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Emprendedores y emprendedoras uruguayos: intenciones y actividad emprendedora (PARTE VI)

Este es el cierre de una serie de artículos que se publicaron en esta revista durante 2020 y que procuraron realizar un análisis sistemático de la evolución de las actitudes, intenciones y comportamiento emprendedor de hombres y mujeres en Uruguay, en el período 2006-2018, a partir de los datos del GEM Uruguay.

En el primero de los artículos introdujimos los conceptos y definimos la actitud como una creencia u opinión que tiene un componente evaluativo. Su papel es impulsar (o no) a la acción, así como orientarla. La intención es la predisposición a una conducta en particular, está más cerca de la acción que la actitud, en tanto ya se visualiza un comportamiento específico en unas circunstancias dadas. Por último, tenemos la acción propiamente dicha: el comportamiento. Las actitudes llevan a las intenciones, y estas a las acciones, pero no por ello debemos caer en explicaciones simplistas. Existen factores ajenos a las actitudes que condicionan las intenciones, y factores ajenos a estas que hacen lo mismo en relación con las acciones. Estas relaciones se ilustran en el Gráfico 1.

Gráfico 1 – Relación entre actitudes, intenciones y comportamientos

Analizamos las actitudes en los tres primeros artículos de la serie. Clasificamos las actitudes en dos grandes grupos. Por un lado, las que parten de la autopercepción del sujeto en alguna dimensión que tiene relación con la actividad emprendedora, por otro, las que parten de la percepción que el sujeto tiene de determinados aspectos del contexto.

En lo que refiere a las actitudes vinculadas a la autopercepción, encontramos que el miedo al fracaso entre las mujeres casi siempre ha sido superior al de los hombres, presentando una tendencia ascendente para ambos desde 2012-2013. En cuanto a la autopercepción de capacidades, la tasa masculina es establemente superior, tal como puede observarse en el Gráfico 2. En ambos casos hubo un salto importante en 2010, para luego presentar una tendencia descendente.

Gráfico 2 – Autopercepción de capacidades, por género

Fuente: Centro de Investigación Grant Thornton del IEEM

En cuanto a las actitudes vinculadas al contexto, el porcentaje de la población que dice conocer personalmente a un emprendedor ha caído en picada desde 2011, año con la tasa más alta; al mismo tiempo que las tasas de hombres y mujeres convergieron. La percepción de oportunidades para emprender en los próximos seis meses se ha mantenido estable, si bien la tasa masculina se encuentra unos 10 puntos por encima de la femenina. En ambos casos las tasas estuvieron en sus niveles máximos en el período 2008-2010. La deseabilidad de la carrera emprendedora ha caído sistemáticamente desde 2008, sin presentar diferencias entre hombres y mujeres, tal como se muestra en el Gráfico 3. Una caída similar se ha dado en la percepción del prestigio de la carrera emprendedora.

Gráfico 3 – Deseabilidad de la carrera emprendedora

Fuente: Centro de Investigación Grant Thornton del IEEM

En resumen, en la mayoría de las actitudes relevantes se dio un alto nivel en 2010-2011. ¿Qué es lo que sucedió en esos años? El PBI estuvo creciendo a tasas chinas en el período de 2006 a 2014, con una tasa máxima en 2010 de 7,8 % de crecimiento del PBI real. Este dinamismo de la economía impactó muy positivamente en la visión de oportunidades, en la prosperidad de los emprendimientos y en la percepción de un bajo nivel de dificultad al momento de lanzarse a emprender. Pero a la vez se observa un deterioro sistemático de la percepción del atractivo de emprender. Entendemos que el crecimiento sostenido del salario real sin gran impacto en el desempleo —que también fue alto en esa época— explica esa percepción. En términos relativos, emprender resulta menos atractivo cuando el trabajo dependiente brinda tan buenos frutos.

¿Cómo impactó la evolución de las actitudes en las intenciones y el comportamiento emprendedor? En el Gráfico 4 se observan las intenciones emprendedoras de los hombres, así como el comportamiento emprendedor en el período. Puede observarse un salto importante en las intenciones emprendedoras en 2010 y luego comienzan oscilaciones importantes. En 2011 se da un aumento en la tasa de actividad emprendedora, que luego se mantiene en un nivel más alto, a pesar de que no siempre las intenciones emprendedoras acompañaron esa estabilidad.

Gráfico 4 – Intenciones y comportamiento emprendedor femenino

Fuente: Centro de Investigación Grant Thornton del IEEM

En el Gráfico 5 se analizan las mismas variables para el caso de las mujeres. También se da aquí un crecimiento muy fuerte de las intenciones emprendedoras hasta 2011, para luego bajar y mantenerse bastante estables en torno al 20-25 %. Una cuestión muy relevante es que las intenciones emprendedoras masculinas en 2018 fueron 27,45 %, mientras que las femeninas 26,95 %, es decir, prácticamente iguales. La diferencia se da en las intenciones que se transforman luego en comportamientos emprendedores.

Gráfico 5 – Intenciones y comportamiento emprendedor femenino

Fuente: Centro de Investigación Grant Thornton del IEEM

Como conclusión se puede decir que existen indicios de que las condiciones económicas prevalentes inciden en las actitudes emprendedoras, en particular la tasa de crecimiento económico, el nivel salarial y la tasa de desempleo. Existen diferencias marcadas en algunas actitudes entre hombres y mujeres que es probable que estén asociadas a componentes culturales. Hay elementos que indican que esos factores culturales están revertiéndose, lo que ha permitido que las tasas de intención emprendedora converjan en los últimos años. Al momento de convertir esas intenciones en comportamientos emprendedores parece haber obstáculos diferenciales entre hombres y mujeres, en perjuicio de estas últimas. Esto indicaría la necesidad de sumar políticas diferenciales a la creación de políticas de carácter general que fomenten mayores niveles de intenciones emprendedores y una mayor conversión a la acción.

Autores

Responsable del GEM Uruguay y profesor de Economía Política en

Ph.D. en Gobierno y Cultura de las Organizaciones, Universidad de Navarra; máster en Dirección y Administración de Empresas, IEEM, Universidad de Montevideo; contador público, Universidad de la República (Uruguay); licenciado en Administración, Universidad de la República (Uruguay); GloColl, Harvard Business School.

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