Revista del IEEM
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¿Sí o no al algoritmo en Recursos Humanos?

La revolución digital llegó para quedarse y seguirá apropiándose de varios aspectos de la vida. La inteligencia artificial (IA) y la tecnología buscan hoy suplantar las actividades antes realizadas exclusivamente por humanos. El área de Recursos Humanos no es la excepción, en los últimos años se han desarrollado herramientas que automatizan las entrevistas de trabajo y los procesos de reclutamiento y selección de talento, por citar algunos ejemplos.

La IA ha permitido que se implementen diversos sistemas que automatizan, por ejemplo, los procesos de preselección de candidatos por currículum. Se prevé que en un futuro no muy distante será posible evaluar a una persona a través de un programa de reconocimiento facial, analizando sus emociones y competencias. Para quienes trabajamos en Recursos Humanos es imposible no cuestionarnos qué tan sustituible es la mirada humana para el análisis de las emociones. Sobre todo, en aquellas actividades en las que la interacción humana es, además, un componente fundamental para evaluar algunos aspectos más delicados y de peso para la toma de decisiones.

En el contexto actual y futuro, en el que el trabajo se da de forma híbrida —o en algunos casos es 100 % remoto—, nos lleva a cuestionarnos si quizás para algunas posiciones organizacionales no sea tan relevante evaluar lo que sucede en el contacto humano-humano, especialmente cuando se trabaja de manera virtual. En estos casos, los nuevos métodos agilizarían procesos de reclutamiento y selección de personal, con efectividad y eficacia.

Se prevé que en un futuro no muy distante será posible evaluar a una persona a través de un programa de reconocimiento facial, analizando sus emociones y competencias.

Lejos de buscar el villano o el héroe en esta historia, el desafío —siempre— está en buscar el equilibrio en el que la tecnología nos aliviane tareas, complemente nuestras capacidades y habilidades, automatice procesos generando mayor y mejor utilidad del tiempo disponible, pero siempre con el componente del toque humano final en el proceso. Lo anterior no porque seamos insustituibles, sino porque lo que deberíamos de buscar es trabajar en equipo con la tecnología sin verla como el enemigo, optimizando a través de ella funciones que puedan ser más básicas y, por tanto, confiablemente sustituibles.

 

La historia nos ha demostrado que la tecnología constantemente provee de nuevas formas, en las que a veces sustituye por completo la tarea humana, por lo que esto seguirá sucediendo por mucho que presentemos resistencia. Es por ello que el desafío es ser creativos y pensar nuevas formas de trabajo, nuevos servicios, en lugar de justificar por qué la tecnología no nos puede sustituir, aferrándonos a un cambio inevitable.

 

Adentrándonos en el tema de los algoritmos y la IA para los procesos de selección, para algunos procesos puede ser de gran ayuda apelar a esta herramienta para agilizar etapas del proceso. Puede ocurrir que en algún punto del proceso un humano tenga que participar para evaluar alguna aptitud o competencia necesaria, que la tecnología no sea capaz de evaluar. No todas nuestras capacidades y competencias pueden ser fácilmente detectables o evaluables por un software y, si se lograra, deberíamos de contemplar que el margen de error en la evaluación (al igual que cuando la realiza un ser humano) seguirá existiendo cuando la realice un mecanismo de IA.

Lejos de buscar el villano o el héroe en esta historia, el desafío está en buscar el equilibrio en el que la tecnología complemente nuestras habilidades, pero siempre con el componente del toque humano final en el proceso.

Hay dimensiones de análisis de competencias humanas que son, hasta el momento, difíciles de replicar por un algoritmo. Por ejemplo, la improvisación o la empatía, aspectos que generalmente surgen en el marco de una entrevista con otro, en la interacción. Asimismo, estos sistemas estarían limitados a la hora de leer un currículum buscando un análisis cuantitativo de la información. Es decir, a veces el candidato que se postula no fue a la universidad que podemos poner en un algoritmo, o no hizo determinada carrera profesional y, sin embargo, tiene una experiencia laboral que nos llama la atención u otro aspecto que quedaría sin dudas por fuera de un algoritmo de IA, y que por ello descartaría el candidato. Pero son aspectos que aplicarían a situaciones puntuales, de búsquedas que requieran más atención al detalle.

 

En síntesis, consideramos que las herramientas que nos acerca la tecnología deben ser usadas como un dedo más de la mano, es decir, que aún seguiremos necesitando de todos los otros dedos para tomar algo y que no se nos caiga. Integrar es más relevante que simplemente sustituir funciones y este parecería ser el camino más adecuado para adaptarnos al cambio cultural al que nos introduce la tecnología cuando se fusiona con funciones tan complejas como el análisis comportamental.

Autor

Responsable de Capital Humano en

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