Revista del IEEM
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“Somos aquello que buscamos; nuestras metas vitales determinan la calidad de nuestra vida”

Pablo Maella

Socio director de Maella & Partners y Senior Lecturer del IESE Business School

Partiendo de que nadie da lo que no tiene, ¿qué es clave para que una persona pueda gestionar su desarrollo profesional?

El desarrollo profesional es solo una parte de algo que considero mucho más importante que es el desarrollo personal. Si nos desarrollamos personalmente, entonces ya nos estamos desarrollando profesionalmente. Una persona que logra su mejor versión como ser humano, implica que al mismo tiempo ha logrado su mejor versión como profesional.

Por ejemplo, si somos responsables en nuestras actividades personales, también lo seremos en nuestras ocupaciones profesionales, o si nos agobiamos con facilidad por los contratiempos que nos ocurren en nuestro ámbito privado, también nos agobiaremos ante las adversidades profesionales.

Con respecto a la pregunta de cuál es la clave para el desarrollo de una persona, es quererlo, pero quererlo de verdad. Y quererlo de verdad no es solo desearlo, es ante todo estar dispuestos a hacer los esfuerzos necesarios para conseguirlo. Si trabajamos con constancia para alcanzar nuestra mejor versión, sin duda que la lograremos. Por el contrario, si afrontamos el reto de nuestro desarrollo sin espíritu de lucha, sin compromiso con el esfuerzo, no desarrollaremos nuestro potencial.

Por otra parte, hay que ser conscientes de que por mucho que nos desarrollemos, nunca seremos perfectos. En tanto que seres humanos, somos imperfectos y limitados, tenemos puntos fuertes y débiles, cometemos errores y a veces nos comportamos como verdaderos estúpidos. No puede ser de otra manera. Si fuéremos perfectos, no seríamos personas, seríamos como dioses, y no lo somos. Esto implica que por mucho que trabajemos en nuestro desarrollo, nunca conseguiremos la perfección, pero sí que podemos aspirar a nuestra mejor versión, y eso ya es mucho.

 

¿Qué debemos incorporar para poder automotivarnos y no depender de motivaciones externas?

El entorno externo siempre incide en nuestra motivación. No es lo mismo trabajar en una empresa con un buen ambiente laboral y que facilita el desarrollo de sus empleados, que en otra en la que el ambiente es tenso y competitivo. Pero las actitudes internas, es decir, el cómo nosotros afrontamos lo que nos pasa en nuestro entorno es un factor que acostumbra a determinar más nuestro nivel de motivación que los aspectos externos.

Para desarrollar nuestra automotivación, lo principal no es hacer lo que nos gusta o apetece, sino dar un sentido a lo que tenemos que hacer, porque si realizamos tareas a las que no encontramos sentido, difícilmente vamos a poder estar motivados. Un camarero tiene la responsabilidad de atender a los clientes. Si entiende que con su trabajo puede contribuir al bienestar de las personas, estará más motivado que quien piense que solo está allí para servir cafés a personas que no le importan nada.

Otra actitud que nos ayuda a estar motivados es evitar la queja sistemática. Quien se queja por todo, envenena su espíritu y no deja florecer lo mejor de sí mimo. Afrontar los problemas con proactividad, sin dejarse arrastrar por ellos, también nos ayuda a estar más motivados.

 

Sin un destino claro es difícil trazar el camino, ¿qué rol juega el propósito?

Quien no sabe a dónde va, difícilmente llegará. Quien no tiene una meta, no puede encontrar un camino para alcanzarla. Quien no tiene un camino, deambula desorientado y se encuentra perdido. Por eso, tener una meta es básico para poder vivir y vivir con sentido. Quien no tiene metas no vive, sobrevive, existe, pero no puede vivir en plenitud.

«Quien no tiene metas no vive, sobrevive, existe, pero no puede vivir en plenitud».

Hay que señalar que no se trata solo de tener metas. Se trata de que nuestras metas valgan la pena. Somos aquello que buscamos. Nuestras metas vitales determinan la calidad de nuestra vida. Si nuestros objetivos consisten únicamente en ganar más dinero, o en tener más poder, tendremos una vida mediocre. Sin embargo, si nuestras metas son trascendentales, es decir, son metas que buscan el bien para nosotros, pero también para los demás, viviremos una vida plena. A esas metas trascendentales las llamo propósito.

Cada uno tiene que desarrollar su propio propósito, y con frecuencia no resulta fácil, pero vale la pena poner el esfuerzo y la paciencia necesarios para desarrollarlo, porque como acabamos de decir, sin propósito difícilmente podremos llevar una vida plena.

Lo que definamos como propósito es cosa de cada uno. Hay quien centra su propósito en mejorar la vida de las personas que le rodean, hay quien lo hace en servir a la sociedad mediante su trabajo, otros en proteger a la naturaleza o en ayudar a los desfavorecidos. Lo importante es tener un propósito y trabajar para lograrlo.

 

¿Qué significa el “hedonismo psicológico” y de qué forma impacta en nuestra vida?

El hedonismo psicológico es un concepto que descubrí a través de la profesora de Harvard, Sonja Lyubomirsky, según el cual tendemos a acostumbrarnos a lo que somos y tenemos, dejamos de valorarlo, y empezamos a desear más y más. Iniciamos así un círculo vicioso, en el que nos deja de satisfacer lo que hemos conseguido, y pensamos que conseguir nuevas metas nos va a proporcionar esa satisfacción que ahora no tenemos. El hedonismo psicológico representa una trampa mortal que nos lleva a estar insatisfechos con lo que tenemos y a querer siempre más.

Para atajar ese círculo vicioso hay que valorar y agradecer lo que tenemos, lo que somos, y lo que hemos conseguido. También, por otro lado, tener deseos y anhelos de nuevas metas y logros, pero nunca convertirlos en necesidades, es decir, en algo que nos frustre si no lo conseguimos.

 

¿Cuáles son los ocho principios para lograr el crecimiento personal y profesional que explicaste en la Asamblea anual de Antiguos Alumnos del IEEM?

Los ocho principios que, si los seguimos, nos ayudarán a desarrollar nuestra mejor versión, a vivir una vida plena y feliz y a hacer del mundo algo mejor son:

Acepta la imperfección de la vida, la de los demás y la tuya propia. La vida no siempre es justa y todas las personas cometemos errores. Quien tiene la expectativa de que todo tiene que salir bien, y de que las personas tienen que actuar siempre razonablemente, va a vivir permanente frustrado, y la frustración no es compatible con la plenitud.

«Las personas humildes, que son las que tienen la suficiente fortaleza para no dejarse dominar por sus egos, son las que alcanzan la plenitud».

Desembarázate del orgullo de tu ego y vive con humildad. Todos tenemos ego, y con frecuencia el ego es el que gobierna nuestras vidas. Si le hacemos mucho caso a nuestro ego, nos convertimos en egoístas y soberbios. Y así no podremos vivir una vida plena. Sin embargo, las personas humildes, que son las que tienen la suficiente fortaleza para no dejarse dominar por sus egos, son las que alcanzan la plenitud.

Libérate de la presión de los demás y empieza a vivir con libertad. Vive según tus valores. No te dejes manipular. Sé valiente, y no renuncies a lo que eres para acomodarte a lo que a otros les convenga que seas. Quien de verdad te quiere, respeta cómo eres.

Dale un sentido a tu vida y no vivas como un zombi. Ya hice referencia a este punto cuando hablé del propósito.

Vive con pasión y alegría y evita vivir a la defensiva. Pon tu foco en conseguir, más que en conservar y mantener. Dedica tus esfuerzos y energías a conquistar nuevas metas, más que a defender lo que ya has logrado. Si lo haces, vivirás con pasión, alegría e ilusión.

No te agobies y libérate de la necesidad de controlarlo todo. Nos guste o no nos guste, hay cosas que no podemos controlar. Cuando no lo aceptamos, e intentamos tenerlo todo bajo control, lo único que conseguimos es agobiarnos. Y agobiados y estresados no vamos a poder vivir en plenitud.

Relaciónate con los demás con generosidad, amor y bondad. La vida son relaciones, y, según sea la calidad de nuestras relaciones, así será la calidad de nuestra vida. Las relaciones con base en la generosidad, y que buscan el bien de los demás, son las que nos conducen a la plenitud. El día que entendamos que hay más gozo en dar que en recibir, se transformará radicalmente nuestra vida.

Reacciona ante la adversidad con fortaleza y esperanza. Siempre vamos a experimentar contratiempos. No puede ser de otra manera. La clave está en cómo los afrontamos. Si lo hacemos con espíritu de víctima, viviremos en la mediocridad, pero si los afrontamos con fortaleza y la esperanza, saldremos reforzados de la adversidad y viviremos en plenitud.

Hemos nacido para vivir una vida plena y satisfactoria, para dejar huella y transformar nuestro entorno. No hemos nacido para vivir en la mediocridad. Nuestro destino natural es la grandeza. Estamos aquí para vivir a lo grande, no para subsistir como podamos hasta el día de nuestra muerte. Si seguimos los ocho principios antes descritos, nos desarrollaremos como personas y alcanzaremos la plenitud. Vale la pena intentarlo con determinación. Solo depende de nosotros. Ganaremos una vida, la única que tenemos.

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