Revista del IEEM
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Ni tan liberal, ni tan protector

Las medidas económicas implementadas por Donald Trump han vuelto a poner las eternas discrepancias sobre proteccionismo y liberalismo comercial tanto en los discursos de los líderes políticos y sus equipos como en la mayoría de los titulares de la prensa económica mundial.

Trump y el departamento de Comercio de EE. UU. han justificado la imposición de un 25 % de aranceles a la importación de acero y un 10 % a las de aluminio bajo una lógica de “seguridad nacional”, basada en una ley comercial poco utilizada de 1962.

Actualización de perspectivas de la economía mundial

Fuente: Fondo Monetario Internacional

Surgieron múltiples reacciones como producto de estas medidas. Desde entonces, las consecuencias han complicado y puesto en duda no solo el 3,9 % de crecimiento de la economía mundial pronosticado por el Fondo Monetario Internacional[1], sino también la hegemonía geopolítica y económica mundial.

En paralelo con las acciones de Trump y las declaraciones del FMI, en julio se realizó en Buenos Aires el encuentro de ministros de agricultura del G20, donde participaron autoridades de los países que representan el 60 % de las tierras cultivables y el 80 % de la producción y el comercio de alimentos mundial. Criticaron fuertemente el proteccionismo y revalorizaron al liberalismo comercial como la forma más adecuada para garantizar el crecimiento y el desarrollo internacional, alineándose con la doctrina de Adam Smith[2], que reclama la mínima interferencia del Estado en la economía del siglo XIX.

Sin embargo, entre estas teorías evolucionan y surgen nuevos conceptos que le agregan complejidad y responsabilidad social y medioambiental a la evolución de las negociaciones comerciales. El cambio climático, la seguridad alimentaria mundial, la soberanía alimentaria de los países, el cuidado medioambiental y la responsabilidad social empresarial son algunos de ellos. Números como los presentados por la FAO en sus informes sobre alimentación y agricultura sostenible pesan en las decisiones comerciales y las políticas de cada país.

La globalización de los mercados y del comercio afecta tanto positiva como negativamente a todos los que en mayor o menor medida formamos parte responsable de la producción de alimentos. Afecta a los productores agropecuarios que compiten en un mercado globalizado donde las referencias de los precios se discuten a miles de kilómetros de distancia de donde se realiza la producción, con diferentes condiciones de competitividad-país y acceso a recursos no renovables como las tierras y el agua. Afecta a aquellos países que han visto socavada su soberanía alimentaria al verse imposibilitados de alimentar de forma sustentable y sostenible a su población más vulnerable, generando fuertes corrientes migratorias como las que estamos presenciando con los países africanos hacia Europa y particularmente en nuestro país con el elevado número de inmigrantes centroamericanos.

El acceso a este mundo globalizado, informado, con tecnología disponible y accesible hace que la mejora en la productividad esté al alcance de un clic. Generar eficiencia, innovar y buscar el salto en rentabilidad de la mano de mejoras sustentables en la producción o en la gestión requieren de un marco sólido y confiable de desarrollo económico donde quien realiza la inversión, aun conociendo el riesgo, lo toma. Y lo hace porque los beneficios serán mayores que de no tomarlos. Nada de esto tiene que ver con el proteccionismo, más bien es sinónimo de varias postulaciones del neoliberalismo económico que Thatcher y Reagan lideraron en los años 80.

La evolución de las teorías económicas acompañada de las estrategias llevadas adelante por los líderes mundiales ha sido tan vertiginosa como la evolución de los teléfonos celulares. Comenzaron por pensar en la aplicación de dos recursos como capital y mano de obra y actualmente deben considerar elementos tan difíciles de manejar como el cambio climático y la hambruna, todo al mismo tiempo.

Las políticas comerciales que tomen en cuenta todas las consideraciones necesarias para mejorar las condiciones sociales, económicas y ambientales pueden hacer que el comercio respalde mejor los objetivos de seguridad alimentaria en lugar de centrarse solamente en la liberalización por las ganancias derivadas de la eficiencia. Para que esto sea posible, el comercio debe estar guiado por un cuidadoso y flexible desarrollo de políticas nacionales que permitan al país equilibrar sus objetivos sociales con los económicos.

Luego de analizar esta y bastante más información adicional, pienso que no todo es tan liberal y que ningún proteccionismo dura para siembre.

Existen medidas proteccionistas que se podrían aplicar para asegurar la soberanía alimentaria y la sustentabilidad económica de sectores vitales para el desarrollo y la economía de los países, como lo es el sector agropecuario en Uruguay. A través de los años, los resultados obtenidos por Estados Unidos con su industria metalúrgica y por la Unión Europea con su Política Agraria Común (PAC) aplicada han demostrado ser positivos.

Estas medidas deben, además, apoyar y colaborar para mantener una producción medioambiental y económicamente sustentable, propiciando la inversión en tecnología, innovación y gestión en pro de lograr cada vez más productividad, para así alcanzar ese 60 % adicional.

Todo esto, también comprobado por la evolución y los ciclos económicos de los países líderes en estas materias, puede lograrse sin perjudicar los acuerdos internacionales y la transparencia en el comercio mundial, que tan necesarios son para países como el nuestro, cuyo balance comercial es indudablemente negativo.

Un justo equilibro, tiempo de aplicación, correcto análisis y adecuada comunicación deberían permitir la coexistencia de estas antagónicas políticas y medidas. En un mundo donde las etiquetas clásicas se desdibujan para dar lugar a nuevos conceptos, creo que no se puede ser ni tan protector ni tan liberal. Se debería evaluar la situación y actuar en consecuencia para lograr el mejor resultado con las herramientas disponibles.

Referencias

[1] Fondo Monetario Internacional. Perspectivas de la economía mundial, informe de julio de 2018.

[2] La riqueza de las naciones, obra publicada por Smith en 1776, es considerada como el inicio del liberalismo económico. Como otros tantos economistas antes que él, su objetivo era estudiar la mejor manera de que la sociedad se enriqueciera y con ella, el Estado. A diferencia de otras corrientes, llegó a la conclusión de que, para él, el enriquecimiento estatal era posterior al individual; introduciendo la metáfora de “la mano invisible” para explicarlo.

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