Revista del IEEM
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Industria audiovisual: sector con futuro

La industria audiovisual se mueve. Es cada vez más común cruzarse con la filmación de películas, series, documentales o piezas de publicidad en cualquier punto de Montevideo.

Para su desarrollo, la producción audiovisual necesita equipos multidisciplinarios con guionistas, escritores y compositores, camarógrafos, escenógrafos, electricistas, vestuaristas, constructores de set, entre otros. En Uruguay hay unas 500 empresas del sector y emplean a casi 10 000 personas.

Previo a la pandemia, la industria había logrado duplicar la producción local en una década. Y el año 2020 fue especial. En plena emergencia sanitaria, varias producciones internacionales escogieron a Uruguay como destino para sus rodajes. Mientras las restricciones de movilidad afectaron al sector en todo el mundo, la relativa normalidad, la estructura de incentivos oficiales y la experiencia de productoras locales, permitió que películas y series pudieran rodarse en Uruguay.

Un reciente estudio de CERES concentrado en la industria audiovisual presenta evidencia de que los puestos de trabajo que se generan en el sector son sostenibles en el tiempo, porque tienen proporcionalmente menor riesgo de automatización.

Si se sigue la metodología desarrollada en la Universidad de Oxford para computar la facilidad de automatización de los puestos de trabajo existentes, el empleo en la industria audiovisual luce atractivo y sustentable en el tiempo. El riesgo de automatización de estos empleos (la probabilidad de que su trabajo sea sustituido en el futuro por una máquina) es bastante menor al promedio general. Esta metodología mide el riesgo de que un empleo sea fácilmente automatizable con base en la combinación de las tareas requeridas para llevarlo a cabo. Los empleos que requieren mayor proporción de percepción y manipulación, inteligencia creativa y empatía a la hora de ejecutarse correctamente son los que tienen mejores perspectivas.

En el caso de la industria audiovisual, varios de los empleos que tienen menor posibilidad de automatización son exclusivos del sector, como directores de cine y fotógrafos, locutores y periodistas. Otros empleos que se generan en la industria, que no son específicos del sector, también son sostenibles en el tiempo. Ejemplos de ellos son diseñadores gráficos y multimedia, administradores de sistemas, representantes comerciales, desarrolladores de software y electricistas de obras y afines.

Si se sigue la metodología desarrollada en la Universidad de Oxford para computar la facilidad de automatización de los puestos de trabajo existentes, el empleo en la industria audiovisual luce atractivo y sustentable en el tiempo.

El sector audiovisual tiene condiciones para crecer por estar posicionado internacionalmente como un destino atractivo, confiable, con recursos, equipos y mano de obra preparada para realizar producciones de primer nivel.

La posibilidad de rodar en diferentes locaciones a cortas distancias y de forma segura son factores esenciales que nos diferencian de nuestros vecinos. Uruguay es un país que posee las cuatro estaciones bien diferenciadas, con una vasta cantidad de paisajes —ciudad, campo, playa, entre otros— y de riquezas arquitectónicas semejantes a países europeos, con lugares históricos y modernos. El país se diferencia de Argentina y Brasil por la corta distancia entre locaciones, lo cual permite acceder a diferentes escenarios en menor tiempo, y la seguridad en términos institucionales y físicos.

La disponibilidad de infraestructura específica destinada a la producción audiovisual ha mejorado, y puede seguir mejorando, con proyectos ambiciosos en Punta del Este. La conectividad de Internet es relevante para el sector y, dentro de Latinoamérica, Uruguay está entre los países con mayor velocidad de descarga de la región.

En las entrevistas realizadas con operadores del sector, surgió que entre los principales motivos por los cuales las plataformas decidieron elegir a Uruguay estuvo la evidencia de que la pandemia no mostraba las mismas dificultades para rodar que en otros países de la región. A su vez, siempre es esencial la viabilidad económica de los proyectos, y con costos altos en dólares como tiene Uruguay respecto a la región, ha sido clave el Programa Uruguay Audiovisual (PUA) y medidas promocionales, que mejoran la competitividad.

La disponibilidad de infraestructura específica destinada a la producción audiovisual ha mejorado, y puede seguir mejorando.

Por lo tanto, en la pospandemia no solo serán necesarios los programas de apoyo y el compromiso de garantizar una excelente calidad a las plataformas, sino que también habrá que aportar un valor agregado extra, que marque la diferencia con otros países.

Si bien se entiende que los técnicos en Uruguay tienen excelente capacidad, la formación específica se adquiere mediante la experiencia, y no solo a través de la educación formal. En efecto, se detecta una necesidad del sector audiovisual de contar con mayor oferta de mano de obra técnica y especializada, un fenómeno que se profundizó con el aumento de las prestaciones de servicios de producción en 2020.

En la pospandemia habrá que aportar un valor agregado extra, que marque la diferencia con otros países.

En este sentido, la educación tiene un papel esencial, en especial ahora que la mano de obra especializada es altamente demandada. Existe la necesidad de redoblar esfuerzos en este plano, y si bien hay cursos y carreras en el área, la experiencia fue el principal motor de recursos humanos para calificarse. Algunas productoras desarrollaron programas de capacitación para ampliar la oferta laboral y así suplir las urgencias actuales.

Lo oportunidad existe; lo necesario para sostener el crecimiento es realizable. El apoyo vale la pena porque el empleo que genera es sustentable. Uruguay tiene los elementos necesarios para posicionarse internacionalmente como destino confiable, con recursos, equipos y mano de obra preparada para grandes producciones. Por eso, el país tiene en el sector audiovisual una industria con futuro.

Autor

Profesor de Economía en

PhD en Economía, Universidad de San Andrés (Argentina); máster en Economía, Universidad de Chicago; Programa de Alta Dirección, IEEM, Universidad de Montevideo; licenciado en Economía y Analista en Contabilidad y Administración, Universidad de la República (Uruguay); GloColl, Harvard Business School.

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