Revista del IEEM
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“Con ciencia grande no hay país pequeño”

Elegí como título de esta columna unas palabras prestadas de Clemente Estable. La inversión en ciencia no es un gasto, es una inversión a futuro. Las estadísticas muestran, de forma clara, la correlación positiva existente entre la inversión en investigación y desarrollo (I+D) y el nivel de desarrollo humano de la sociedad. Aquellos países con mayor índice de desarrollo humano (IDH) invierten más del 1 % de su PBI en I+D. Si bien a nivel global la inversión en investigación y desarrollo registró un aumento del 19 %, este aumento lo explican solamente dos países: China y Estados Unidos, las dos mayores economías del mundo. En América Latina y el Caribe, a excepción de Brasil, ningún país supera ese umbral y, a contramano del mundo, la inversión entre 2015 y 2018 se redujo del 0,69 % al 0,62 % (Informe Mundial de la Ciencia 2022, UNESCO). En el caso de Uruguay, es claro que la ciencia nunca ha sido una prioridad. A pesar de las múltiples promesas electorales y de los compromisos asumidos por nuestros políticos, el presupuesto dedicado a la ciencia y tecnología nunca ha superado el 0,48 % del PBI (datos del Banco Mundial), lo que representa la cuarta parte del promedio mundial.

Si algo demostró la pandemia, fue la importancia de tener sistemas científicos tecnológicos consolidados, con recursos humanos formados y plataformas tecnológica actualizadas. Demostró que la ciencia estaba más cerca de la sociedad de lo que la misma sociedad creía. La ciencia como instrumento fundamental para mejorar nuestra salud, nuestros cultivos, nuestra producción ganadera. La ciencia como herramienta fundamental para entender los cambios que suceden a nuestro alrededor. En definitiva, la ciencia para mejorar el mundo en el que vivimos y evitar, frenar o reparar, de alguna manera, el daño que genera nuestra propia actividad. Continuar visibilizando, más allá de la pandemia, la ciencia y el trabajo que realizan los científicos resulta fundamental para afianzar su importancia en la sociedad, no solo a nivel económico y productivo, sino también a nivel social.

En esta visibilización es fundamental recalcar, también, el rol que juega la mujer. Porque la ciencia como la biología se beneficia de la diversidad, de la multiplicidad de opiniones, visiones y experiencias. A nivel mundial, la tasa promedio de mujeres investigadoras es de solo 29,3 % (Instituto de Estadística de la UNESCO), y la brecha se amplía cuanto mayor es el nivel alcanzado en el escalafón académico. En Uruguay, si bien a nivel formativo y primeras etapas de carrera científica las mujeres somos más del 50 %, los puestos de mayor visibilidad y liderazgo siguen estando ocupados por hombres. Cerrar esta brecha y que las mujeres participen de forma equitativa es responsabilidad de todos y pasa a tener gran relevancia considerando el papel central que tienen la ciencia, la tecnología y la innovación como ejes esenciales para un mejor desarrollo socioeconómico del país.

Entonces, quizás llegó la hora de que Uruguay se pregunte qué quiere de su ciencia a futuro. Salir de las soluciones cortoplacistas que solo remiendan situaciones urgentes, pero que no tienen visión de futuro. Debemos pensar, con visión estratégica, qué ciencia quiere y necesita Uruguay para los próximos 20 años. Necesitamos que la inversión en I+D deje de depender de los gobiernos de turno y pase a ser una política de Estado, que transcienda a los gobiernos y que asegure un crecimiento sostenido. La inversión en I+D, además, no debe proceder exclusivamente del ámbito público. Debemos aceptar que, como en otros países, la inversión privada debe ser relevante en esta área. Actualmente, en Uruguay el 88 % de la financiación viene del Estado, mientras que, en países del primer mundo, la financiación pública ronda el 30 %. Esto genera que más del 80 % de nuestros investigadores trabajen en el ámbito público, mientras que solo el 1,2 % trabaja en el ámbito privado (datos del Banco Mundial).

En un mundo en el que cada vez más la economía se basa en la transformación de la información en conocimiento para generar valor, apostar a la I+D pasa a ser relevante para el desarrollo de un país.  Muchos países ya eligieron ese camino y hoy la inversión en I+D realizada en el pasado los posiciona en lugares privilegiados de las economías mundiales. Uruguay está a tiempo de hacer este cambio.

Investigadora de la Universidad de la República y del Institut Pasteur de Montevideo

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