Revista del IEEM
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Desafíos y perspectivas políticas para el 2021

Durante 2020 la política uruguaya, una vez más, estuvo a la altura de las circunstancias. El nuevo gobierno se destacó en el concierto regional y mundial por su estrategia de combate a la pandemia. Asimismo, en medio de la crisis, mediante la Ley de Urgente Consideración y la aprobación del Presupuesto Nacional, logró tramitar una parte importante de la ambiciosa agenda de reformas comprometida frente al público durante el ciclo electoral. Además, el nuevo elenco gobernante logró moderar la caída de la actividad económica y atender, dentro de las restricciones existentes, las aristas más dramáticas de la emergencia social. El gobierno cerró su primer año, por tanto, con saldo a favor.

De todos modos, durante 2021, la coalición de gobierno seguirá enfrentando desafíos complicados. Por un lado, en el plano de las políticas públicas, deberá seguir combatiendo la pandemia y sus consecuencias económicas y sociales. Esto implica, en pleno verano, aplanar la curva de contagios, y, seguramente durante el otoño, ejecutar un plan de vacunación efectivo. Al mismo tiempo, deberá seguir procurando reactivar la actividad económica mediante la estrategia anunciada durante la campaña electoral que, como es sabido, apuesta más a los mecanismos de mercado que a los estímulos del Estado. Finalmente, deberá seguir atendiendo, y cada vez mejor, la crisis social: desempleo, pobreza, indigencia. Además, deberá mantener un ojo puesto a la evolución de la criminalidad, dado que obtener mejores resultados que los gobiernos del Frente Amplio en materia de seguridad fue otra de sus promesas electorales.

Los desafíos en materia de políticas públicas están lejos de ser triviales. Esto nos conduce a la segunda dimensión analítica, esto es, al plano del funcionamiento político de la coalición de gobierno. Durante 2020 la coalición funcionó razonablemente bien. Como era de esperar, hubo discusiones internas y negociaciones complejas. A veces, las diferencias se hicieron públicas. Pero nada de esto impidió el procesamiento de las políticas públicas ni generó bloqueos en el parlamento. De todos modos, un gran desafío del presidente Luis Lacalle Pou, como jefe de gobierno, es lograr que la coalición se fortalezca en 2021. Durante su primer año de funcionamiento, algunos de los socios no han ocultado cierto descontento. Hay quienes consideran que el Partido Nacional, en general, y la Presidencia, en particular, tuvieron un protagonismo excesivo. El Partido Colorado, por ejemplo, ha reclamado la creación de un ámbito de coordinación que les permita tener mayor visibilidad y participación en decisiones centrales. Esta aspiración parece no ser compatible con el estilo de liderazgo presidencial. En todo caso, es evidente que la dinámica política de la coalición está lejos de ser sencilla.

El Frente Amplio, por su lado, también enfrenta un panorama desafiante. En primer lugar, debe definir mejor temas y tonos de su discurso opositor. En lo que refiere a los temas, durante 2020, su principal fortaleza ha sido el reclamo de un mayor protagonismo del Estado en la reactivación de la economía y en la atención a la emergencia social. Pero no acertó ni en su posición respecto a cómo combatir la pandemia (Tabaré Vázquez reclamó una cuarentena obligatoria) ni en sus críticas al Ministerio del Interior (no logró interpelar al ministro Jorge Larrañaga). En lo referido a los tonos, se mostró demasiado errático: osciló frecuentemente entre la crítica desmedida y la propuesta de diálogo nacional.

En segundo lugar, el Frente Amplio deberá continuar y profundizar el proceso de autocrítica iniciado en el segundo semestre de 2020. Aquí también deben ser cuidadosos, eligiendo bien los temas y graduando el tono. No deberían dejar de asumir públicamente algunos fracasos del último gobierno frenteamplista: no lograron ni sostener el crecimiento económico, ni disminuir la criminalidad ni reformar la educación a fondo. No deberían quedarse cortos, tampoco, en la censura a la corrupción. Nada daña tanto la credibilidad de un partido como las sospechas de orden moral. Pero, por otro lado, están obligados a ser cuidadosos: ningún partido sobrevive si no es capaz de reivindicar su identidad y sus méritos.

En tercer lugar, el Frente Amplio enfrentará durante 2021 el desafío de seguir procesando la renovación de sus liderazgos. Tras la generación de los fundadores (cuya figura más emblemática fue el general Líber Seregni) vino la de los constructores de la Era Progresista (identificada en el trípode Tabaré Vázquez, José Mujica, Danilo Astori). Esta segunda generación ya está dejando paso a una tercera, que es la que tiene el desafío de encontrar temas y tonos tanto en la crítica al gobierno como en la autocrítica. De los aciertos y errores de esta tercera camada de líderes dependerá la suerte del Frente Amplio en el corto y mediano plazo. La responsabilidad cae en los hombros de al menos tres dirigentes que ya se han destacado. Por orden alfabético, ellos son: Mario Bergara, Carolina Cosse y Yamandú Orsi. La renovación de liderazgos abre, siempre, una gran oportunidad para los partidos. Permite tomar distancia de errores del pasado y adaptar el discurso político a las nuevas circunstancias. Pero, al mismo tiempo, suele ser un tiempo de turbulencias, y de tentaciones fratricidas.

Autor

Politólogo

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