Revista del IEEM
TOP

Las frustraciones del emprendedor exitoso

Cuando emprendemos nos sumergimos en el mundo de lo desconocido. Generalmente carecemos de historial de operaciones, con lo cual la planificación es una tarea que constantemente debemos revisar y ajustar a los diferentes aprendizajes que vamos adquiriendo. Siendo el proceso de levantamiento de capital una actividad compleja, que requiere de tiempo y, fundamentalmente, de mucha paciencia, el éxito del emprendedor en las primeras etapas radica en lograr validar la idea de negocio lo más rápido posible y al menor costo. Esto no solo genera confianza en el equipo emprendedor y aumenta su motivación, ya que comienza a ver luz al final del túnel, sino que también disminuye el riesgo y abre las puertas a potenciales inversores. Si todo marcha bien, el resultado es un circulo virtuoso en el que los emprendimientos de alto impacto, en los cuales la innovación es un aspecto clave, empiezan con la curva ascendente de crecimiento exponencial.

Pero ¿qué entendemos por validar una idea? Fundamentalmente, tener evidencia sólida de que lo que comenzó como un sueño emprendedor para resolver un problema de mercado, representa un negocio que puede transformarse en una compañía en funcionamiento que sea sostenible en el tiempo. A este proceso de descubrimiento, el mundo emprendedor le ha puesto nombre, emulando a la selección del jugador más valioso: MVP, que significa Mínimo Producto Viable. Aunque por simple lógica pareciera que siempre es un producto con funcionalidades básicas para interactuar con clientes dispuestos a asumir riesgos y adquirir nuevas tecnologías y soluciones —los famosos early adopters—, en el sentido riguroso de la definición no siempre lo es.

En realidad, representa un experimento que diseñamos para validar una determinada hipótesis. El objetivo es evaluar las creencias que tiene el emprendedor acerca de su idea, ponerlas a prueba y, si es necesario, pivotear para cambiar el rumbo. ¿Modificar la dirección o estrategia significa fracasar? Para nada, más bien implica aprender, capitalizar sobre la falsa creencia para tomar un camino que genere valor y permita como emprendedor capturar parte de este a través de un modelo de negocio. ¿A qué nos referimos con pivotear? Implica cambiar. Pero ¿en qué? Podría ser que creíamos que existía una determinada necesidad e identificamos otra. O que descubrimos funcionalidades del producto o servicios que se valoran más o menos, con lo cual redefinimos diseños. Cambios en la arquitectura del negocio en la que antes suponíamos que nuestros clientes eran consumidores finales, pero en realidad tenemos una oportunidad con empresas. O canales de distribución donde pensábamos vender a través de representantes de ventas y quizá lo más adecuado es utilizar Internet. Y así podríamos seguir enumerando muchas más.

¿Existen compañías exitosas que han sido creativas desde el punto de vista de la experimentación, más allá de un prototipo o versión beta como única opción? El fundador de Dropbox, Drew Houston, es un buen ejemplo de cómo utilizar la visualización como estrategia de validación, no solo de la idea, sino también de los fundamentos del modelo de negocio. Partiendo de la hipótesis de que un problema latente era compartir y sincronizar archivos, Houston hizo algo relativamente sencillo para entender si existía un mercado dispuesto a pagar por una herramienta que cubriera esta necesidad. Grabó un video corto en YouTube acerca de cómo funcionaría el producto una vez que estuviera listo, mostrando las interfaces e interacción en tiempo real desde su propia pantalla para ser entendido fundamentalmente por gente vinculada a la tecnología. Algo casero que representó bajos costos, ya que se apalancó en el diseño gráfico para simular la plataforma. Para ponernos en contexto de qué hito fundamental habían logrado, en ese momento el equipo de desarrolladores tenía una versión beta relativamente sencilla con únicamente 5000 usuarios con los que estaban interactuando. Luego del video, las suscripciones se dispararon a 75 000, una respuesta que permitió validar el interés de mercado, disminuir el riesgo del proyecto y atraer inversores para el desarrollo de una tecnología más robusta. Ni que hablar de toda la retroalimentación que recibieron de estos clientes dispuestos a suministrar información valiosa para potenciar el negocio y llevarlo a próximos niveles de maduración.

Llegado este momento cabe una reflexión acerca de cómo encarar el proceso emprendedor. Es indudable que hay que maximizar los espacios para ser receptivos, estar lo suficientemente abiertos para captar mensajes del mercado y reorientar las bases fundacionales de nuestro negocio. Es por esto que no sería demasiado descabellado concluir que, para ser exitosos como emprendedores, debemos mentalizarnos en admitir pequeñas frustraciones. La clave está en qué tan resilientes, flexibles y rápidos somos en la toma de decisiones para acelerar el proceso de descubrimiento, de forma tal que las pérdidas ocasionadas sean unas aceptables que no arrastren el proyecto a la ruina.

Autor

Postear un comentario