Revista del IEEM
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Las tendencias de los sectores productivos

Pronosticar la nueva configuración productiva del mundo es una prioridad para inversionistas, empresarios y trabajadores. Los inversionistas tienen la expectativa de encontrar oportunidades promisorias. Los empresarios quieren involucrarse en aquellas actividades que serán las bases de la nueva economía. Y los trabajadores quieren formarse para trabajos que sean bien pagos y que les brinden estabilidad.

En este artículo abordaremos los factores claves que determinan la evolución de los diversos sectores, así como el impacto sobre su rentabilidad y el empleo que generan.

Todos los sectores productivos son una combinación de capital y trabajo, orientada a la generación de bienes y servicios específicos. Y la diferencia entre los ingresos generados por la comercialización y el costo de los insumos requeridos por el proceso productivo es el valor agregado. El capital ajeno percibe su retribución bajo la forma de intereses, el capital propio bajo la forma de ganancias. La parte que corresponde a los trabajadores se denomina masa salarial. Aquí encontramos la primera clave para proyectar el futuro: la masa salarial no puede avanzar indefinidamente sobre el valor agregado porque, si no existe una adecuada retribución del capital, no habrá inversión, ni actividad emprendedora o empresarial. El mundo es muy grande y existen demasiadas opciones para que se elija voluntariamente la ruina.

El siguiente aspecto que debemos analizar es cuál es la combinación de capital y trabajo óptima en cada sector. Una primera aproximación es que cada factor (capital y trabajo) se emplea en aquello que solo él puede aportar. Si un factor se vuelve más productivo que el otro sin que aumente proporcionalmente su precio, entonces es económicamente racional pasar a una combinación de factores que sea más intensivo en este.

A lo largo de la historia de la humanidad —y ahora se ha acelerado— se ha dado un proceso doble. Por un lado, los procesos productivos que solo podían ser realizados por trabajadores han ido disminuyendo. El aumento de la capacidad de procesamiento de información, en paralelo con una disminución drástica del costo asociado, ha sido uno de los factores explicativos fundamentales de este proceso. Por otra parte, el aumento de la productividad del capital ha sido más acelerado que el aumento de la productividad humana.

Pasamos aquí a otra cuestión que es de suma importancia: el aumento de la productividad del capital redunda en un aumento de la productividad de la mano de obra. Para que el empleo no disminuya, la producción tiene que aumentar tanto como la productividad laboral. En caso contrario, el sector expulsará trabajadores. Esto es lo que ya sucedió en el sector agrícola y está sucediendo en el sector industrial. En los gráficos se ilustra este proceso en Estados Unidos. En el Gráfico 1-A puede observarse cómo la automatización de procesos productivos en el sector agrícola a partir de equipamientos con nuevas tecnologías llevó a una mayor intensidad en el uso de capital, lo que fue paralelo a una disminución del empleo. Mientras en 1840 el sector agrícola representaba cerca del 70 % del empleo, en 2010 ese porcentaje bajó a apenas un 2 %. En el Gráfico 1-B tenemos información adicional sobre la evolución de la producción agrícola versus la industrial. La producción agrícola aumentó, pero a un ritmo mucho menor que el aumento de la productividad, lo que explica por qué expulsa mano de obra. Al mismo tiempo que la productividad del sector agrícola ha aumentado a lo largo de todo el período, su peso en la producción ha bajado dramáticamente, pasando a estar cerca del 50 % de la producción total en 1840 a un 2 % en 2010. La mano de obra es incorporada en el sector industrial, como puede observarse en el Gráfico 1-A. Ese proceso de incorporación de mano de obra se corta luego de la Segunda Guerra Mundial. Durante todo ese período el sector industrial y el de servicios atrajeron mano de obra, completándose así la combinación explusión-atracción que fomentó el éxodo rural.

Puede verse en el Gráfico 1-B que desde 1950 a 1970 la producción industrial mantuvo su participación en la producción total a pesar de que el peso del empleo disminuyó, gracias a los aumentos de la productividad. A partir de ese momento los aumentos en la producción industrial no fueron suficientes para compensar las mejoras de productividad, llevando a que el empleo disminuyera. ¿A dónde va ahora la mano de obra? Al sector de servicios, tal como se puede observar en el Gráfico 1-C.

Fuente: “History lessons: Understanding the decline in manufacturing”, Minnpost, 22 de febrero de 2012.

Una cuestión paradójica es que aquellos sectores en los que la mano de obra es menos productiva son los que generan más empleo. Esta es la explicación de por qué las pymes de un sector generan proporcionalmente más empleo que las grandes en relación con su producción. La dotación de capital por puesto de trabajo de una pyme es más baja que la de una empresa grande, y ese es uno de los factores determinantes de su menor productividad. Esta es también la razón por la cual el sector servicios pudo absorber tanta mano de obra, era un sector en el que la mano de obra era muy poco productiva.

¿Cuáles son las tendencias que surgen de este análisis?

En primer lugar, el valor agregado referido al conocimiento es una parte cada vez más importante de los bienes y servicios que se producen. A vía de ejemplo, la consultora internacional Morgan Stanley afirma que, en 2025, la cuarta parte de los beneficios de Tesla provendrán de los servicios de valor añadido que ofrecerá a través de su software. Dado que las economías de escala de los bienes intensivos en conocimiento son muy altas, esto redundará en sectores productivos de alcance regional o mundial, con una reducida cantidad de puestos de trabajo muy bien remunerados.

En segundo lugar, la tecnología llevará a que las actividades reservadas a los trabajadores se sigan reduciendo. Como consecuencia de ello en aquellos sectores en los que las nuevas tecnologías generen aumentos de la productividad por encima del aumento de la producción veremos un proceso de reducción del empleo, al mismo tiempo que aumenta en los nuevos sectores y en los que las nuevas tecnologías no tienen tanto impacto.

En tercer lugar, es probable que en un período de transición que afectará a una o dos generaciones buena parte de la mano de obra desplazada no pueda ser recapacitada. Esto llevará a presiones sociales para que esa franja de población acceda a retribuciones superiores a las que el mercado le asignaría o directamente a transferencias independientes de cualquier actividad laboral.

En cuarto lugar, los “salarios sociales” por encima de los salarios de mercado llevarán a una diversidad de escenarios altamente problemáticos. Uno consiste en que la masa salarial en determinados sectores aumente a un nivel tal que absorba buena parte del valor agregado del sector o lleve a aumentos de precios significativos. En el primer caso, quedará cuestionada la viabilidad de los sectores involucrados, y, en el segundo caso, la competitividad de la economía en general. Un posible paliativo es que se imponga una fuerte carga fiscal a los sectores más productivos para realizar mayores transferencias a los sectores menos productivos, subsidiando a la masa laboral. En esa hipótesis, el riesgo de que esas actividades productivas tiendan a desplazarse a países libres de esos gravámenes será muy alta.

Autores

Responsable del GEM Uruguay y profesor de Economía Política en

Ph.D. en Gobierno y Cultura de las Organizaciones, Universidad de Navarra; máster en Dirección y Administración de Empresas, IEEM, Universidad de Montevideo; contador público, Universidad de la República (Uruguay); licenciado en Administración, Universidad de la República (Uruguay); GloColl, Harvard Business School.

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