Revista del IEEM
TOP

El Frente Amplio estrena la oposición

Antes de hablar del Frente Amplio conviene tener en cuenta algunos temas. El Gobierno nacional asiste a un fenómeno más que llamativo: la alta aprobación ciudadana, que puede responder, entre otras cosas, a lo que se llama “rally around the flag. Se trata de un término utilizado en ciencias políticas para describir cuando los Gobiernos se enfrentan a grandes crisis o guerras y reciben el apoyo de un conjunto amplio de la ciudadanía, que le otorga un crédito mayor al que le daría en una situación normal. El nacionalismo por encima de la preferencia individual.

Actualmente, con datos de Equipos Consultores del 6 de abril de 2021, el presidente Luis Lacalle Pou tiene un 58 % de aprobación. Un dato que se vuelve aún más que significativo teniendo en cuenta que pasó ya un año de gobierno, pandemia mediante y con una crisis económica a cuestas. Si bien el rol y los desafíos de gobierno son importantes, también lo es el rol de la oposición partidaria.

 

El rol de la oposición partidaria

El Frente Amplio está estrenando el rol. Si bien ocupó el lugar de oposición desde el retorno de la democracia hasta 2004, lo cierto es que no cargaba con la experiencia y la responsabilidad de haber gobernado anteriormente, ni con el deterioro que eso implica para una fuerza política.

En el pasado logró demostrar que un partido altamente institucionalizado puede ser, también, flexible. Por eso vale remitirnos a algunos datos y observaciones significativas para pensar el presente y también el futuro de la mayor fuerza partidaria del país.

Tradicionalmente, se dice que los partidos altamente institucionalizados tienden a ser menos flexibles y, por lo tanto, no consiguen maximizar sus oportunidades (Panebianco, 1982). Se debe, entre otras cosas, a que los liderazgos renovadores tienen menor capacidad de maniobra y, como resultado, toman menos decisiones estratégicas (Levitsky, 2003).

El Frente Amplio demostró entre 1994 y 2004 que era posible consolidarse como un partido altamente institucionalizado, con fuerte capacidad de maniobra, y logró, de este modo, consolidarse como el partido catch-all más grande del país (Yaffé, 2013).

Existen algunos rasgos clave que determinaron que un partido altamente institucionalizado pudiera acaparar un conjunto más amplio de la población y, a la vez, ser alternativa de renovación. El primero es el fortalecimiento de la identidad frenteamplista y el aumento de adhesiones. El segundo, la moderación ideológica, a la vez que se sostuvo el vínculo con las organizaciones sindicales, lo que no le permitía al partido perder base electoral. El tercero es la construcción de un liderazgo fuerte y la configuración, en su apoyo, de una coalición interna favorable a la renovación. Por último, una competencia intrapartidaria muy variable, lo que facilita los procesos de cambio.

El Frente Amplio al que asistimos hoy cuenta con una representación clara de los sectores del ala izquierda y una desarticulación de los sectores del ala moderada. Esto genera una situación de escasa competencia intrapartidaria. De este modo, las discusiones y enfrentamientos ideológicos y programáticos son escasos.

A la vez, el partido se encuentra altamente fraccionado, lo que en muchos casos impide la renovación ideológica. Algo que el Frente Amplio ha superado en numerosas ocasiones. Lo cierto es que su alta fracción, en este caso, responde a construcciones institucionales del pasado, sumado a un crecimiento de sectores que se construyen en torno a nuevos liderazgos dentro de un mismo arco ideológico; liderazgos que no llegan a encantar al conjunto del electorado de centroizquierda.

La coordinación de agenda y posicionamiento parece estar concentrada en la bancada de senadores de la fuerza política. Lo que por un lado parece lógico, pero a la vez restringe la discusión a un grupo de varones que son parte del establishment de la fuerza política. De este modo, se generan menos condiciones para la adaptación del partido y, así, generar mejores oportunidades electorales.

 

Generar una agenda clara

La oposición tiene el desafío de jugar un doble rol: el de resistencia a los cambios de este gobierno y el de proyectarse como propuesta de cambio para marcar con mayor énfasis la agenda pública y ser una opción para 2024.

El Frente Amplio se encuentra discutiendo en función de la agenda que le marca el gobierno y de lo sucedido en el pasado. No ha logrado posicionar temas de cara al futuro. Algo parecido a lo que le sucedió en la campaña electoral, que estuvo dominada por discursos que apelaban a no perder lo conseguido más que a proyectar nuevos desafíos.

Es necesario que el partido asuma con claridad posturas y proyectos como mensajes a instalar. En este momento, el discurso es, casi en su totalidad, en función del otro y lo que propone el gobierno.

 

A futuro

La oposición tiene que lograr transitar el proceso de autocrítica y hacerlo funcionar como tal. Para eso, es necesario que desarrolle la capacidad de ser un proyecto novedoso y de cambio (en sus múltiples dimensiones).

 

Generar las condiciones para instalar una agenda frenteamplista de futuro y no solo de resistencia, teniendo en cuenta que la opinión pública respalda al gobierno más allá del efecto de la crisis.

A su vez, tiene que equilibrar la interna con el fin de ofrecerse como una opción plural que no es sinónimo de alta fragmentación; haciendo coincidir la oferta programática con renovación de personajes. Su alta fragmentación no garantiza la competencia intrapartidaria que le permitió consolidarse como un partido catch-all.

El mayor riesgo al que se enfrenta el Frente Amplio es el estancamiento. Fortalecer el frenteamplismo, poner en agenda temas de futuro, generar competencia intrapartidaria real y ampliar su menú son clave para su desarrollo como oposición y fuerza política.

Autor

Postear un comentario