Revista del IEEM
TOP

La necesidad de buen periodismo

El periodismo no está pasando su mejor momento. Ni en Uruguay ni en otras partes del mundo. Las aceleradas transformaciones tecnológicas desajustaron lo que hasta hace pocos años parecía una forma casi perfecta de trabajar y a los medios les es difícil adaptarse a las nuevas realidades.

Estas transformaciones son tan rápidas y cambiantes que, cuando los periodistas creen que entendieron todo, algo nuevo y sorprendente los vuelve a desacomodar. El dilema es cómo seguir haciendo productos periodísticos consistentes, bien financiados y que lleguen a más gente en medio de tanto cambio.

La pregunta que me hice en 2012, cuando publiqué mi libro ¿Una especie en extinción? sigue vigente. No es que crea que el periodismo está en extinción —soy un eterno optimista—, pero sin duda le está costando encontrar la manera de llegar a su público.

Las redes generan constantes desafíos. Usarlas ayuda a hacer buen periodismo, pero, a su vez, estas devuelven problemas endemoniados y difíciles de sortear. El manejo de las noticias falsas es uno de ellos. Con velocidad pasmosa se las toman como ciertas. Desarticular la mentira exige trabajo y tiempo para un periodista que trabaja con hechos verificados y, aun cuando logre un argumentado desmentido, el público no siempre está dispuesto a creerle. Prefiere quedarse con las fake news que corroboran sus certezas.

Los formatos en boga, sin embargo, lo serán solo por un breve tiempo. Luego aparecerán otros. Pero la tarea de buscar noticias, verificarlas, evaluar su relevancia y trasmitirlas de forma clara y precisa para que sean comprensibles, sigue siendo la base del buen periodismo profesional. Como lo ha sido siempre.

Lo que impulsó un desarrollo profesional y competente del periodismo a lo largo del siglo XX fue su modelo de negocio. Independiente de todo poder político o económico, los medios (en especial los impresos) apostaron a la publicidad. Avisos de origen diverso los financiaban al punto que estos podían venderse a bajo precio para llegar a más gente: el penny paper, o lo que a nivel local Batlle y Ordóñez llamó “el diario a vintén”. No era un modelo perfecto, pero estuvo cerca de serlo. Permitía contar con buenos periodistas, bien pagos y recursos para desplegar la logística necesaria para hacer complicadas coberturas.

Ese modelo de negocio se acabó. El público ya no presta atención a los avisos en pantalla y con un clic se los saca de encima. Por lo tanto, el avisador no paga las sumas de antes. Además, Google y Facebook se fueron quedando con ese negocio. No todos los avisos que el lector ve cuando entra a un determinado sitio, son de ese sitio. Aparecen porque el aviso fue a Google.

Los medios han puesto en práctica con relativo éxito algunas propuestas. No les es fácil, porque ningún modelo de negocio puede afectar la independencia y credibilidad de sus periodistas y eso reduce el abanico de ideas. Lo que sí se extiende es la suscripción o el muro de pago, que puso fin al breve período en que los medios que tenían sus sitios en Internet eran gratuitos.

Urge solucionar estos temas. Es que, más allá de tantos y tan acelerados cambios, persiste en las sociedades democráticas la necesidad de contar con periodismo profesional riguroso y creíble. Las democracias se apoyan en la idea de que el soberano decide y, para hacerlo, debe acceder a buena información. Tal como se hacía antes con otros instrumentos, tal como se hará en el futuro con nuevos y sorprendentes formatos. Hay cosas que —incluso con el furor de los cambios— son y serán permanentes. La necesidad de un buen periodismo es una de ellas.

Autor

Postear un comentario