Sos ingeniero en telecomunicaciones, trabajabas como tal, y tomaste la decisión de crear Balsa & Asociados, ¿cuál fue el motivo que te llevó a cambiar por completo tu trayectoria profesional?

Siempre me gustaron las matemáticas y la física, y por eso elegí esa carrera, pero nunca llegué a ejercer como ingeniero en un sentido estricto. Primero abrí una empresa de informática, porque en ese momento entendía que el mercado iba por ahí. Nos dedicábamos al cableado estructurado y temas propios de telecomunicaciones, pero de a poco fuimos mutando.

En un momento, mi cuñado, que trabajaba con los barrios privados, me ofreció un terreno en el country Colinas de Carrasco. Yo estaba muy afianzado en Pocitos, y pensaba que nunca me iba a ir de ahí, pero me pareció una buena oportunidad de inversión. Compré, pero al poco tiempo el terreno se empezó a desvalorizar y tenía que encontrar una solución.

En ese momento yo estaba haciendo el MBA del IEEM y conocí a Nicolás Galotti, un compañero que venía de trabajar con countries de Argentina. Él me convenció de que Colinas era un diamante en bruto y había que recuperarlo. Me gustó la idea de diversificar, así que con él presentamos una propuesta a la administración. Empezamos comprando y vendiendo lotes, después construyendo casas, y así fuimos encontrando un modelo de negocios asociado a Canelones y los barrios privados. A los seis meses estaba dedicado 100 % a esto, y en cinco años terminamos metiendo aproximadamente 100 casas entre Colinas y otros barrios.

Pero lo que realmente me hizo dejar el mundo del software y redirigir mi carrera hacia los desarrollos inmobiliarios fue empezar a trabajar al aire libre y en un entorno natural. Ahí me di cuenta de que no quería estar todo el día encerrado en una oficina haciendo presupuestos y planificando cosas intangibles, y me replanteé todo. Fue un proceso de seis meses, hasta que finalmente tomé la decisión de vender mi parte en la empresa de informática y dedicarme a los negocios inmobiliario. Ahí mi vida empezó a cambiar.

¿Qué fue lo más difícil del cambio y qué fluyó de forma natural?

Lo más difícil fue tomar coraje y tirarme a una piscina que no sabía si tenía mucha, poca o nada de agua. Venía trabajando en software desde hacía 13 años y no conocía el rubro inmobiliario. Si bien estaba haciendo un MBA y, por ende, teniendo cursos de administración y gestión, la realidad es que no dejaba de ser un ingeniero, sabía poco de negocios. Lo que me llevó a dar el paso fueron esas ganas de cambiar mi forma de vida y estar más en contacto con la naturaleza.

Por otra parte, lo que me fluyó más natural fue que los desarrollos inmobiliarios son un rubro en el que todos los días hay un problema, y los ingenieros estamos entrenados para eso. No importa que seas ingeniero eléctrico, en telecomunicaciones o en sistemas, resolver problemas es la esencia de nuestra carrera.

En ese sentido se puede decir que la Ingeniería te acerca un método y una forma de pensar que después se replica en todos los órdenes, incluso en los negocios inmobiliarios. El desarrollador inmobiliario con formación de ingeniero tiene un abanico de posibilidades para resolver problemas, que te lleva al aprendizaje continuo.

¿Qué aprendizajes compartirías y qué consejo le darías a alguien que quiere darle un vuelco a su carrera profesional?

Algo que aprendí a lo largo de mi carrera es que lo barato sale caro. Llevándolo al plano empresarial, si querés tener el mejor producto, tenés que tener a los mejores profesionales.

Al principio me pasó que a lo mejor buscaba colaboradores junior para formar, pero en definitiva yo también me estaba formando. En un momento hice un clic y entendí que la empresa necesitaba gente más capacitada que yo en lo específico, y capaz que hasta era necesario que ganara más que yo en determinado momento.

Esta mentalidad terminó generando un conjunto de líderes en diferentes áreas muy preparados para manejar el negocio. Fue un aprendizaje que me llevó algunos años, pero creo que transformó a Balsa & Asociados. Fue lo que me llevó de ser un emprendedor a tener una empresa con proyección.

Con respecto a los que quieren darle un vuelco a su carrera profesional, con base en mi experiencia les diría que, primero, nunca es tarde para cambiar, ya que el mundo es muy dinámico y lo será cada vez más. Segundo, en mi caso cambié de carrera por algo que me hacía feliz, y bajo ese concepto no vivo el trabajo como tal, lo disfruto.

¿De qué forma impactó en vos el dedicarte a desarrollar proyectos inmobiliarios desde una perspectiva sustentable?

Te diría que fue al revés, tomar una perspectiva sustentable en mi vida fue lo que impactó en los proyectos inmobiliarios. Todo empezó con la pandemia. Hasta entonces yo no tenía ningún contacto con las prácticas y el estilo de vida sustentable. Ni siquiera reciclaba. Era un inconsciente incompetente en estos aspectos.

Durante la pandemia, junto a un grupo de amigos armamos la red CanastasUY para atender la emergencia alimentaria. Ahí entramos en contacto con Abito, una empresa tiple impacto que nos pidió para recoger cartón, plástico y demás residuos que se generaban en el armado de las canastas, para reciclar y vender a otras empresas. Ahí hice otro clic, y me di cuenta de que el reciclaje no es solo una cuestión de responsabilidad social, sino que se puede generar modelos de empresas sustentables y rentables.

Todo esto me llevó a cuestionarme un montón de cosas, tanto a nivel personal como profesional. De alguna manera empecé a asociar algunas cosas que estaban pasando en la pandemia con el egoísmo y la poca atención que le prestamos al cuidado del medio ambiente. Yo soy muy de mezclar la sensibilidad y las cosas que me pasan a nivel personal con los proyectos comerciales en los que participo, y en ese momento con Balsa & Asociados justo estábamos por lanzar Pilar de los Horneros, pero decidimos frenar el lanzamiento y rediseñar el proyecto, con el fin de ofrecer una nueva opción para aquellos que quieren cambiar su forma de vida.

Hoy Pilar es un modelo en materia de sustentabilidad, y los mismos principios aplicamos en La Juana, Carlotta y nuestros demás proyectos. Estamos en un proceso de mejora continua, y también buscamos que nuestros proveedores cambien su paradigma y apliquen estas prácticas. En mi cabeza, este proceso es como un hámster corriendo en una rueda, que se va alimentando y cada vez es más grande.

Hoy me siento en otro cuadrante, me siento un consciente incompetente en estos aspectos. Entiendo el problema y los riesgos de no actuar de forma responsable, pero soy consciente de que como empresa todavía tenemos mucho por mejorar. Apuntamos es a ser conscientemente competentes.

¿Qué te imaginás de tu trayectoria profesional de acá en adelante?

Balsa & Asociados es una empresa consolidada y valorada en el mercado, pero todavía nos queda mucho por recorrer. Eso me lleva a pensar en un rol directivo, no necesariamente como director general, pero sí como un integrante de un directorio. Creo que esta filosofía de buscar gente más capacitada que yo me va a seguir desafiando, al punto de encontrar a alguien más capaz que yo incluso en ese rol.

Soy muy inquieto y eso me lleva buscar cosas nuevas constantemente, por eso me cuesta definir dónde voy a estar dentro de diez años. De lo que sí no tengo dudas es de que me voy a dedicar solamente a proyectos que sean de triple impacto. Tengo muy claro que no me interesa participar en ningún proyecto que no tenga estas características.