Revista del IEEM
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Innovación y sistemas socioeconómicos

Este artículo surge a raíz de un debate entre colegas del IEEM en el que nos preguntamos ¿hacia qué dirección empujan las iniciativas innovadoras la evolución de los sistemas socioeconómicos? Y su contracara, ¿cuál es el impacto que estos últimos tienen sobre los incentivos para la introducción de innovaciones, ya sea en organizaciones establecidas o en nuevos emprendimientos? Para comenzar, en esta columna nos proponemos revisitar las ideas ya casi centenarias de Joseph Schumpeter sobre el rol del empresario innovador en relación con el desarrollo del sistema capitalista y sus premoniciones sobre su eventual implosión, algunas de las cuales mantienen al día de hoy una llamativa vigencia.

En su libro Capitalismo, socialismo y democracia, publicado en 1942, el economista Joseph Schumpeter presenta su teoría, que propone que el factor clave del éxito del sistema capitalista es el rol que la innovación juega en su funcionamiento. El concepto de la innovación fue introducido por Joseph Schumpeter (1911) como el factor explicativo fundamental del desarrollo económico capitalista. En su planteo original, Schumpeter propuso que el desarrollo económico era la consecuencia de la acción del empresario innovador.

Según el autor, la actividad económica tiende a un equilibrio estático, pero este no perdura, precisamente, debido a la acción de los innovadores. El comportamiento de quienes dirigen empresas y no son innovadores —los “simples gerentes” que se dedican a la “administración ordinaria”— se rige por el “mejor método”. Por el contrario, el empresario innovador se conduce por el “mejor de los métodos posibles”, con énfasis en la palabra “posible” en su acepción de alcanzable, más allá de lo actualmente disponible, lo cual lleva a que se amplíe el repertorio de acción. Por tanto, para Schumpeter el desarrollo está asociado a la generación de aquello que es inequívocamente nuevo y que tiene impacto, quedando excluidos los incrementos marginales de productividad derivados de pequeños ajustes sucesivos. Los cambios deben ser importantes y discontinuos. Conceptualiza, pues, la dinámica económica como una permanente búsqueda del equilibrio contra la cual conspiran los innovadores.

En su planteo original, Schumpeter propuso que el desarrollo económico era la consecuencia de la acción del empresario innovador.

Como contrapartida de su rol desestabilizador, los empresarios innovadores son el motor del desarrollo. Una cuestión relevante que plantea Schumpeter es que el sistema socialista de planificación puede funcionar si eliminamos ese componente dinámico. Es decir, en un sistema estático y estable el socialismo puede tener éxito. Esto se cumpliría, en particular, si se logra alinear la escala de valores de cada nación en términos de lo que es más y menos valorado por cada individuo y comunidad, condición indispensable para pensar en una «planificación central socialmente justa”. En síntesis, la tesis de Schumpeter es que el empresario innovador es el verdadero enemigo de la planificación socialista.

Schumpeter no era, sin embargo, optimista con relación al futuro del capitalismo. El pronóstico de Schumpeter era que el capitalismo “moriría de éxito”. Planteaba dos razones para ello. La primera estaba vinculada a la motivación del empresario innovador. La segunda al rol de los intelectuales.

Schumpeter planteaba que la motivación del empresario innovador era la búsqueda del éxito, que se traducía en un retorno económico superior. Según el autor, la obsesión por la igualdad social mata la motivación del agente dinámico de la economía. En lo que refiere a los intelectuales, sostenía cada vez había más personas que adquirían una formación universitaria en materias poco prácticas que los inhabilitaban para realizar trabajos más simples, pero que, al mismo tiempo, no conseguían trabajos cualificados. Esto los llevaba al descontento, a la crítica y al rencor con el sistema capitalista. Ludwig von Mises (economista de la misma escuela austríaca) compartía la posición de Schumpeter con relación a los intelectuales y aportaba argumentos adicionales. Mientras que en la antigua sociedad estamental lo natural era ser rico o pobre de nacimiento y conformarse con ello, en el capitalismo existe la convicción de que la movilidad social, y nuestra posición social y económica depende de nuestros actos. Es tan frustrante que el sistema no funcione como que esa movilidad social lleve a una persona a estar en un lugar por debajo del que considera merecer.

Según el autor, la obsesión por la igualdad social mata la motivación del agente dinámico de la economía.

El argumento del papel de los incentivos económicos para que el empresario innovador juegue su rol parece tener sólidas evidencias a su favor. En el Gráfico 1 se ilustra el movimiento de inventores en el mundo. Es claro que un inventor no es un innovador, pero son parientes cercanos. En el gráfico queda claro que un factor clave del éxito de Estados Unidos es que ha sido capaz de ser atractivo para quienes quieren traducir sus ideas en el mayor éxito económico posible. Es cierto que Estados Unidos ha logrado desarrollar mercados de capital de riesgo profundos, pero también es relevante la promesa de poder convertirse en el próximo Elon Musk, no solo en términos de reconocimiento, sino también de dinero.

Movimiento de inventores en el mundo

El segundo de los argumentos fue parcialmente profético. En la actualidad se está dando una frustración creciente con el sistema capitalista, pero no está originado solamente en intelectuales que no pueden insertarse en el sistema, como predecía Schumpeter. Una parte creciente de la frustración se debe, por un lado, a un grupo importante de la población que percibe que la promesa de movilidad social no se ha cumplido y, por otro lado, a quienes molesta la movilidad social cuando ello implica bajar con relación al nivel que habían logrado sus padres. Los movimientos sociales en Chile, que culminaron con la elección de Boric, se explican, en buena medida, por el primer grupo. La elección de Trump por el segundo.

La muerte por éxito

¿Por qué augura Schumpeter que el sistema capitalista contiene la semilla de su autodestrucción? La razón de ello es un cambio en el agente que ejerce el papel protagónico en el proceso de la innovación. En la concepción original de Schumpeter, la innovación era concebida como la acción del empresario innovador, y se explicaba en función de sus capacidades y talentos. Esta idea fue progresivamente sustituida por otra, en la que la organización se convierte en la referencia, y las capacidades de esta son el factor relevante al momento de explicar los orígenes de la innovación.

Tal como hemos referido, fue el propio Schumpeter quien destacó el rol que progresivamente fueron asumiendo las actividades de investigación y desarrollo de las grandes empresas como fuente de la innovación. Freeman y Soete (1997) realizaron un análisis histórico de los principales cambios tecnológicos en muchos sectores industriales para concluir que las actividades de investigación y desarrollo realizadas dentro de la empresa habían desplazado rápidamente la figura de los inventores independientes como generadores de los conocimientos que el innovador utiliza. En este nuevo esquema, ya no se necesitan emprendedores innovadores: la innovación se ha “sistematizado” y, con ello, el principal activo del sistema capitalista.

La realidad muestra que Schumpeter se precipitó en abandonar sus ideas originales y los emprendedores innovadores siguen teniendo un papel protagónico en el funcionamiento del sistema capitalista; sus primeras tesis mantienen una llamativa vigencia. Musk es el mascarón de proa de una larga lista de emprendedores con alto impacto en la economía global. Esto no significa que este sistema esté exento de riesgos de extinción, pero, en todo caso, parece que estos riesgos no vendrán por la falta de emprendedores innovadores, o al menos no hay evidencia aún de que comience un proceso de agotamiento en cuanto a su incidencia.

Autor

Responsable del GEM Uruguay y profesor de Economía Política en

Ph.D. en Gobierno y Cultura de las Organizaciones, Universidad de Navarra; máster en Dirección y Administración de Empresas, IEEM, Universidad de Montevideo; contador público, Universidad de la República (Uruguay); licenciado en Administración, Universidad de la República (Uruguay); GloColl, Harvard Business School.

Profesor de Análisis de Decisiones y Sistemas de Información en

Ph.D. en Informática, Universidad de la República y en Computer Sciences, INRIA (Francia); máster en Dirección y Administración de Empresas, IEEM, Universidad de Montevideo; máster en Informática, Universidad de la República (Uruguay); ingeniero en Computación Universidad de la República (Uruguay); GloColl, Harvard Business School.

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