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Emprendedores y emprendedoras uruguayos: actitudes e intenciones (Parte IV)

Con esta columna comenzamos a cerrar un ciclo en el que exploramos las actitudes asociadas a la actividad emprendedora. Las actitudes predisponen e impulsan a las personas a determinados comportamientos. Y, junto a otros factores, se traducen en intenciones. Puedo tener la predisposición a usar el transporte colectivo. Si tengo que ir al trabajo esa predisposición se puede transformar en la intención de tomarse un ómnibus cuando salga de mi casa. Sin embargo, cuando llego a la parada y veo a las personas hacinadas en el ómnibus opto por tomarme un taxi. En este caso, existieron factores que permitieron que la actitud se transformara en intención (el tener que ir a trabajar) y otros factores que conspiraron en que las intenciones se tradujeran en comportamientos (el riesgo sanitario de tomarse un ómnibus con los pasajeros hacinados). El proceso se ilustra en el Gráfico 1.

Gráfico 1 – Relación entre actitudes, intenciones y comportamientos

Como comentamos en las columnas anteriores, esto mismo puede suceder en materia de emprendimiento. Por ejemplo, puedo tener una predisposición a emprender y en determinado momento identifico que existe una oportunidad interesante para ello, lo que me lleva a tener la intención de emprender. El problema que puede darse es que no cuente con el capital suficiente para hacerlo. Esto llevaría a que el comportamiento resultante no sea determinado por la intención, sino por el contexto.

En síntesis, tenemos dos tipos de problemas distintos al momento de predecir la actividad emprendedora. El primer tipo de problemas es identificar cuáles son las actitudes que efectivamente inciden en las intenciones emprendedoras. El segundo tipo está vinculado a otros factores que puede inhibir la traducción de actitudes en intenciones, y de intenciones en comportamientos emprendedores.

En esta columna resumiremos los hallazgos basados en los datos del GEM para Uruguay con relación al primer tipo de problema.

En esta serie agrupamos las actitudes en dos grupos: basadas en autopercepciones y basadas en la percepción del contexto.

 

Actitudes basadas en autopercepciones

Dentro del primer grupo medimos el miedo a fracasar y la autopercepción en cuanto a las habilidades, destrezas y conocimientos que requiere el emprender. ¿Cuáles son las hipótesis en cuanto a la relación entre estas actitudes y la intención de emprender? Hemos formulado las siguientes:

  • Cuando mayor sea el miedo a fracasar, menor será la intención de emprender de la persona.
  • Cuando mayores sean las habilidades, destrezas y conocimientos para emprender que la persona tenga, mayores serán las intenciones para emprender.

Podemos clasificar esas actitudes en dos grandes grupos. Por un lado, las actitudes que parten de alguna autopercepción del sujeto en alguna dimensión que tiene relación con la actividad emprendedora. Por otro lado, tenemos actitudes que parten de la percepción de determinados aspectos del contexto.

En las entregas previas vimos que el comportamiento en cuanto al miedo a fracasar ha seguido una evolución razonablemente similar entre hombres y mujeres, siendo mayor el miedo a fracasar entre las mujeres. También es razonablemente similar a la autopercepción de capacidades, teniendo los hombres un nivel de autopercepción más alto. En esta ocasión tomaremos el indicador sin distinguir el género, y como indicador de intenciones tomaremos las respuestas afirmativas a la siguiente pregunta que se formuló a los encuestados: ¿Tiene usted de intención, solo o con otros, de iniciar un nuevo negocio de cualquier tipo dentro de los próximos tres años? La evolución del indicador de intenciones y de los dos indicadores de actitudes se presentan en el Gráfico 2.

Gráfico 2 – Intenciones emprendedores, miedo al fracaso y autopercepción de capacidades

Fuente: Centro de Emprendimiento del IEEM/GEM Uruguay

Puede observarse que las intenciones emprendedoras estuvieron aumentando hasta 2011, cayeron abruptamente en 2012 y luego se mantuvieron más o menos estables en 30 %.

La autopercepción de capacidades también estuvo aumentando hasta 2010, cayendo abruptamente en 2011, para mantenerse luego estable en 60 %.

El miedo al fracaso viene subiendo desde 2013. En 2011 tuvo el segundo nivel más alto en todos los años de los que se dispone de información.

Estos resultados son consistentes con el hecho de que una mayor autopercepción de capacidades genera mayores intenciones emprendedoras. En lo que refiere al miedo al fracaso, los datos no respaldan la hipótesis de partida. Por el contrario, tenemos, por ejemplo, lo que sucedió de 2010 a 2012. El miedo al fracaso subió y también subieron las intenciones emprendedoras, y al año siguiente ambas variables bajaron.

Los datos respaldan, pues, la hipótesis de que una mayor autopercepción de capacidades para emprender lleva a un incremento de las intenciones emprendedoras.

Hay un tema importante al que ya hemos hecho referencia y es que la autopercepción de capacidades muestra variaciones muy importantes de un año a otro. Por ejemplo, este indicador bajó de 73,30 % en 2013 a 61,06 % en 2014. Las capacidades no desaparecen de un año a otro, por lo que es probable que la autoevaluación de capacidades esté basada en las condiciones prevalecientes. Dicho de otra forma, una misma persona que en el año cero, en un entorno de crecimiento estable, percibe que es relativamente sencillo emprender, cambia de percepción en el año uno cuando pasa a haber un entorno económico adverso.

Para analizar esta hipótesis hemos elaborado el Gráfico 3. Allí se presenta el índice de capacidades autopercibidas y la variación del PBI real. Puede observarse que existe una evolución bastante similar para ambas variables.

Gráfico 3 – Autopercepción de capacidades y tasa de variación del PBI real (2006 base 100)

Fuente: Centro de Emprendimiento del IEEM/GEM Uruguay

Conclusiones

No puede descartarse la hipótesis de que las intenciones para emprender puedan aumentar cuando aumenta la autopercepción de capacidades para emprender. Tampoco puede descartarse la hipótesis de que esa autopercepción de capacidades está influenciada por las condiciones del entorno económico. En una economía dinámica, las personas pasan a ser menos exigentes consigo mismas al momento de determinar si poseen las habilidades, destrezas y conocimientos que el emprender exitosamente requiere.

Autores

Responsable del GEM Uruguay y profesor de Economía Política en

Ph.D. en Gobierno y Cultura de las Organizaciones, Universidad de Navarra; máster en Dirección y Administración de Empresas, IEEM, Universidad de Montevideo; contador público, Universidad de la República (Uruguay); licenciado en Administración, Universidad de la República (Uruguay); GloColl, Harvard Business School.

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