Revista del IEEM
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De la recuperación a la expansión

Los datos oficiales publicados por el BCU indican que la economía uruguaya estaba en recesión previo a la irrupción del coronavirus.

A los economistas de todo el mundo les gusta decir a qué tipo de letra se parecen más las caídas y recuperaciones de las economías. Se dice que es una V cuando la actividad rebota y vuelve rápidamente al mismo lugar en el que estaba antes de una crisis. Se dice que es una U cuando la actividad queda un tiempo planchada en el piso y demora en resurgir con fuerza. Se dice que es una W cuando se prevé que haya una nueva caída después de la recuperación.

Tengamos claro algo muy relevante: en el mejor de los casos, con una recuperación en forma de V en el segundo semestre, volveríamos a una economía en recesión. Más que una V, lo que el país necesita es un tic de aprobado, en el que el trazo sigue ascendiendo luego del cambio de dirección. Por arte de magia no van a volver las condiciones que estimulen la inversión y permitan que la producción rebrote de forma tal que la recuperación se transforme en una expansión autosostenida.

Lo primero que hay que tener claro es dónde estamos parados. La economía del país no crece desde fines de 2014. La inversión local y extranjera viene en declive desde 2015, en gran parte porque la suba de costos e ineficiencias se han llevado toda la rentabilidad. Más allá de las obras asociadas a la nueva planta de celulosa, no es fácil encontrar un sector que pueda empujar a la economía para retomar el crecimiento vigoroso de la actividad productiva.

En el mejor de los casos, con una recuperación en forma de V en el segundo semestre, volveríamos a una economía en recesión.

Sin olvidar el gran aporte de otros sectores que fueron y son dinámicos, no se puede desconocer que Uruguay tiene ventajas comparativas en recursos naturales que, potenciados por el desarrollo del sector de la tecnología de la información, se traducen en oportunidades de expansión en el sector turístico y en el agro. En ambos casos, no ayuda el encarecimiento relativo del país en relación al resto del mundo y especialmente con respecto a la región.

En 2019, el turismo fue el principal sector exportador del país. El 15 % del total de exportaciones de bienes y servicios de Uruguay fue explicado por el ingreso de visitantes al país. El top cinco se completa con la carne, la celulosa, la soja y los lácteos, que explicaron el 13 %, 11 %, 7 % y 5 %, respectivamente, del total de exportaciones de bienes y servicios del país.

Según datos del Ministerio de Turismo, el aporte del sector a la economía es de una magnitud muy relevante: su contribución alcanzaba el pico de casi 9 % del PBI en 2017 y era responsable directo del 6 % de los puestos de trabajo del país. Naturalmente, el impacto es mayor si se le suman los impactos indirectos e inducidos que genera el sector al interactuar con el resto de la economía.

No ayuda el encarecimiento relativo del país en relación al resto del mundo y especialmente con respecto a la región.

El sector turístico fue, sin dudas, uno de los más golpeados por la pandemia global. En la medida en que las condiciones sanitarias lo permitan, las Naciones Unidas apoyan el reinicio responsable del turismo, que debe gestionarse con el foco puesto en la salud pública como la principal preocupación.

En este marco global, tenemos una oportunidad única de transformar nuestro turismo de cabotaje —casi el 90 % de los visitantes llegan usualmente de Argentina y Brasil— en turismo global. El ministro de Turismo presenta el programa: “Punto sano a punto sano”, con el foco en la atracción de turistas provenientes de Europa. El MSP estudia los protocolos sanitarios necesarios y el aeropuerto se prepara para establecer controles estrictos. Existen varias aerolíneas del resto del mundo que presentan su interés en volar a Uruguay.

En el agro también hay esperanzas de encontrar un sector que apuntale la recuperación de la economía. En las condiciones actuales, no todos los sectores tienen el mismo potencial ni tamaño para empujar fuerte. La mira está puesta en la carne.

Uruguay exporta anualmente alrededor de USD 2000 millones de carne y subproductos (4 % del PBI) con una producción total que en volúmenes se mantiene estable desde 2006. La mitad de la carne uruguaya es exportada a China, 20 % va a EE. UU., 15 % a Europa, y el resto se reparte entre varios destinos entre los que destacan Brasil, Israel y Rusia.

En este marco global, tenemos una oportunidad única de transformar nuestro turismo de cabotaje —casi el 90 % de los visitantes llegan usualmente de Argentina y Brasil— en turismo global.

Las perspectivas de consumo de carne en China son de un crecimiento tendencial sostenido. El sector no se puede dar el lujo de perder USD 120 millones por año —que se van en aranceles— por no tener mejores condiciones de acceso. Mercados como Japón y Corea son muy relevantes para ampliar las exportaciones, en la medida en que se mejoren las condiciones de ingreso. Los aranceles son draconianos y muy dañinos cuando nuestros competidores directos (como Australia) no los pagan. El mundo árabe tiene gran potencial y estamos en condiciones de ingresar con fuerza. Todo Asia —que hoy representa el 50 % de las importaciones de carne del mundo— está en el radar del sector. También habrá que buscar la forma de mejorar las condiciones de ingreso a EE. UU.: el 26 % de arancel por fuera de cuota es prohibitivo. Con la Unión Europea, gran parte del partido está jugado en el acuerdo con el Mercosur y hay que esperar.

En un mundo demandante de proteínas, la carne es claramente uno de los sectores que puede pedalear para sacar al país del estancamiento que arrastra desde hace años. Tenemos condiciones naturales, conocimiento acumulado e inversiones hechas a lo largo del tiempo para ser optimistas. Sin embargo, para que la carne pueda impulsar el crecimiento del Uruguay habrá que aceitar los incentivos a lo largo de toda la cadena.

Tanto en el sector del turismo como en el de la carne, la oportunidad para crecer existe. No se puede negar. Pero en ambos casos será necesario generar las condiciones para que sea posible. Para que la salida de la recesión se pueda transformar en el comienzo de un nuevo ciclo expansivo —pasar de la V al tic de aprobado— es necesario y urgente impulsar una amplia agenda de reformas procompetencia y proinversión que el país tiene pendientes hace rato.

Autor

Profesor de Economía en

PhD en Economía, Universidad de San Andrés (Argentina); máster en Economía, Universidad de Chicago; Programa de Alta Dirección, IEEM, Universidad de Montevideo; licenciado en Economía y Analista en Contabilidad y Administración, Universidad de la República (Uruguay); GloColl, Harvard Business School.

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