Revista del IEEM
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La voz de Carlos Steneri

“Como en todo proceso de cambio, habrá ganadores y perdedores, por lo cual la sociedad debe buscar la forma de atemperar esa transición”

Carlos Steneri | Economista

Nueva normalidad

La nueva normalidad está acelerando cambios que se venían insinuando desde hace tiempo. La ejecución de actividades a distancia forzada por la pandemia demostró no solo su viabilidad operativa, sino también la generación de ahorros tanto para el empleado como para la empresa. Esta realidad ha llegado para quedarse, demostrando que puede abarcar áreas tan diversas como la telemedicina, pasando por la educación a distancia, hasta la oferta de servicios comerciales o la ejecución de actividades financieras complejas con altos niveles de seguridad. Ante su propagación, se generarán efectos de segundo orden, tales como la desconcentración geográfica de actividades, caídas en la demanda de espacios comerciales u oficinas y el consiguiente cambio en las formas de interrelación social entre los participantes de ese nuevo proceso. Y como en todo proceso de cambio, habrá ganadores y perdedores, por lo cual la sociedad debe buscar la forma de atemperar esa transición, aunque la historia muestra que su saldo neto sobre el bienestar es positivo.

La nueva normalidad también demuestra que los alimentos mantienen intacta su demanda externa. Para Uruguay, implica saber que tiene un puntal estable sobre el cual apoyar su crecimiento futuro. Ante ello, el Estado deberá facilitar lo necesario para mejorar su productividad de modo de potenciar su capacidad exportadora. Por último, se constató que en nuestra sociedad hubo la capacidad suficiente para adaptarse a esta nueva realidad laboral, lo cual constituye un capital intangible cuya utilización debiera intensificarse en busca de un mayor bienestar general.

 

Inflación y dólar

La flotación del tipo de cambio es el mejor amortiguador de los shocks, en este caso la pandemia. Su cotización actual responde a ese criterio, resultante de fuerzas domésticas y externas. Esto último depende mayoritariamente de la situación regional, que últimamente muestra alta volatilidad. La autoridad monetaria solo debe intervenir para peinar sus oscilaciones bruscas, pero es inconducente que lo haga para modificar su nivel.

Como es sabido, la evolución del tipo de cambio es una de las determinantes del índice de precios. En una transición como la actual es difícil proyectar su verdadero impacto y menos su cotización, pues la contracción económica genera a su vez deflación. De todos modos, estimamos que el índice de precios en lo que resta del año estará por debajo de la variación del tipo de cambio

 

Proyecciones

La caída del PBI que ya venía decreciendo desde hace un quinquenio, estará entre -3,7 % y -4,0 % a fines de 2020. No es un mal guarismo, dadas las circunstancias mundiales y regionales, pero de todos modos lastrará el comportamiento de variables claves. La recaudación fiscal, apoyada fundamentalmente en el IVA, caerá en términos reales. También los aportes a la seguridad social y el Fonasa por el aumento del desempleo. Ambos factores aumentarán el déficit fiscal por encima de lo explicado por los gastos adicionales para combatir la pandemia. Aunque ocurra una salida de la crisis rápida, en forma de V, es poco probable que tenga la dimensión de la que hubo después de la crisis de 2002-2003. En aquel momento, el mundo entraba en una fase expansiva sin precedentes, que significó para Uruguay la recuperación rápida de un crecimiento también sin precedentes. Hoy la situación internacional es muy distinta, lo cual hace suponer que la recuperación será menos vigorosa que en nuestra crisis anterior.

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