Revista del IEEM
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La crisis del trabajo

Luego de la victoria de su primera batalla en la Segunda Guerra Mundial, el 10 de noviembre de 1942, Churchill decía: “Esto no es el fin. Tampoco es el comienzo del fin. Podría ser, tal vez, el fin del comienzo”. Es una buena analogía para ilustrar la crisis que lamentablemente viviremos en el mercado de trabajo.

La dura realidad es que la crisis actual dejará al empleo como un foco crítico de atención. Habrá una reducción natural del empleo asociado a la recesión económica, pero el problema es más complejo. Muchas de aquellas empresas que logren retomar los niveles de actividad previos al coronavirus, necesitarán menos trabajadores para hacer lo mismo. Mientras la tecnología avanza y se vuelve cada vez más accesible para todos, las empresas no dejan de hacer números y se hace evidente que había posiciones laborales que no eran del todo necesarias.

Los cambios en las condiciones físicas de trabajo —que llegaron con la pandemia, pero para quedarse— aceleran el proceso de robotización. El virus ha cambiado el comportamiento de los trabajadores y consumidores que buscan evitar el contacto cara a cara. Los robots se han vuelto mucho más requeridos en espacios con intenso tráfico humano. Basta con ver lo que está pasando en China, en donde muchos hoteles y restaurantes han vuelto a abrir sus puertas gracias a la atención del público a través de robots. Muchos podrán pensar que en Uruguay estamos lejos de esa realidad, pero sería un error. Estos robots cuestan hoy alrededor de USD 8000.

La crisis dejará al empleo como un foco crítico de atención. Habrá una reducción natural del empleo asociado a la recesión económica, pero el problema es más complejo.

Veamos algunos números preocupantes que armamos con el profesor Leonardo Veiga en el IEEM. En base a los datos de la Encuesta de Hogares del INE, analizamos a los trabajadores en cada uno de los sectores de la economía uruguaya. Consideramos las condiciones de trabajo típicas en cada uno de los sectores para definir el riesgo de trabajo en la nueva normalidad: si se trabaja usualmente en ambientes cerrados o al aire libre y el grado usual de proximidad entre trabajadores o consumidores. Intentamos aproximarnos a la cantidad de personas que previo al coronavirus trabajaban en condiciones que eran normales, pero que ahora dejaron de serlo. Al mismo tiempo, consideramos el grado en el que la demanda de lo que se produce en cada sector se ve afectada, así como también si la situación actual genera incentivos adicionales para acelerar la automatización de procesos o para el trabajo remoto. Veamos a continuación dos ejemplos concretos bien diferentes.

En la producción agropecuaria el trabajo en ambiente cerrado no es un problema y el grado de proximidad entre los trabajadores es bajo. La situación genera los incentivos necesarios para automatizar procesos y estimular el trabajo remoto. Por su parte, la demanda de su producción, en general, no se ve alterada por el coronavirus. Este combo deja al sector clasificado entre los que el coronavirus tiene bajo impacto negativo en el empleo.

En los servicios financieros, el trabajo en ambiente cerrado es un claro problema y el grado de proximidad entre los trabajadores también. A su vez, la situación actual genera fuertes incentivos adicionales para acelerar la automatización de procesos y el teletrabajo. Por su parte, la demanda y rentabilidad del sector se ve negativamente afectada por el coronavirus. Este combo deja al sector ubicado entre los que la situación actual tiene alto impacto negativo en el empleo.

La situación actual genera fuertes incentivos adicionales para acelerar la automatización de procesos y el teletrabajo.

Más allá de los ejemplos puntuales, los números generales no son nada buenos. El 80 % de total de las personas ocupadas previo al coronavirus trabajaba en sectores en los que el empleo se ve altamente afectado. El panorama se vuelve más complejo cuando los datos indican que el 40 % de los trabajadores empleados en sectores complicados tienen como máximo educación secundaria completa y que el 25 % de ellos cumplía tareas completamente automatizables. Estamos hablando de 325 000 personas que realizaban tareas rutinarias con escaso componente creativo o empático, que tienen un muy alto riesgo de perder definitivamente su empleo como consecuencia de lo que estamos viviendo.

Si bien estamos todos en el mismo mar, no estamos todos en el mismo barco. Las condiciones físicas de trabajo son diferentes, las características de las tareas son diferentes y las competencias de cada trabajador son diferentes.

El Estado tiene un rol clave que jugar. Son esenciales cambios en la regulación para evitar que se corte por completo la relación laboral. En la medida en que las empresas puedan implementar horarios y jornadas reducidas y flexibles, redistribución de tareas y licencias temporales, la recuperación de la economía podría ser más rápida y menor la destrucción de puestos de trabajo.

El Estado tiene un rol clave que jugar. Son esenciales cambios en la regulación para evitar que se corte por completo la relación laboral.

También se debe profundizar la ayuda financiera a las empresas para adaptar la infraestructura de trabajo. Las empresas de todos los sectores están analizando e implementando nuevos modelos de trabajo. Ya está instalada la necesidad de usar tapabocas o, mejor aún, máscaras faciales, que ofrecen la ventaja de que protegen también los ojos e impiden que las personas se toquen la cara. Las personas deben mantener una separación de un metro y medio. Es necesario reducir los objetos y superficies que son usualmente tocados por más de una persona.  En ambientes cerrados el virus puede llegar a infectar a personas que se encuentran muy distantes, por lo que es crítica la desinfección y ventilación del local.

La capacitación para el “futuro del trabajo” pasó de ser un riesgo lejano a una prioridad inmediata. Decenas de miles de trabajadores en Uruguay necesitan apoyo del Estado para mirar con esperanza al futuro. En este sentido, los programas actuales y el porvenir de la capacitación y reeducación deberán estar a la altura de la urgencia. No hay solución mágica a corto plazo, pero sin duda que la recapacitación mejora la situación. Lo cierto es que la cantidad de personas a ser capacitadas es tan alta que requerirá un cambio radical respecto de la estrategia pasada.

Se juntan el hambre y las ganas de comer: la crisis económica con la aceleración de la automatización. La crisis en el mercado de trabajo va a ser muy dura y habrá que ser muy creativos para buscar caminos de salida.

Autor

Profesor de Economía en

PhD en Economía, Universidad de San Andrés (Argentina); máster en Economía, Universidad de Chicago; Programa de Alta Dirección, IEEM, Universidad de Montevideo; licenciado en Economía y Analista en Contabilidad y Administración, Universidad de la República (Uruguay); GloColl, Harvard Business School.

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