¿Cómo percibís la situación del país y la región ahora?

La economía global está atravesando una recesión profunda que tiene dos características distintivas: su origen y su resolución dependen de factores sanitarios —y, por tanto, extraeconómicos— y el “tratamiento” contra el virus genera un shock de oferta coordinado y global, una interrupción de la producción sin precedentes desde la Segunda Guerra Mundial.

¿Cuál es la magnitud de las consecuencias económicas de esta crisis?

La región no escapa a esta realidad y Uruguay tampoco. Estamos asumiendo que Uruguay también está atravesando una recesión en este momento y, si bien todavía desconocemos su duración y profundidad, podemos asumir que la caída de la actividad en marzo y abril será grande. Si la crisis sanitaria es corta, entonces habrá salida rápida y un rebote importante. Si se extiende en el tiempo, la salida será más lenta y rugosa, porque empresas y trabajadores de los sectores más afectados saldrán con una mochila pesada.

¿Hay oportunidades de crecimiento para Uruguay en este contexto?

En 2020, la actividad —en promedio— caerá y seguramente habrá consecuencias importantes sobre el empleo. Pese a este duro golpe, hay sectores que tienen oportunidades: las telecomunicaciones están creciendo, el e-commerce, las plataformas audiovisuales y los servicios de salud son algunos de estos ejemplos.

Hay otros sectores más golpeados por el distanciamiento social o por la retracción del consumo. Pero incluso dentro de esos sectores hay empresas que llegan mejor preparadas a este momento: aquellas que ya implementaban programas de teletrabajo y las que habían avanzado en digitalización o automatización de algunos procesos. Las empresas que funcionaban en modo analógico están teniendo más dificultades para adaptarse a esta nueva forma de trabajo y producción a distancia. Y se trata de una modalidad que podemos asumir que nos acompañará por un tiempo.

¿Qué similitudes y diferencias tiene esta crisis con crisis previas que ha atravesado el país y la región?

Por tratarse de una crisis sanitaria, por ser un shock de oferta y, además, un shock totalmente coordinado a nivel global, creo que es una crisis única en la historia de la economía de posguerra. La política económica tiene pocas herramientas para combatir un shock de oferta de este tipo: el turismo está paralizado y no hay nada que los gobiernos puedan hacer, salvo encontrar una cura o un tratamiento para el virus.

Lo que los gobiernos sí pueden hacer es evitar que esta crisis sanitaria, que debería ser transitoria, tenga efectos permanentes sobre la solvencia de las empresas, el empleo y el bienestar de la población.

Por todo lo anterior, esta crisis es una gran amenaza económica y social. Por eso los gobiernos están reaccionando en forma agresiva. La economía global entró en modo de guerra y los gobiernos toman medidas de emergencia. Medidas de una agresividad y una potencia sin precedentes en los últimos 70 años.