación de una propuesta de valor que supere a las existentes. Como público objetivo apuntaba al grueso de la población. En especial se pretendía incorporar a la clase media de zonas urbanas, hombres y mujeres, cuyo trabajo ya no era solo en una fábrica, sino también en oficinas y negocios, con un nuevo rol protagónico. El transporte público se había visto afectado por la guerra y, para el común de la gente, era remota la posibilidad de conseguir vehículos a precios asequibles. Debía ser, pues, uno de construcción sencilla y costo razonable, fácil de conducir, especialmente en zonas urbanas, robusto, sin género, con capacidad para transportar un pasajero, alguna carga y, lo más importante, que permitiera al conductor evitar llegar con su ropa sucia a destino.

La insatisfacción de D’Ascanio con los diseños dominantes de motos facilitó la formulación de preguntas clave para concebir su creación. El punto de partida fue que una persona pudiera sentarse cómodamente en una moto. La existencia de un piso donde apoyar los pies no solo aportaba comodidad, sino que era especialmente apropiado para las mujeres, sobre todo cuando usaban falda, en tanto en ningún momento se perdía la compostura, era un vehículo para sentarse, no para montarse.

La insatisfacción de D’Ascanio con los diseños dominantes de motos facilitó la formulación de preguntas clave para concebir su creación. 

A efectos de proteger al conductor del viento y de la suciedad D’Ascanio y su diseñador de confianza, Mario D’Este, concibieron el mítico diseño de la carrocería de la vespa. También el hecho de que el motor estuviera totalmente cubierto por la carrocería prevenía de ensuciarse.

A efectos de lograr esa facilidad de manejo que se requería, se colocaron los cambios de marcha en el manillar. Al poner el motor en la rueda trasera, la moto era más estable. La suspensión delantera, inspirada en la usada en la aviación militar, también contribuyó a la facilidad de manejo.

El chasis tubular, inspirado claramente en el diseño aeronáutico, hacía que la moto fuera más liviana. La eliminación de la suspensión trasera y la cadena permitieron prevenir los problemas de mantenimiento más engorrosos propios de las motos tradicionales. Al reducir el tamaño de las ruedas fue posible incorporar una rueda de repuesto. El sistema de sujeción de la rueda delantera de un solo lado de su eje hacía mucho más sencillo su cambio, cuando era necesario.

El nombre de la moto viene dado por las palabras que Enrico Piaggio pronunció cuando D’Ascanio le mostró el prototipo en el que había estado trabajando. Al observar las sinuosas líneas del primer prototipo y escuchar el zumbido de su motor, no pudo evitar exclamar: «Suona come una vespa!» (avispa).

A efectos de lograr efectivamente que la Vespa estuviera al alcance de todos, Enrico Piaggio introdujo una herramienta que era pionera en 1946: la venta a plazos.

Al observar las sinuosas líneas del primer prototipo y escuchar el zumbido de su motor, no pudo evitar exclamar: «Suona come una vespa!» (avispa).

El lanzamiento fue un éxito y rápidamente la marca se expandió a otros países dentro y fuera de Europa. Un dato no menor es que la aparición de la Vespa coincidió con un período en que las mujeres estaban adoptando un papel más protagónico y autónomo en la sociedad, luego de sus sacrificios durante la guerra, que habían incluso culminado con la obtención del derecho a votar. La empresa no dejó pasar la oportunidad que ello representaba y desarrolló una estrategia publicitaria que apuntaba al público femenino, centrada en los sentimientos de libertad e independencia. Una estrategia que incluía inolvidables eslóganes ingeniosos, como “Chi Vespa mangia le mele” (quien Vespa muerde la manzana), metonimia y metáfora en acción al servicio de un mensaje de provocación y vanguardia.

Pasado el éxito de los primeros años, su principal desafío fue la recuperación de la situación económica en Italia. En los años 50, el nivel de ingresos mejoró y con ello los automóviles utilitarios de cuatro ruedas pasaron a ser un competidor agresivo. La reacción fue cambiar de público objetivo. Se apuntó, entonces, a los jóvenes. A esos efectos se crearon nuevos modelos, con diseños más atrevidos en los que también se introdujeron distintos colores, algo que supuso un cambio importante teniendo en cuenta que con los primeros modelos solo se había experimentado con una variedad de grises. El cine contribuyó enormemente a transformar a la Vespa en una moto icónica. Dentro de las películas más famosas en las cuales tuvo un rol protagónico se destacan “Vacaciones en Roma” (1954) y “La dolce vita” (1960).

En sus 75 años de historia se han lanzado más de 150 modelos, siendo la moto más vendida de la historia, con unos 20 millones de unidades, y logrando algo reservado para muy pocos: un producto del cual, a pesar de ser popular y masivo, cada propietario se siente orgulloso.

Autor

Responsable del GEM Uruguay y profesor de Economía Política en

Ph.D. en Gobierno y Cultura de las Organizaciones, Universidad de Navarra; máster en Dirección y Administración de Empresas, IEEM, Universidad de Montevideo; contador público, Universidad de la República (Uruguay); licenciado en Administración, Universidad de la República (Uruguay); GloColl, Harvard Business School.

Profesor de Análisis de Decisiones y Sistemas de Información en

Ph.D. en Informática, Universidad de la República y en Computer Sciences, INRIA (Francia); máster en Dirección y Administración de Empresas, IEEM, Universidad de Montevideo; máster en Informática, Universidad de la República (Uruguay); ingeniero en Computación Universidad de la República (Uruguay); GloColl, Harvard Business School.

Postear un comentario