Revista del IEEM
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Guerra comercial con China: problemas a corto plazo, posibilidades a largo plazo

El 2018 ha estado marcado por la guerra comercial que enfrenta a los EE. UU. de Trump con varios otros bloques comerciales: la Unión Europea, sus socios del Nafta y, principalmente, la segunda economía mundial, la China de Xi Xinping que, de acuerdo con varias proyecciones, podría superar a EE. UU. como mayor economía mundial antes de 2050.

En el caso particular del conflicto generado entre EE. UU. y China, los efectos para Uruguay son muy importantes. De un lado está el mayor exportador de alimentos del mundo y, del otro, el mayor importador. El comercio de alimentos es crucial para la economía uruguaya ya que, junto a los textiles y la madera, abarcan más del 70 % de las exportaciones del país.

China se ha convertido en esta década en el principal comprador de carne uruguaya, ha estado detrás del desarrollo de la soja en la región, tiene un protagonismo creciente en las exportaciones uruguayas de carne ovina y podría ser el gran cliente para los lácteos en los próximos años.

El proceso de sanciones y represalias mutuas comenzó con EE. UU. castigando al aluminio y al acero de China, al considerarlos producto de una situación de dumping. Una carga arancelaria que generó la imposición de aranceles a EE. UU. por parte de China para carne y soja en 25 %.

En principio, para la carne y la soja del Mercosur se trata de una buena noticia. Pero el tema es más complejo. En el caso de la carne, la participación de EE. UU. ya era bastante reducida y la competencia por el mercado es básicamente entre Oceanía y el Mercosur.

El foco de la guerra comercial y su impacto está más ubicado en el comercio de la soja. La decisión de Trump y la represalia de China determinaron una fuerte caída del precio de la oleaginosa en Chicago. Y Chicago es la referencia de precios con la que se ha trabajado históricamente a nivel mundial. El precio en Uruguay se conforma en base a una prima, es decir, el diferencial que tiene el precio en Chicago con, por ejemplo, Nueva Palmira: el puerto por el que más soja de exportación sale del país.

Al momento de escribir esta columna se espera una nueva escalada de sanciones. El castigo impuesto por EE. UU. —inicialmente por USD 50 000 millones— se llevaría a USD 200 000 millones. El precio de la soja ofrecido (cosecha de 2019) está entre USD 310 y USD 315 por tonelada y, por ahora, no capta un premio que privilegie el origen Mercosur sobre el estadounidense. En este contexto, los productores uruguayos parecen víctimas del fuego cruzado de una guerra comercial en la que no tienen arte ni parte.

Por otra parte, EE. UU. viene logrando en los últimos años cosechas extraordinarias de maíz y soja que presionan al mercado internacional y la administración Trump ha decidido compensar monetariamente a los agricultores por las pérdidas que genera el conflicto.

En el mediano plazo, lo lógico es que el prestigio del país como proveedor confiable de alimentos se vea acrecentado por no participar de estos conflictos. Pero esa será una tarea de mediano plazo que obligará a discutir qué se puede y qué no en el marco del Mercosur. En el corto plazo, no se perciben beneficios y sí un aumento fuerte del riesgo que pone a la soja ante una zafra decisiva.

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