Revista del IEEM
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Una cuestión cerebral: el poder del hemisferio derecho

En la era de la creatividad y la innovación, el hemisferio derecho es el protagonista. Las competencias y habilidades que se buscan hoy en los candidatos, y que se prevén necesarias para el futuro de las organizaciones, implican el uso del hemisferio derecho.

Haciendo una breve introducción de la biología humana, el cerebro consta de dos hemisferios: el derecho y el izquierdo, y están conectados por el cuerpo calloso. Cada hemisferio cuenta con capacidades específicas. El hemisferio izquierdo se asocia con la expresión verbal, habilidad analítica, lo simbólico, abstracto y temporal, mientras que el derecho con la expresión no verbal, lo sintético, analógico y atemporal. El hemisferio derecho nos da la posibilidad de conectar con lo artístico y lo emocional, nos permite una mirada holística.

En el mundo competitivo de hoy, ya no alcanza con destacarnos por nuestra habilidad analítica o numérica, sino que se vuelve crítica nuestra capacidad empática y el manejo de las relaciones. Todas estas características corresponden al hemisferio derecho del cerebro. La educación tradicional en la que fuimos educados hizo hincapié en el desarrollo de las habilidades vinculadas al hemisferio izquierdo. Hoy, el mundo nos pide habilidades del hemisferio derecho: creación e innovación, con emoción.

En el mundo competitivo de hoy, ya no alcanza con destacarnos por nuestra habilidad analítica o numérica, sino que se vuelve crítica nuestra capacidad empática y el manejo de las relaciones.

Emoción para vincularnos e innovación y creatividad para destacarnos y para inventar nuevos productos, crear nuevas necesidades. Hoy casi todo está inventado, tenemos a la mano el consumo de diversos productos, que ya ni dan respuesta a necesidades puntuales, pero que son éxitos en ventas. La capacidad de innovar y de crear se ha vuelto necesaria para la supervivencia de las empresas, y en ocasiones hasta de puestos de trabajo. Pero ¿todos tenemos esta capacidad?

Aunque muchos crean lo contrario, el pensamiento creativo es inherente a nuestra condición humana. Si nos remontamos a la niñez veremos de manera más clara nuestra capacidad de inventar, crear y jugar. Todos los condimentos necesarios para innovar.

Según la definición de la Real Academia Española, innovar es “mudar o alterar algo, introduciendo novedades”. Tomando esta definición, se podría entender a la introducción de estos cambios como el puntapié que da al perfeccionamiento de las capacidades de un grupo u organización, la mejora del modelo de negocio de una empresa o el cambio en la gestión de un ente o institución.

Aunque muchos crean lo contrario, el pensamiento creativo es inherente a nuestra condición humana.

Por ello, la innovación es una acción altamente importante para las personas y organizaciones, porque tiene como resultado no solo ofrecer nuevos productos y servicios más adecuados y cercanos a las necesidades de los clientes, sino porque también permite generar, como externalidad fundamental, nuevos conocimiento y capacidades, que quedan disponibles para enfrentar nuevos desafíos durante el proceso vital y profesional de cada persona u organización.

No es menos cierto que, para lograr innovar, se debe despertar la creatividad que hay en cada persona. Potenciando el desarrollo de habilidades blandas propias del hemisferio derecho, las llamadas soft skills por los anglosajones, que permitirán recuperar el niño que se lleva dentro y que exponencian intuición, rotura de moldes, búsqueda de soluciones fuera de lo común, trabajo en equipo, comunicación y liderazgo, entre otras. Convirtiendo a las llamadas future skills en las habilidades presentes y necesarias recomendadas en los nuevos perfiles humanos.

Para lograr innovar, se debe despertar la creatividad que hay en cada persona.

Para conseguir lo anterior se deben romper barreras que se imponen a las personas. Seguramente todos han leído o escuchado en infinidad de ocasiones expresiones como: “Yo no soy creativo”, “yo no tengo buenas ideas”, “siempre fui muy negado para inventar o imaginar”. Estos mensajes no son más que los miedos a salir de su zona de confort, fruto de la educación formal que se ha tenido hasta hace no muchos años y, especialmente, al gran error de asociar creatividad e inventiva. Dos conceptos no necesariamente unidos.

Un dato importante de la creatividad e innovación es que todos podemos ser creativos, tener buenas ideas, disponer de potencial para ello. Tan solo basta con cambiar, erradicar las creencias de autolimitación y la perpectiva u opinión que cada persona tiene de sí misma. Es casi un trabajo de coaching, que permitirá el afloramiento natural de la capacidad creativa de cada persona. Una vez eliminada la barrera y, al igual que cuando se prepara una competición deportiva, se debe ejercitar la creatividad.

Hace unos años, una conocida marca de consolas tecnológicas japonesas comercializó un juego que se anunció como el “entrenamiento de tu mente”, y permitía el desempolvamiento de la capacidad creativa de los usuarios. Una vez la máquina gris comienza a caminar, el desarrollo de nuevas ideas, procesos y proyectos en la empresa fluyen a velocidad crucero. Pero no solo esta creatividad funciona para el desarrollo profesional focalizado a la relación de dependencia, también ha abierto, en el cerebro, la vía del análisis de oportunidades y proyectos emprendedores en el ámbito privado de cada persona.

Al fin y al cabo, el poder del lado derecho del cerebro permite generar las soft skills y future skills e innovar se refiere a crear nuevas ideas, a crear soluciones, a generar cambios que después arrojen resultados positivos y consoliden el éxito.

Autor

Responsable de Capital Humano en

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