Revista del IEEM
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El presente del trabajo

Los números en el mercado de trabajo no dan nada bien. Los problemas de empleo figuran entre las principales preocupaciones en todas las encuestas de opinión desde hace ya algunos años. Se han perdido decenas de miles de puestos de trabajo y no hay esperanzas de mejora en el horizonte cercano. El impacto está altamente concentrado en tareas automatizables que eran llevadas a cabo por personas con baja capacitación.

El problema no es solo nuestro. El tema “futuro del trabajo” está presente hace años en todos los foros en donde se discuten temas de relevancia global. Este año se cumplen 100 años de la creación de la OIT y el tema oficial del centenario es, justamente, el futuro del trabajo. La lectura de la serie de documentos publicados al respecto indica que la inversión permanente en el desarrollo de nuevas capacidades para los trabajadores debería ser la prioridad absoluta.

Se han perdido decenas de miles de puestos de trabajo y no hay esperanzas de mejora en el horizonte cercano.

En el PIT-CNT se percibe hace tiempo una creciente inquietud por las perspectivas en el mundo del trabajo. De hecho, en el acto del 1.o de mayo se puso a disposición para avanzar en un diálogo nacional por el empleo. El gobierno reconoce su preocupación, invierte en capacitación, aprueba leyes y adapta la promoción de inversiones para fomentar el empleo. Pero, aun así, las perspectivas no mejoran.

En el fondo, existe una compleja realidad apoyada en un trípode consolidado, que, a menos que se haga algo diferente para mover sus patas, va a ser muy difícil que se observen mejoras sustantivas. En primer lugar, hay que tener presente la fuerte reducción de la rentabilidad empresarial. En una situación de suba generalizada de los costos para producir, los costos laborales han adquirido un peso relevante. No son los únicos, pero sí unos de los primeros en ajustarse. Si el comercio no paga la luz, no puede atender. Si el productor no carga combustible, no puede trabajar. Cualquiera de los dos puede no reponer un trabajador que deja la empresa. Y, si en algún momento se recupera la actividad, es muy probable que pueda sustituir ese puesto de trabajo por tecnología. Ahí aparece la segunda pata: los procesos de automatización. La incorporación de tecnología para sustituir tareas rutinarias es una realidad instalada que se profundiza día a día porque es cada vez más simple y barata.

Existe una compleja realidad y, a menos que se haga algo diferente, va a ser muy difícil que se observen mejoras sustantivas.

El trípode se completa con una regulación laboral alejada de la realidad. Tiempos de trabajo regulados por una ley que tiene más de 100 años, categorías laborales de otra época que encorsetan la negociación colectiva, convenios acordados a nivel de rama preceptivos para empresas que no tienen nada que ver entre sí… Mientras Uruguay no actualice el marco en el que operan los consejos de salarios, los empresarios seguirán dudando y recalculando antes de contratar a un nuevo trabajador.

La realidad es delicada para todos y dramática para los trabajadores con menor formación y adaptabilidad. Algún día volverá la inversión productiva al país y seguramente ahí se crearán nuevos empleos. Sin embargo, la demanda de nuevos puestos de trabajo tendrá muchos más requisitos que los que se exigían en los que se perdieron en los últimos años.

Un reciente estudio de la OPP presenta una estimación de la generación de nuevos puestos de trabajo. Como es de esperar, la demanda de trabajo en el sector que desarrolla tecnologías seguiría creciendo. También crecería la demanda en el sector educación ante la necesidad de formación permanente. Lo mismo en el sector salud y cuidados, ante el impulso de un incremento en los años de vida de la población. Los sectores vinculados al turismo y a la agroindustria también podrían contribuir a la demanda de trabajo en la medida que sigan sofisticándose.

La realidad es delicada para todos y dramática para los trabajadores con menor formación y adaptabilidad.

Los nuevos empleos aparecerán en tareas en las que se requieren capacidades complejas y complementarias con la automatización, algo que no abunda en Uruguay. Hace más de 15 años que las evaluaciones externas (pruebas PISA) nos muestran que cerca de la mitad de las personas que todos los años llegan a la edad de ingresar al mercado de trabajo no están preparadas para realizar tareas complejas.

No se puede esperar por reformas que, en este año electoral, no van a llegar. Hay mucho que se puede hacer, pero se necesita ingenio y, más que nada, determinación para deshilvanar algunos de los hilos pegajosos de la tela de araña de las regulaciones que existen en Uruguay.

Veamos un ejemplo concreto que surge de una excelente charla con Joanne Frappier, la embajadora de Canadá en Uruguay. Resulta que en Cabo Polonio hay pinos que hay que cortar para cuidar las dunas. La principal causa de que las dunas no tengan el natural desplazamiento que deberían tener son las 6000 hectáreas de pinos que fueron plantados muchos años atrás. La embajadora es geógrafa de profesión y trabajó en el servicio canadiense de bosques antes de venir a Uruguay.

Los nuevos empleos aparecerán en tareas en las que se requieren capacidades complejas y complementarias con la automatización, algo que no abunda en Uruguay.

Con estos pinos se pueden hacer ladrillos de madera. La tecnología necesaria estaría fácilmente a disposición gracias al apoyo de Canadá. Se necesitan cerca de 50 árboles para levantar una casa nueva. Por cada hectárea de pinos saldrían 13 casas y hay 6000 hectáreas de pinos disponibles. Es decir, habría materia prima para cubrir gran parte del déficit de vivienda que tiene el país, que, según Fucvam asciende a 88 000 viviendas y está concentrado en el 20 % más pobre de la población. El tiempo de construcción es cinco veces menor que el de la construcción tradicional y los costos mucho menores, ¡ni que hablar si la madera es gratis! Además, son fáciles de construir porque se aprende a hacerlas con muy poca capacitación.

Las “casas canadienses” no son solo soluciones habitacionales que tanto necesita el país, sino trabajo digno para emplear a trabajadores de escasa calificación. Trabajo para aquellos que van quedando al margen porque las tareas que realizaban ya son automatizables. Trabajo para aquellos a los que el mercado no les ofrecerá empleo, por más que la inversión retorne al país. Aquellos que, lamentablemente, son muchos.

El empleo es insustituible en su rol de articulador social. No hay subsidio ni renta básica que lo reemplace en esta función esencial. Una persona ocupada siente que está aportando a la sociedad, sin importar la tarea que le toque cumplir.

Así como esta propuesta, tienen que existir muchas más que pongan el foco en recrear puestos de trabajo genuinos para trabajadores de escasa capacitación. El empleo es insustituible en su rol de articulador social. No hay subsidio ni renta básica que lo reemplace en esta función esencial. Una persona ocupada siente que está aportando a la sociedad, sin importar la tarea que le toque cumplir.

Que el presente del trabajo deje a tantos uruguayos varados es un drama social de una magnitud inconmensurable. Se necesitan soluciones originales y voluntad para llevarlas adelante. No es sencillo, pero se tiene que poder.

Autor

Profesor de Economía en

PhD en Economía, Universidad de San Andrés (Argentina); máster en Economía, Universidad de Chicago; Programa de Alta Dirección, IEEM, Universidad de Montevideo; licenciado en Economía y Analista en Contabilidad y Administración, Universidad de la República (Uruguay); GloColl, Harvard Business School.

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