Revista del IEEM
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La revolución de los humanos

¿Qué tienen en común el trabajo de un ginecólogo, una peluquera, un cocinero y una cuidadora de adultos mayores? Que en todos los casos las tareas que realizan no son automatizables, porque son inherentemente humanas.

El tema “futuro del trabajo” está presente hace años en todos los foros en los que se discuten temas de relevancia global. Si bien no hay consenso en el grado de preocupación, lo que nadie duda es que el proceso de automatización ya arrancó y que se aceleró con la pandemia.

En abril de 2016, en la Asamblea de Antiguos Alumnos del IEEM celebrada en el Aeropuerto de Carrasco, fuimos los primeros que le dimos magnitud al asunto en Uruguay.

Tomamos como punto de partida la metodología desarrollada por un equipo de investigadores de la Universidad de Oxford para cuantificar el riesgo de automatización de cada uno de los trabajos que son hoy realizados por personas. Ello fue posible gracias a la base de datos O*Net (desarrollada por el Ministerio de Trabajo de Estados Unidos), que incluye el contenido de tareas difícilmente automatizables de cada puesto de trabajo: percepción y manipulación, capacidad creativa e inteligencia social de cada una de las actuales ocupaciones.

Los cálculos para Uruguay mostraron que el 54 % de las posiciones de trabajo ocupadas corren un alto riesgo de extinción. En otras palabras, más de la mitad de los trabajadores corren un alto riesgo de perder su trabajo porque ya no será necesaria una persona para cumplir con esa función tal como estaba concebida. Esto se debe a que se trata de tareas relativamente fáciles de automatizar. El año pasado analizamos las características de los 60 000 puestos de trabajo que se perdieron entre fines de 2014 y fines de 2019, previo a la pandemia, y encontramos que la enorme mayoría eran automatizables.

Más de la mitad de los trabajadores uruguayos corren un alto riesgo de perder su trabajo porque ya no será necesaria una persona para cumplir con esa función tal como estaba concebida.

La metodología utilizada se basa en el simple concepto de que hay tres grupos de habilidades que imponen trabas a la automatización.

A pesar de los enormes avances en la materia, las máquinas todavía están lejos de los humanos en manualidad artesanal fina. Tanto en la destreza o habilidad para realizar movimientos coordinados como agarrar, manipular o ensamblar objetos pequeños, como en la adaptación o habilidad para trabajar en espacios que impliquen posiciones incómodas, los robots todavía tienen mucho que mejorar.

La capacidad creativa es también un cuello de botella para el avance de la automatización. Tanto la originalidad para generar nuevas ideas o desarrollar maneras creativas de solucionar problemas o la habilidad para producir sensaciones nuevas a través del arte son, por ahora, muy difíciles de poder robotizar.

Finalmente, otra barrera a la automatización viene por el lado de la interacción social. La empatía o inteligencia social, como se llama ahora, incluye habilidades como la percepción para ser consciente de las reacciones de los otros y poder entenderlas, la persuasión para influir a otras personas para cambiar su pensamiento o comportamiento, la negociación para alcanzar acuerdos ante diferencias y la asistencia para proveer atención médica, apoyo emocional, y otros tipos de cuidados cuando realmente es necesario.

Todos estamos en el mismo mar —muy revuelto— pero no en el mismo barco. Las características de las tareas que cada persona realiza son diferentes, así como las competencias y habilidades necesarias para llevarlas a cabo. La clave es desarrollar trabajos complementarios a la tecnología. Estar condenados a hacer tareas automatizables no es la receta. Para ello se deben generar las condiciones de calificación y los marcos regulatorios para que emerjan los nuevos puestos de trabajo, que no surgen por generación espontánea.

La clave es desarrollar trabajos complementarios a la tecnología. Para ello se deben generar las condiciones de calificación y los marcos regulatorios para que emerjan los nuevos puestos de trabajo.

En el libro La revolución de los humanos, que publicamos junto con Federico Castillo, buscamos ir a la esencia del asunto y ponerle carne y hueso a los números fríos. Charlamos con personas con trabajos no automatizables. Las vimos en su ambiente e intentamos describir sus tareas. Les preguntamos cómo creen que pueden evolucionar. No encontramos recetas, aunque sí miradas que enriquecen.

El libro incluye charlas sobre el futuro del trabajo con varias personalidades de diferentes ámbitos, que van desde el chef Francis Mallmann hasta el presidente del PIT-CNT Fernando Pereira, pasando por el psicólogo Alejandro De Barbieri, la cuidadora de adultos mayores Virginia González y el director del Hogar Ituzaingó de la Colonia Berro Jorge Muñoz. Son varios más los testimonios personales que se presentan como un punto de apoyo a diversas formas de creatividad y empatía del ser humano.

En el libro también profundizamos sobre políticas públicas, porque el Estado tiene un rol importante a jugar. Cambios en la regulación laboral y en la educación son esenciales para suavizar la transición entre viejos y nuevos puestos de trabajo. En las charlas que tuvimos con catedráticos de derecho laboral y especialistas en la materia analizamos las modificaciones legales necesarias. Analizamos, además, las ventajas de la educación basada en proyectos, desde lo que dicen los estudios académicos hasta lo que vimos en aulas de experiencias exitosas ya existentes.

La realidad nos dice que son muchos los trabajadores que necesitan apoyo para poder mirar con esperanza el futuro. Los programas de capacitación y reeducación deberán estar a la altura de la urgencia. La lectura de la serie de documentos sobre el futuro del trabajo, publicada por la OIT en 2019 en conmemoración de su centenario, indica que el único camino es la inversión permanente en el desarrollo de capacidades.

El Estado tiene un rol importante a jugar. Cambios en la regulación laboral y en la educación son esenciales para suavizar la transición entre viejos y nuevos puestos de trabajo.

En las palabras de Enrique Iglesias del prólogo del libro: “La preocupación por el trabajo recorre toda la historia de la humanidad. Es el apoyo a la sobrevivencia humana en el planeta, pero también a la creatividad personal, tanto material como espiritual (…) El gran desafío de la sociedad del futuro es hacer del trabajo un gran punto de apoyo a la solidaridad social, pero también a nuevas formas de la realización personal (…). y debe servir para vivir más y mejor al servicio de una vida útil para el trabajador y para la sociedad”. Esa es la revolución de los humanos. Ese es el espíritu del libro que acaba de salir.

Autor

Profesor de Economía en

PhD en Economía, Universidad de San Andrés (Argentina); máster en Economía, Universidad de Chicago; Programa de Alta Dirección, IEEM, Universidad de Montevideo; licenciado en Economía y Analista en Contabilidad y Administración, Universidad de la República (Uruguay); GloColl, Harvard Business School.

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